El pasado Viernes Santo, durante los oficios, ocurrió algo que hasta entonces jamás había presenciado: empezada la celebración, entró en la iglesia un chico con un perro. Antes de percatarme de que se trataba de un perro guía en situación de entrenamiento, confieso que me planteé la posibilidad de decirle algo al muchacho, aunque la verdad es que el perro se estaba portando extraordinariamente bien y no causaba ningún problema. Quizá por eso al final la situación me llevó a plantearme una pregunta que quizá no tenga sentido para muchas personas: ¿se salvarán los perros, los animales en general?
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En mi opinión, es indudable que la diferencia sustancial entre los animales y las personas es innegable y un dato adquirido en la tradición cristiana. Esto es conveniente decirlo en una época en que el animalismo y el ecologismo en general han hecho que, para muchas personas, apenas haya diferencias entre animales y seres humanos.
Pero, a la vez, hay que tener en cuenta que en la Escritura hallamos expresiones en que los animales están incluidos en la “creación”, que encuentra su dependencia y sentido en Dios. Así lo vemos, por ejemplo, en la alianza que Dios establece con Noé:
“Dios dijo a Noé y a sus hijos: ‘Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañan, aves, ganados y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra […]’. Y Dios añadió: ‘Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi alianza con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes’” (Gn 9,8-15).
Gloriosa libertad
El mismo san Pablo, hablando de la vida en el Espíritu, afirma: “Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto” (Rom 8,19-22).
En esta creación, sin duda están incluidos los perros, y los gatos, y los papagayos. Y, aunque no sepamos muy bien cómo, también ellos nos acompañarán en la nueva Jerusalén.