Parece que el hombre de hoy está abocado sobre su realidad compleja, a veces nos supera el pensar que somos cíclicos, ojalá naciéramos para vivir sin límites de nada, que nadie nos pusiera limites o cerrará las puertas en la vida.
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Pienso en el sacerdocio, en los matrimonios, en los eternos noviazgos… todo parecía eterno antes… hoy en día las decisiones que se toman en la vida son incluso incomprendidas por muchos. Ya no es para siempre el amor, ya no es para siempre la vida, bueno de razón todo se acaba, dice una canción reconocida.
Pero la razón de este artículo es que nosotros nacimos para morir, parafraseando los filósofos cuando hablan de la muerte como un límite de ser humano, de una manera somos temporales, la misma vida nos reclama que hemos realizado en este corto ciclo, si le preguntáramos a los santos que hicieron de heroico, pues seguramente tendríamos tantas anécdotas que nos parecerían algunas irrisorias, otras difíciles de comprender, pero en nuestro tiempo todo ha cambiado, ahora que escribo este artículo en mí, algo cambia por dentro como escritor, como lector, como persona estudiada o no, creo que todos pensamos en algún momento de la vida cuantos ciclos hemos cerrado bien o de pronto hemos dejado algún resquemor en algo o alguien.
Jesús como maestro, cerro su ciclo con Pedro, que lo negó tres veces y tres veces lo perdono con el mayor motor o motivante que tenía el amor del Padre y el amor por la humanidad en la resurrección, Jesús resucitado se le aparece y le sana el corazón herido porque no podía dejarlo así, debía cerrar su ciclo, pienso cuantos de nosotros hemos podido cerrar nuestros ciclos abiertos por heridas del pasado con alguien.
Jesús en el encuentro con María Magdalena cierra su ciclo que amor, muy diferente al de cualquier ser humano, Jesús que liberó a María de siete demonios, la hace discípula y la forma en su escuela del amor como entrega, luego va a cerrar su ciclo cuando se aparece resucitado frente a ella y ella solo lo reconoce cuando la llamo por su nombre: ¡María! Que tan importante es el nombre como identidad del ser, es como decir: ¡aquí estoy vivo! Pero ella no comprende y quiere retenerlo para sí, Jesús le dice; ¡suéltame! Déjame, que todavía no he subido al cumplir el ciclo de mi vida con el Padre. Ella solo ante esta explicación comprende que debe dejarlo ir, que no puede retenerlo, porque tiene una misión más importante por la humanidad.
Así mismo el papa Benedicto XVI, supo dar esa declaración que a todos nos dejó fríos en su momento, renunció a ser papa, algo histórico, no porque fuera el primero ni el último en hacerlo, sino porque aun amando a su Iglesia prefirió dar un paso al costado para que surgiera Francisco como papa, tal vez comprendió que su ciclo debía terminar, no porque tuviera los años suficientes o porque estuviera enfermo o hubiese perdido sus facultades mentales, lo hizo como un acto de amor, al estilo de san Juan Eudes: “nada quiero y lo quiero todo, Jesús es mi todo, fuera de Él todo es nada, quítame todo”. Es un acto de amor o una declaración de amor y servicio que sabe que puede hacerlo por el bien de la Iglesia y seguramente de su paz integral.
Ahora hoy en día, reconocemos que saber cerrar ciclos en momentos que te atormentan, te quitan la paz, sufres y a veces sientes que tu vida es un ciclo que debes saber cerrar, es lo más sano en tu vida, no porque quiera solamente por cuestionarte en lo más profundo de tu ser, sino porque es lo más sano en la vida y en los ejemplos que presenté solamente son unas pequeñas gotas en el mar para buscar el equilibrio en la vida, vivir sanamente, vivir como Dios quiere y no esperar que los demás nos digan que hacer o que no hacer.
Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios