Tribuna

Jornada Mundial para la Vida Consagrada: Una generación entre la fidelidad y el cambio

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La época histórica que me ha tocado vivir se podría definir con muchos calificativos, pero quiero destacar lo que ha supuesto de cambiante, desconcertante, difícil y dolorosa en tantos momentos y países…, pero apasionante, en definitiva. Pertenezco a una generación a la que nos ha gustado presumir de ser la de “mayo del 68” por lo que pudo tener de cultura juvenil soñadora y rebelde, inconformista e inquieta por el cambio. Por buscar nuevos caminos que nos abrieran a una sociedad cargada de desafíos para la fe en general y para la Vida Religiosa en particular. La memoria de aquellos años está traspasada por mi experiencia de seguimiento de Jesús como Sierva de San José.



Mis primeros años de formación en la VR coincidieron con la celebración del Concilio Vaticano II, aunque en esos años no fuéramos del todo conscientes de lo que se estaba gestando en la sociedad y la Iglesia. Durante mi juventud viví de lleno los cambios que trajo el Concilio. Lo hice, por suerte, en uno de los barrios más marginados de Granada, gracias al proceso de inserción que se iniciaba con fuerza en mi congregación desde una nueva mirada al carisma y a los orígenes. Entre los más pobres, me fui sintiendo evangelizada y pude ahondar y madurar mi opción en ese nuevo contexto social y eclesial.

Fueron años difíciles, “recios”, diría Teresa de Jesús, época de muchos abandonos por parte de compañeras mías, de confusión, pero también de audacia. Algo de esto, entre otras razones, me llevó a continuar mi trayectoria de SSJ en América Latina (Colombia), otro de los grandes regalos de “mi Dios”, como dicen allí. Una experiencia que profundizó y fortaleció mi opción y me ofreció espacios y respuestas para encarnar las nuevas llamadas de Dios y seguir discerniendo los signos de los tiempos que desafiaban aquella época. Coinciden estos años con una etapa de búsqueda intensa por parte de nuestra congregación para acercarse cada vez más a la intuición original de nuestros fundadores, Francisco Butinyà y Bonifacia Rodríguez, y hacerla vida en los nuevos contextos sociales. Esto nos llevó a releer nuestro carisma y resituarlo en el hoy.

Industria cristiana

Así fuimos entendiendo que aquella propuesta de “industria cristiana” que nació como respuesta a los desafíos que suponía la naciente industrialización en el S. XIX español para las mujeres pobres y necesitadas de trabajo y futuro, necesitaba actualizarse. Descubrimos que hoy nos está llamando a generar proyectos que fomenten una economía del bien común, solidaria, participativa, social y ética, que transforme las relaciones sociales y ofrezca posibilidades de vida y justicia a los más débiles, especialmente a las mujeres pobres sin trabajo.

Ellas han sido desde el origen, con luces y sombras en el camino, las destinatarias preferentes de nuestra misión y hoy la fidelidad a ese horizonte nos vincula a la causa de las mujeres pobres y desempleadas. Nos impulsa a acompañarlas en sus procesos de empoderamiento y dignificación. Todo ello vivido desde una experiencia espiritual que tiene como referente Nazaret, aquellos años en que Jesús vivió en Nazaret, como un vecino más, junto a María y José. Una experiencia que busca encarnar la fe en el marco de la vida cotidiana, privilegiando el trabajo como fuente de encuentro con Dios.

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