He hablado muchas veces en este blog sobre los problemas del economicismo, porque si bien el actual sistema económico ha logrado un elevado crecimiento económico, no todo son ventajas en esta manera de organizar nuestras sociedades, sobre todo porque no cumple sus tres principales promesas. La primera, que podemos ser más felices y tener una vida mejor gracias a tener más cosas, queda lejos de ser una realidad. Sabemos que no hay una relación directa entre tener más y ser más feliz. Sobre todo porque basar nuestra existencia en los deseos hace que siempre queramos tener más, que siempre estemos insatisfechos. Se nos promete satisfacción pero se nos da una insatisfacción continuada.
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La segunda promesa es que podemos tener un crecimiento indefinido gracias al progreso tecnológico. Sin embargo esto no cuenta con la limitación de los recursos y, tal y como estamos viendo, la utilización de recursos no renovables crece sin parar a pesar de las mejoras tecnológicas. Por último, se nos promete que la tecnología y el crecimiento económico van a hacer que se acabe con la pobreza. Sin embargo, comprobamos constantemente que esto no sucede. Que a pesar de todos los avances tecnológicos que hemos experimentado en los últimos años, no conseguimos acabar con la pobreza. Que a pesar del elevado crecimiento que hemos tenido en el siglo XX y lo que llevamos del XXI, sigue existiendo mucha gente necesitada.
De todos estos puntos, en mi libro ‘El espíritu del economicismo’. me centro más en primero, el vacío vital que conlleva el estilo de vida economicista. Cuando el sentido de nuestra vida es únicamente tener más, la vida deja de tener sentido. Porque lo centramos todo en los resultados, porque no sabemos disfrutar de aquello que vivimos, porque continuamos viviendo como pobres aunque no lo seamos, porque lo económico nos impide preocuparnos por los demás, ofrecerles lo que somos, sentirnos útiles para los demás y para la sociedad.
Todo gira alrededor de nosotros mismos, de nuestros objetivos, de nuestra comodidad, de nuestro bienestar. El estilo de vida economicista nos seduce, nos camela, nos atrae y caemos, sin darnos cuenta, en sus redes, que nos atrapan y nos ciegan ante nuestra propia insatisfacción, pensando que las cosas no pueden ser de otro modo.
Tener más
En resumen, el economicismo nos lleva hacia un objetivo equivocado. En lugar de orientarnos hacia una vida plena, hacia una vida con sentido, hacia una existencia que nos permita crecer y sentirnos realizados con aquello que hacemos, nos empuja hacia una vida con bienestar, que busca la aprobación de los otros, que quiere tan solo tener más. Quiere llenar anhelos infinitos con cosas finitas, lo que, cualquiera que sepa un poco de matemáticas, sabe que es imposible.