En este mundo cambiante se nos dice que, para llegar a los jóvenes, tenemos que utilizar los nuevos medios de comunicación, las nuevas tecnologías. Que es bueno llegar a ellos a través de las pantallas, utilizarlas junto con las aplicaciones más populares porque ahí es donde están los jóvenes (y también muchas personas adultas). La pantalla, la tecnología, se nos presenta como el lugar privilegiado para comunicarse con aquellos que tienen una edad reducida. Parece que todas las nuevas tecnologías son un sistema que nos ayuda a acercar a las personas, que nos permite tener unas mejores relaciones con los otros.
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Sin embargo cuando paseaba por Taizé no veía a los chavales cara-pantallas como los veo muchas veces por las calles de nuestras localidades o en mi universidad entre clase y clase. Paseaban, conversaban, iban con otros hablando, sonriendo, en grupo, con caras de felicidad. Recuerdo que eso es una de las cosas que te sorprenden la primera vez que llegas a Taizé. Ves a cantidad de grupos de chavales que van contentos, conversando y riendo de un lugar a otro y tú, que acabas de llegar, que no sabes nada, te preguntas ¿Donde van? ¿Por qué están tan contentos? ¿Qué hay que hacer aquí? ¿Qué se espera de mí?
Contacto personal
Y esta es una de las claves inmutables de las que hablaba la semana pasada. El contacto personal es insustituible. La relación verdadera y fructífera se establece en el contacto personal. Por eso, si conoces a alguien de manera exclusivamente telemática, por correspondencia o por teléfono, tienes siempre la necesidad de encontrarte alguna vez con ella, de quedar, para verla, para sentirla, para tener esa relación que solamente puede darse personalmente. Y hay que tener en cuenta que nunca sucede lo contrario. Es decir, cuando conoces y te relacionas con alguien de una manera directa y presencial, no estás deseando alejarte de esa persona para poder comunicarte con ella de manera telemática, no estás diciéndole “qué ganas tengo de que hagamos un zoom entre los dos, estoy deseando que nos alejemos para tener la oportunidad de hablar contigo con el whatsapp”
Porque los medios telemáticos nos sirven para sustituir el vacío de la distancia, para solucionar cuestiones prácticas, pero no para alcanzar el placer del encuentro personal, para establecer una relación basada en la confianza, en el cariño mutuo, en la amistad profunda. Esto solamente lo hace el encuentro personal. Por eso en Taizé ves a las personas relacionándose, hablando, mirándose a la cara, estando con los demás. Y aquí es donde se puede hacer realidad del amor de Dios, el darse a los demás y acoger lo que ellos me dan. No nos damos cuenta, pero allí estamos rezando con el otro, estamos conversando con el otro, estamos cantando con el otro. En un mundo en el que cada vez más nos relacionamos con máquinas, allí lo hacemos con personas verdaderas y esto da sus frutos.