La casa de Abrahán

Lramon 18(Lucía Ramón Carbonell– Profesora de la Cátedra de las Tres Religiones de la Universidad de Valencia)

“Confesarnos hijos e hijas de un mismo Dios y descendientes de Abrahán pasa por reconocer y reconstruir la fraternidad entre las tres religiones “hermanas”. Necesitamos fortalecer nuestra conciencia de pertenencia a una misma familia, en favor de toda la humanidad”

El documento de trabajo del Sínodo sobre la Palabra de Dios que se inaugura el domingo 5 de octubre menciona la figura de Abrahán en referencia al diálogo interreligioso. Para judíos, musulmanes y cristianos es mucho más que nuestro común y remoto ancestro: es un modelo de fe y una gran interpelación.

Hace ya años, el ecumenista Josef Kuschel proponía profundizar en lo que implica compartir su fe, pertenecer a la misma casa. Abrahán es un punto de encuentro entre nosotros y una instancia crítica para las tentaciones de exclusivismo. Él fue un inmigrante, un extranjero: nadie puede apropiárselo. Su modo originario de vivir la fe es “hallarse en camino”. Su fe no es la de alguien que se cree en posesión de la verdad, sino la de aquél que va tras la verdad y marcha, con confianza, “hacia lo desconocido”.

Como dice Kuschel, pasa por la prueba de una larga experiencia de vida y contiene una mezcla muy humana: un poco de duda, de angustia, de jugarse el todo por el todo con su Dios, de obediencia sin rechistar y también de regateo inteligente. Es una fe exigente con el creyente pero tolerante con los que adoran a Dios de otra manera. Sólo rechaza la idolatría: la divinización de las creaciones humanas. Su centro es la entrega confiada a la voluntad de Dios: emuna, pistis, Islam.

Confesarnos hijos e hijas de un mismo Dios y descendientes de Abrahán pasa por reconocer y reconstruir la fraternidad entre las tres religiones “hermanas”. Necesitamos fortalecer nuestra conciencia de pertenencia a una misma familia, en favor de toda la humanidad. La memoria de Abrahán, Sara y Agar, no es letra muerta, necesita ser actualizada.

En el nº 2.630 de Vida Nueva.

Compartir