Tribuna

Amoris laetitia

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En la exhortación apostólica ‘Amoris laetitia’, el papa Francisco, intenta penetrar en el complejo universo del amor.



Aventura compleja en cuanto a que tenemos claras las dificultades que se presentan ante la profundidad del amor como concepto, y más complejo se vuelve si nos persuadimos de la superficialidad con que lo hemos tenido los últimos tiempos. A veces nos resulta equívoca, palabra extraña que se bifurca constantemente en muchos sentidos.

El papa se ubica en lo que asumimos como el verdadero sentido de la palabra: el amor de Cristo que nos introduce al dulce calor de su mirada, a partir de la cual podemos asumirlo todo en los mismos términos en que lo define magníficamente San Pablo en su primera epístola a los Corintios.

Nos hemos concentrado en uno de los nueve capítulos de la exhortación, el referido al amor matrimonial, con la finalidad de mostrarlo como bitácora para la vida cotidiana de los matrimonios y de las familias que a bien tengan abrirse a un amor que es paciente, servicial, sin envidia, sin alardes, sin arrogancia, sin dureza, sin egoísmo, “no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. “Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co 13,4-7).

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Palabras sobre el perdón

El perdón es muchas veces el amor actuando y el amor está en nosotros. Escribe Anselm Grün que el amor no transforma únicamente mi propio corazón, sino también la convivencia entre las personas. Es como la levadura que actúa en la sociedad, como una luz que ilumina la oscuridad de este mundo, por ello nos abre a la posibilidad del perdón que, a su vez, nos aleja de la certeza de vivir la amargura. Por ello el papa nos alerta aconsejando que “si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor que se añeja en el corazón”.

El perdón es la cima de esta experiencia, pues, sabiéndose débil, comprende la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona, como Jesús cuando dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Las parejas cometen un grave error al caer en esa inútil espiral de buscar culpas, la de vivir pensando que el otro vive de malas intenciones, el amor sucumbe ante el rencor que inconscientemente establecemos como modo de vida.

Es así como cualquier error de uno de los cónyuges termina por dañar, a veces de manera irreparable, el vínculo amoroso.

¿Dónde comienza el perdón?

Entiende el papa que para poder perdonar es prioritario atravesar por la experiencia de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos. “Hace falta orar con la propia historia, aceptarse a sí mismo, saber convivir con las propias limitaciones, e incluso perdonarse, para poder tener esa misma actitud con los demás”.

¿Cómo es que todo lo perdona el amor? El amor todo lo perdona cuando aceptamos en nuestras vidas y desde nuestras vidas que el amor de Dios es incondicional, “que el cariño del Padre no se debe comprar ni pagar”, allí entramos en la comprensión luminosa de que podemos amar más allá de todo, quien ama más allá de todo, todo lo perdona, incluso perdonar a aquel que ha sido injusto con nosotros.

El amor todo lo cubre, todo lo guarda para sí, todo lo envuelve en silencio, todo lo guarda en el corazón como en María. “Implica limitar el juicio, contener la inclinación a lanzar una condena dura e implacable: ‘No condenéis y no seréis condenados’ (Lc 6,37)”. Esto no se trata de la ingenuidad de quien pretende mirar hacia otra parte o de pasar por alto las dificultades o las debilidades del otro. No, se trata de ampliar la mirada, recordando que esos defectos “son solo una parte, no son la totalidad del ser del otro”.

Una situación desagradable ocurrida dentro de la relación, no es la relación, lógicamente, tampoco lo son las situaciones agradables, pues estas también nos pueden conducir a apreciaciones alejadas de la realidad. El amor convive con la imperfección, la disculpa, y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela