No amaina la tormenta generada por la ‘Fiducia supplicans’ (FS), y los cielos eclesiásticos siguen plagados de gruesos nubarrones. Pasan las semanas y las reacciones no se detienen. Por una parte, y con una homogeneidad que no alcanza a ser unánime, algunas conferencias episcopales, ciertos teólogos y eso sí, muchos laicos, han manifestado su respaldo a Francisco de Roma.
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En la acera de enfrente se hace más ruido, y comenzando por encumbrados cardenales, hasta llegar a muchos sacerdotes, pasando por no pocos obispos y monseñores, se acusa al papa Francisco de coquetear con la herejía, de contravenir la doctrina tradicional de la Iglesia en materia sexual, de abaratar la gracia con bendiciones indebidas: casi el demonio en el Vaticano.
Quienes han tomado este partido, esgrimen una filosa espada que nos amenaza y exige una decisión: o estamos con el Papa o con el Evangelio, dando a entender que aquél se ha venido alejando de éste, y la referida declaración es la cereza sobre este pastel sacrílego.
Me parece que no han leído con detenimiento el texto. Además de que del numeral 14 al 19 se habla explícitamente de las bendiciones en la Sagrada Escritura, el documento se sustenta en 31 citas referenciales, que van desde las respuestas a los ‘dubia’ (dudas) propuestas por algunos Cardenales, hasta repetidos aportes de Congregaciones vaticanas -para la Doctrina de la Fe, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos-, pasando por notas de rituales y bendicionales oficiales, con una referencia a Benedicto XVI. No se le puede achacar a la declaración falta de rigor teológico.
El problema es otro, y no que Francisco de Roma se vaya apartando del Evangelio. Lo que molesta es, precisamente, lo contrario: que el Papa argentino y el cardenal Fernández ofrecen una visión nítida del mensaje de Jesucristo, resaltando su misericordia e inclusión. Este Evangelio, el auténtico, molesta a quienes, ostentándose como santos y respetuosos de la ley, no tienen empacho en excluir a quienes consideran pecadores, en vez de tenderles la mano.
Ya he referido en otras entregas que, aceptando el avance doctrinal de la FS, pues nos invita a bendecir sin juicios morales ni exigencia de méritos para recibir tales bendiciones, hay todavía mucho por avanzar. Todavía al homosexual se le exige el celibato obligatorio, y ello lo continúa privando de la gracia sacramental. Imagino cómo reaccionarán en el futuro los que hoy se rasgan las vestiduras, cuando se permita el matrimonio entre personas homosexuales… porque llegará el día en que se permitirá.
La disyuntiva, entonces, es falsa, por la premisa que la alimenta. El Papa Francisco no se aleja del Evangelio, sino que nos acerca a él. Estar con el Papa es optar por el Evangelio.
Pro-vocación
Este año tendremos elecciones en México. Además de presidente -de seguro, presidenta- se escogerán innumerables cargos públicos. Como en ocasiones semejantes, y cada vez que un clérigo invite a participar, enfatizando el derecho-deber de votar que tenemos los seguidores de Jesús, no faltará quien lo conmine a recluirse en las sacristías, alegando: “¡Recuerda lo que dijo Jesús: dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios!”. Volveremos sobre el tema en su momento.