Tribuna

Unas páginas de Hermann Hesse

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Hay un escritor que me acompaña desde que me inicié en la lectura. Ese escritor es Hermann Hesse. Amé su pensamiento y ha sido un amor que, misteriosamente, se ha venido renovando a lo largo de mi crecimiento personal y espiritual.



Esta relación tan íntima la produjo en mí el profundo impacto que me causó leer El Lobo Estepario, la novela más occidental del alemán y, sin duda, la que más he disfrutado. La novela que describe el drama existencial y espiritual de un hombre que vive la transición del siglo XIX al XX y que no termina por encajar con los nuevos valores que la modernidad, poco a poco, comienza a establecer.

Entre sus líneas, ideas y pasajes logré hallar un bálsamo para mi inconformidad. En Harry Haller descubrí un alma afín a la mía. Un espíritu siempre inconforme, a veces con una voluntad firme, de hierro, incluso hasta avasallante, pero otras tantas fastidiado, aburrido, oscurecido por situaciones que no termino de asimilar. Sus libros fueron el mapa que me ayudó a transitar mi formación intelectual y espiritual, sobre todo esta última.

Esencialmente mi vida espiritual se estructuró allí. Mi manera de concebir ese universo simbólico de lo invisible se tejió con Hesse. No es que crea en lo que él creyó, sino que sembró en mi interior cierta rebeldía y libertad para caminar los senderos complejos de la fe.

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Obstinación

Con devoto esfuerzo logré leer toda su obra, al menos la traducida al español. De ella quiero compartir unas breves reflexiones en torno a un libro compuesto por escritos autobiográficos. El libro se llama ‘Obstinación’, pero de este libro quiero quedarme con uno texto en particular titulado ‘Del diario de Martín’ fechado en 1918. Tiempo en el cual Hesse entra en contacto con Carl Jung por medio de un discípulo de éste llamado Joseph Bernhard Lang.

En las líneas que conforman este capítulo del libro, Hesse se abandona en describir la nueva relación que se establecía entre él y el mundo una vez que vivía estos breves momentos al despertar. Relación que le alteraba la percepción de sus viejos sentidos habituales.

Lo  describe bellamente de la siguiente manera: “Un ciego que huele y toca una rosa y que de  pronto abre los ojos y por primera vez, además del olor y del tacto, obtiene la imagen de la  flor, sentiría algo parecido”. Líneas que nos recuerdan que la filosofía encuentra su nacimiento en un pathos (πάθος) o estado del alma que lleva a quien lo padece a  la búsqueda  del  conocimiento.

El amor es la fuente

Hesse maduró estos momentos con reflexiones que hilvanaba contrastando con las pequeñas satisfacciones que hallaba en la vida. Esto le permitió comprender en dónde había de buscar la fuente de las alegrías y de la felicidad. Esa fuente resultó ser para Hesse la posibilidad de amar, incluso mucho más que ser amado, que lo que hace valiosa y placentera la existencia es nuestro sentimiento y nuestra sensibilidad. Ni el dinero, ni el poder, claros objetivos humanos en la vida moderna, son, según Hesse, sustento para la felicidad plena. Ni siquiera poseer la belleza física era ventana abierta para la felicidad, pues la belleza no hace feliz al que la tiene, sino al que sabía amarla y venerarla.

El mundo actual, constituido sobre las normas concentracionarias de la Modernidad, se desenvuelve en una maraña de obligaciones que van erosionando el sentido del ser humano. Normalmente es bombardeado por informaciones que lo alejan frenéticamente de su vocación original. Si el hombre es capaz de ser «bueno», sólo lo será si es feliz, si tiene armonía en su interior; es decir si ama. El amor nos abre al asombro y al disfrute pleno de los misterios reservados para nuestra felicidad. No puede haber apertura al saber sin amor.

Precisamente por ello, para Hermann Hesse, lo único verdaderamente importante en el mundo es el ser más íntimo, el alma, la capacidad de amar. “Estando eso en orden da igual comer mijo o bizcochos, llevar harapos o joyas, que el mundo concuerda en pura armonía con el alma, es bueno, está en orden”. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela