Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Imán y obispo, hermanos de padre


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De nuevo ha llegado el mes del Ramadán. Mientras en algún lugar musulmanes y cristianos andan a la greña, en otros la convivencia amistosa y la colaboración en la causa del bien común son moneda corriente.



Esto último es normal en muchos países africanos, en los que imán y obispo son infaltables en las grandes fiestas de unos y otros y en los acontecimientos civiles de importancia.

En una de esas ocasiones de encuentro obligado, el imán, invitado de honor a una fiesta cristiana, saludaba al obispo diciéndole: “Somos hermanos, hijos del mismo padre, que es Dios, pero de distinta madre, que es cada una de nuestras religiones”.

Se da el caso, no infrecuente, de familias en las que los hermanos y los padres han optado religiosamente de diferente forma. Y no parece que eso les suponga mayor problema.

En expresión de un gran místico musulmán, la única religión es el amor, de la cual todas las demás son variedades. Fue Juan XXIII quien popularizó aquello de que “es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”. Él se refería a las diferentes Iglesias o confesiones cristianas (ecumenismo), pero lo mismo puede aplicarse al diálogo interreligioso islamo-cristiano. También entre musulmanes y cristianos el patrimonio común religioso sobrepasa con mucho el repertorio de nuestras diferencias.

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El Concilio Vaticano II, en la declaración ‘Nostra Aetate’, nº 3, presenta estos elementos de fe que nos son comunes: “Los musulmanes adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma, como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios, honran a María, su madre virginal, y a veces también la invocan devotamente. Esperan el día del juicio…, aprecian la vida moral y honran a Dios con la oración, las limosnas y el ayuno”.

La familia de Dios

Cuando Jesús rezó al Padre, poco antes de morir, pidiéndole que todos seamos uno, no podía referirse solo a quienes nos adherimos a su doctrina, sino a todos, a toda la familia humana, que es la familia de Dios.

¡Qué buena ocasión esta del Ramadán para acercarnos a los vecinos, compañeros, amigos o desconocidos musulmanes y desearles un buen mes! Y para profundizar en nuestra relación con ellos.

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