En las últimas semanas de diciembre y primeras de enero, suelen ser frecuentes las infecciones por virus respiratorios, y este año no ha sido una excepción. Antes bien, estamos pagando la “deuda inmunológica” contraída durante la pandemia con virus diferentes al Covid-19, de los que apenas tuvimos casos los años previos. Uno de ellos es el de la gripe, sobre todo la A. Llevábamos semanas atendiendo enfermos en la planta, y los sanitarios solemos ser los primeros en infectarnos, a pesar de todas las precauciones. De modo que, en vez de despedir el año y recibir el nuevo como suele gustarme hacerlo, montando en bicicleta y de reunión familiar, he estado en mi casa, metido en la cama y con el paracetamol de compañía.
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La gripe es una enfermedad miserable, por fortuna algo atenuada tras la vacunación, que te deja sin ánimo y sin fuerzas. Puede complicarse en personas ancianas y con enfermedades previas; de hecho, es el perfil de los pacientes ingresados. Pero, incluso en personas sanas y fuertes, puede tumbarte en la cama durante varios días.
Modificar planes
No hay un tratamiento eficaz (el antiviral que suele utilizarse, llamado oseltamivir, es de eficacia muy limitada y se acabó en las farmacias y hospitales hace días), de modo que se tratan los síntomas y las complicaciones. Reposo, líquidos, paracetamol, algún otro antitérmico o analgésico si hace falta… Y aceptar las cortapisas que impone la enfermedad, modificar planes y dedicarse a reflexionar, leer, hablar por teléfono. Poco más se puede hacer los primeros días de enfermedad.
Quizás podemos pensar en qué ha dado de sí el año, en lo personal, familiar y social. En esto, me temo que pocas cosas buenas. Podemos rezar pidiendo ayuda para afrontar el año que comienza, con fe y esperanza en Dios, y confianza en que no desfalleceremos ni no perderemos pie como personas y como sociedad. Musito a menudo el salmo número 15: “Mi suerte está en tu mano”. “Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré”. En tiempos de tribulación como los que vivimos y parecen aproximarse, es una buena oración. Todavía más en tiempo de gripe.
Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos, por nuestra España y por nuestro mundo.