Hace unas semanas, tuve ocasión de participar en la Asamblea Plenaria del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del cual soy miembro. Confieso que fue una agradable sorpresa. ¿Por qué?
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Más procesos para el primer anuncio
- Regístrate en el boletín gratuito
Porque siempre es enriquecedor y entusiasmante experimentar, en vivo y en directo, la catolicidad de la Iglesia. En este caso, unas sesenta personas, provenientes de todos los horizontes del planeta, hemos compartido fraternalmente la oración, la reflexión, el intercambio de buenas prácticas y la convivencia en lo cotidiano. Es cierto que la presencia de laicos y de mujeres era escasa: la mayoría éramos sacerdotes y obispos. Pero el camino está abierto; será largo y arduo, porque, justo es reconocerlo, el litúrgico no es el campo que más atrae a los laicos.
En segundo lugar, porque he podido constatar que el cambio propugnado por el papa Francisco para la Curia vaticana ha empezado a hacerse realidad. En efecto, he encontrado a los responsables del Dicasterio y a sus colaboradores en actitud de escucha y búsqueda de lo mejor para la Iglesia, en este caso en materia de formación litúrgica para los ministros ordenados y el Pueblo de Dios. Es decir, que son personas que han comprendido que la misión del Dicasterio es prestar un servicio al Papa y a las Iglesias locales, y no ser un organismo intermedio entre el Papa y dichas Iglesias. La ‘Praedicate Evangelium’, documento de reforma de la Curia, propugna precisamente eso: ser organismo de servicio y no de poder.
Disciplina
Finalmente, porque creo que estamos en el buen camino para que este Dicasterio deje de tener la imagen –¿merecida o inmerecida?– de ser una especie de “policía litúrgica”, más preocupado por descubrir, perseguir y corregir errores y abusos litúrgicos que por promover la formación.
En ese sentido, no estaría mal desprenderse, al menos en el nombre, de la palabra “disciplina”. Quedaría mejor ‘Dicasterio para el Culto Divino y los Sacramentos’. Es cierto que la palabra “disciplina” es de la misma raíz que discípulo y que significa “aprendizaje” en una de sus acepciones. Pero, lamentablemente, en diversas lenguas la disciplina se identifica con la acepción más negativa, equivalente a sancionar, corregir y poner orden. En el colmo, el verbo “disciplinar” ha llegado a significar “azotar por mortificación o por castigo”, y son sinónimos suyos “someter, imponer, corregir y obligar”.
Carguemos las tintas en la formación y en la promoción.