Tribuna

Fui forastero y me recogisteis

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Caía la tarde cuando llegaba al pueblo. En el WhatsApp, mensaje; no era uno más: “Tengo un problema, mañana por la tarde a las 7 llega una persona a Madrid y no hay nada que coger desde Madrid, no tiene billete, ni tren ni autobús ¿Puedes aconsejarme quién puede ayudarme?”.  Destino Badajoz. El origen, cualquier lugar del mundo. Su esposa y dos hijos menores tuvieron que dejar su país en abril del año pasado.



En unión de otros compatriotas fueron recogidos y aquí, recibidos, abrazados, acompañados. Venían más que ligeros de equipaje, pero sobre sus hombros, su mente, su corazón, un enorme y tremendo peso. Por mucho que intentemos ponernos sus zapatos, no nos entran ni con calzador. Por mucho que procuremos ponernos en su lugar, dista mucho del nuestro. Sí, en muchos momentos y situaciones lo hemos intentado. ¿Habremos logrado que lo perciban ellos? Sus muchas muestras de agradecimiento nos dicen que sí en alguna medida.

Coordinar la acogida

Madrid no es Badajoz. Coordinar una acogida allí desde aquí me ocupó y preocupó. Hombre de poca fe. Junto con mi hijo Álvaro la maquinaria se puso en marcha. Contactamos con el grupo de acogida de la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias, cercana a Atocha, y nos llama Vicente Martín Muñoz, delegado episcopal de Cáritas Española. Asimismo, pedimos colaboración a los integrantes del grupo de Profesionales cristianos de Madrid. Las respuestas, haciendo fácil lo que parecía difícil, no se hicieron esperar. Vicente garantizaba un lugar para ser acogido, cenar y dormir (mientras escribo esto recibo un WhatsApp de ese belén de arena que hacen todos los años en la playa de Jesolo-Venecia).

Familia ucraniana acogida en Badajoz

De Profesionales cristianos varios se ofrecieron inmediatamente para recibirlo en el aeropuerto y llevarlo a la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias. El sacerdote Pepe Losada, junto con otro compañero, capellán castrense, lo recibiría en Barajas y lo llevarían al lugar de pernocte.  Pepe nos enviaba la foto del cartel con el nombre de la persona a acoger. Después, un corto vídeo de la salida por la puerta de llegada. Todos alegres, la familia exultante, la esposa me decía: “Hemos estado esperando durante tanto tiempo…”.

Comunidad viva y activa

Vicente me decía: “Sí. Ya lo estamos esperando”.  Cena con otros acogidos, una buena mesa en el seno de una comunidad viva, activa, que sale a la calle y acoge con cariño, con amor, haciendo que el pernoctar allí no sea una mala noche en una mala posada. Allí donde haga falta, en muchos lugares, todas las parroquias tendrían que dedicar el mejor sitio de sus dependencias para acoger, dar cobijo a todas las personas, muchas, que están a la intemperie. A la mañana siguiente, tras un calentito desayuno, servido con el corazón y mucho amor, Pepe acompañó a la estación de tren a quien, desde lejos con el corazón roto, pero con la esperanza, la ilusión y la alegría del reencuentro anhelaba abrazar a su esposa, hijos y compatriotas. El tren esta vez quiso unirse al feliz momento y fue puntual en su llegada.

Esta mañana, ya en Badajoz, en mi paseo matutino, con una confortable temperatura y con un frondoso entorno gracias a las lluvias caídas, paso próximo al piso que habita esta familia. En el balcón el padre,  mirando al  horizonte,  fuma un cigarrillo, a su lado el hijo más pequeño, desde la altura y mi bajura me presenta al padre, de ambos brota la misma palabra, quizás la que más pronto han aprendido y la que más veces han pronunciado: gracias.  Quedamos en vernos- – a media mañana nos encontramos, paseaba el matrimonio y los dos hijos, compartimos unos minutos de alegría-. Tarde y noche de feliz reencuentro soñado. Cuánto encerrará esa mirada del padre al horizonte pleno de certidumbres e incertidumbres. Gracias a ellos y a tantas personas de buena voluntad como las que han facilitado el feliz desarrollo de cuanto relato.

Desde la sencillez

Cuanto expongo es hermoso, significativo, pero no es excepcional. Y eso, desde la sencillez y más habitual de lo que podemos creernos, lo hace hermoso, lo hace no palabra y sí evangelio. Ese mensaje que muchas, muchas personas de buena voluntad en todo el mundo hacen patente cada día en tantos lugares. Es el mensaje que en estas fechas en que conmemoramos el nacimiento de Jesús hace que su venida sea buena noticia. Este belén no está construido con arena y sí con profundos cimientos, sentimientos y con el material más fuerte, más duradero: el amor. No nos quedemos en poner el árbol más grande, en el engalanado con más luces, no.

Tratemos de ser conductores de luz, calor, apoyo, misericordia, compasión, para todas esas personas que carecen de tantas cosas indispensables para tener una vida digna, la que corresponde a todo ser humano. Los cristianos tenemos mucho que aportar, que decir. Podemos y debemos. “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Si no pasa por los otros, si no es para el otro, a Él no se lo hacemos.