Vistas las anteriores preocupaciones el sabio en la Biblia se pregunta ¿para qué perder la salud y el sueño? ¿para qué atraer aduladores que solamente buscan mi hacienda?: “¿De qué nos ha servido el orgullo? ¿De qué las riquezas de que presumíamos? Todo aquello pasó como una sombra y como un rumor fugitivo. Como nave que corta las aguas ondulantes, de cuyo paso es imposible encontrar rastro ni sendero de su quilla entre las olas.” (Sab 5, 8-10) ¿Vale la pena sacrificar tantas cosas, vivir tanto desasosiego, tener tantas dudas sobre la sinceridad de quienes nos rodean, solamente por acumular unas riquezas que pueden irse de nuestras manos en poco tiempo, ya sea por un revés de la fortuna o por nuestro fallecimiento?
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Todos los esfuerzos realizados por acumular se pueden desvanecer deprisa. Las riquezas tal y como vienen se van. Además, todo lo que se ha juntado no sirve de nada cuando llega el día de nuestra muerte. “Como salió del seno de su madre, desnudo, así se volverá, yéndose como vino; de su trabajo no se puede llevar nada consigo.” (Qo 5, 14) A la hora de rendir cuentas a nuestro hacedor, las riquezas son inútiles y con demasiada frecuencia acaban beneficiando a otros.
Nuestro afán por acumular puede terminar en manos de quien menos esperamos, ganamos para nosotros pero acaba beneficiando a otros: “al malhechor le impone la carga de allegar y amontonar para dejárselo después a quien Dios quiera.” (Qo 2,26) No sabemos a quien van a beneficiar nuestras riquezas, tampoco nos las podremos llevar con nosotros ni nos serán de ninguna utilidad cuando perezcamos ¿Para qué esforzarse entonces en acumularlas?
Sistema garantista
Es verdad que en nuestros días, el sistema económico en el que vivimos parece montado para que quienes tengan riquezas las conserven y no las pierdan fácilmente. Se ha querido quitar la incertidumbre que antes tenía cualquier persona adinerada, para que estén incentivadas a acumular, para que busquen ganar más dinero, con la seguridad de que el Estado va a defenderlas de que las puedan perder fácilmente. Estamos en un sistema bastante garantista para quienes tienen (y poco para quienes viven en la pobreza o tienen poco). A pesar de esto, nada nos protege de algunas circunstancias como la crisis que tuvimos a principio de este siglo en la que muchos beneficios rápidos que se hicieron durante los años de bonanza se esfumaron mucho más aprisa de lo que llegaron.
Por todo ello los sabios bíblicos se preguntan ¿De qué sirven los esfuerzos por acumular y los sacrificios que hay que hacer para conseguirlo? ¿No hubiese sido mejor disfrutar de sus ganancias cuando las tenían? Tener más nos llena de bienes finitos que no nos sirven cuando tenemos que ponernos cara a cara ante los elementos infinitos de nuestra existencia: el amor, el sentido de la vida, las amistades, la muerte como parte de nuestra existencia, la plenitud… Acumular bienes finitos no nos ayuda a tener una vida plena.