¿Qué pasó en Ravensbrück? Este campo de concentración fue construido para albergar a mujeres. Al horror brutal y vejatorio que se vivió en todos los campos, a este se le sumó el hecho de que muchas prisioneras fueron obligadas a prostituirse para solaz de los mandos nazis en lo que fue “un gran burdel”. Por si fuera poco, de aquel campo pasaban a otros en lo que se considera una verdadera red de trata. Esta es la brutal historia de nos cuenta Fermina Cañaveras en ‘El barracón de las mujeres’ (Espasa).
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PREGUNTA.- ¿Cómo es posible que ignorásemos este hecho?
RESPUESTA.- Pasó de puntillas y la historia se lo tragó. Es muy doloroso. Muchas de las que salieron no lo contaron, debido al estigma de haber sobrevivido al “infierno”, como lo llamaban. Empieza a funcionar en 1939 con la idea de gestionar la trata de mujeres y moverlas a otros campos como Auschwitz o Mauthausen.
Pensado para ellas
P.- Les tatuaban en el pecho la palabra “puta”, pero ¿se desconoce la cifra exacta?
R.- Sí, porque como empezó siendo un campo de mujeres, hasta 1941 en que entraron hombres, estaba solo gestionado y pensado para ellas. A las guapas, y que no eran judías, las seleccionaban las guardianas para prostitutas. No se sabe las que pasaron porque, por ejemplo: si eran mayores de 50-55 años, menor de ocho o iban embarazadas, ni las registraban. Iban a la cámara de gas…
P.- Violadas sistemáticamente, ¿qué ocurría si se quedaban embarazadas?
R.- Pasaban al pabellón de la experimentación. Las llamaban “las conejas”. Experimentaban con ellas y con sus hijos, que terminaban de alimento para perros. Algunos niños, pocos, lograron sobrevivir.
Unas 400 españolas
P.- ¿Cuántas españolas pasaron por allí?
R.- Que se tenga constancia, pasaron unas 400 mujeres españolas. Y que yo sepa, de ellas, 26 ejercieron la prostitución en Ravensbrück, pero probablemente hubo muchas más. (…)
P.- La mayoría de las mujeres que consiguieron salir vivas lo consiguieron por las familias que crearon, ¿cómo era esa sororidad?
R.- Con las pocas fuerzas que tenían, la mayoría lo consiguió por las “familias” que crearon. Se llamaban hermanas y cuidaban las unas de las otras. Las más mayores hacían de madres y cuidaban a las más jóvenes y las chicas intentaban que las mayores durmieran en las literas más altas para que el orín no les cayera, robaban comida para ellas, jugándose la vida. Aquello las mantuvo vivas. Escribían los nombres de las asesinadas y se contaban los sueños cada mañana. Eso que hoy llamamos sororidad, se dio allí en grado sumo. Necesitaban sobrevivir, juntas, para contarle al mundo lo que había pasado. (…)