El sacerdote Thomas Vogl, experto en homilética de Ratisbona (Alemania), advierte que el sermón no es una tribuna de opinión en la que saldar los propios asuntos. Ante la condena a un diácono en el país germano por haber minimizado el Holocausto, el profesor propone que ante los exabruptos en el púlpito “el diálogo personal [con el celebrante] es definitivamente mejor que levantarse en un servicio religioso y gritar basta”.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Jo Bailey Wells, la obispa anglicana que asesora al C-9 de Francisco
- Regístrate en el boletín gratuito
Para Vogl en la asamblea hay gente muy variada con sensibilidades diferentes. Por ello a un predicador le aconsejaría que “busque el contacto visual con los fieles y preste atención a su lenguaje corporal, para ser sensible a este tipo de resonancia. También puede quedarse en la puerta de la iglesia al final de la misa y mostrarse accesible. Por último, está la retroalimentación. Eso es muy valioso y constructivo para los predicadores” apunta en una entrevista con katholisch.de.
Sermones polarizados
El sacerdote recuerda que la homilía “debe permitir que la palabra de Dios surta efecto, profundizarla y hacerla comprensible; debe animar a la gente a comprometerse más con ella”. “Sin embargo, el sermón no debe ser portavoz de opiniones personales que vayan más allá o incluso vayan en contra de la Ley Fundamental”, advierte. Y es que en la predicación se da la paradoja de que “la homilía es un acto dialógico que continúa el diálogo de Dios con nosotros los humanos a través de su palabra, pero formalmente en el acto sigue siendo un monólogo y no está orientado a un diálogo y un discurso inmediatos. Los que se limitan a afirmar tesis controvertidas dejan a los oyentes solos con ellas. No hay ninguna oportunidad inherente al sistema para la retroalimentación”, por ello, añade “quien solo utiliza una homilía para promover sus propias posiciones teológicas o políticas está haciendo un mal uso del sermón”.
Ahora bien, añade que “Jesús también fue un personaje polémico” pero “no discutía por discutir, sino para llamar la atención sobre el propósito mayor de su misión. Le preocupaba intensificar la relación de la gente con Dios y mostrarles lo que Dios realmente quiere de las personas. Con los sermones polarizadores, sin embargo, no tengo la impresión de que esto ocurra con esta actitud”. Por ello reclama que “siempre se critica que un sermón no debe ser político. Pero eso no es cierto: ser cristiano significa también representar valores que nos confía el mensaje de Jesús,y eso implica siempre tomar posición en el mundo. Por eso es importante dar testimonio de estas actitudes de forma tan convincente y convincente como el propio Jesús, pero también comunicarlas y crear un espacio abierto al debate y a la discusión en profundidad”.