Los obispos españoles recientemente nos invitan y recuerdan la tarea de leer en creyente los acontecimientos de la vida: “La mirada contemplativa, que es una mirada de fe, profunda, sobre lo que sucede en la vida cotidiana de las personas, los hogares, las calles y plazas, las ciudades y los pueblos. Dios ya está presente entre nuestros conciudadanos promoviendo la solida-ridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia, de belleza, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino des-cubierta, desvelada (EG 71). “Para lograr un diálogo como el queel Señor desarrolló con la samaritana, junto al pozo, donde ella buscaba saciar su sed (cf. Jn 4,7-26)” (EG 72). (Exhortación pastoral: ‘Iglesia acogedora y misionera’, 31).
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Ecos de una reflexión necesaria al hilo de un acontecimiento de dolor y sufrimiento en nuestro barrio de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe: ‘El verdadero duelo ante un matricidio’. Me impactó la noticia de la muerte de Carmen Tejero, causada por su hijo. Me quedó grabado en el corazón y no dejo de recordar el suceso en mi interior. Siempre con esa pregunta profunda del sentido de la vida, sobre todo cuando se produce de este modo tan doloroso la muerte.
¡Qué habrá pasado por su mente!
¡Qué misterio! El hijo, por orden del juez, ha sido ingresado en una unidad de psiquiatría. ¡Qué habrá pasado por esa mente y qué relación habrá tenido con el corazón en esa decisión brutal de acabar con su perro de casa y con el ser que más lo ha querido en su vida, las entrañas de madre! Recuerdo que, siendo formador en el seminario, uno de los jóvenes, un chaval sencillo, pobre, auténtico comenzó a sentir problemas internos, deseó salir del seminario para formarse. Al volver periódicamente para seguir acompañado en su formación vi cómo comenzaba a sentir ideas persecutorias, de rasgo esquizofrénico, su padre tenía alguna discapacidad de ese tipo. Después su vida ha sido de un gran sufrimiento, sobre la base de un ser natural, sencillo y pobre. Siempre he tenido presente el misterio del dolor incurable, pero sabiendo que no es incuidable. Su madre nunca lo ha descuidado y ha llevado todas sus dolencias sobre ella.
Ante este dolor mortal de Carmen, necesito interiorizar el hecho y leerlo en las claves de un sentido que vaya más allá de la locura destructiva de la muerte de una madre a manos de su hijo. Y para eso necesito entrar en el juicio y sentir de esa madre que ya ha fallecido. Pienso en el amor de Dios que es sobremanera, sin medida, contradictorio por su demasía. En los datos que me llegan: Maestra, activa, creativa, pionera en la adopción como mujer soltera, cuidadosa con sus hijos, educados para la vida, normales, integrados en sus ámbitos escolares y de barrio, cuidadora de los animales, empeñada en educar en valores vitales a sus alumnos. Imagino el corazón de esa mujer que tanto deseó ejercer su maternidad con quien la necesitara para que pudieran sentir el amor que en ella se desbordaba. Llegando a la adopción doblemente por puro amor, por exceso, para darse, para llenar de sentido lo humano, no marcó deber y haber. Todo se entendía como donación a la vida, echando lo que tenía para vivir.
Con el juicio de su madre
Y miro a los hijos, sí, no puedo dejarlos de llamar hijos, y quiero mirarlos con el juicio de su madre, de quien estaba dispuesta llegar a lo último por ellos. Este hijo no ha podido recibir el amor que le ha querido dar, algo está tan roto en él, tan destruido, que ha sido incapaz de amar y le ha invadido un deseo destructor. Ella una mujer de luz, confiada y generadora de confianza, con esperanza y capacidad de esperanzar a los otros en su vida, y llena de amor, sintiéndose amada y reconocida en su quehacer de madre para con ellos. Algo interior ha sido monstruoso en él y ha aparecido con rotundidad. Los medios hablan que envió un mensaje a sus compañeros diciéndoles que en su vida ya no sería la misma, que se iba a mudar, no se volverían a ver, en el día que terminaba sus clases lectivas, pues estaban terminando bachillerato.
Ahora habrá juicio, se explicarán las causas, los modos… ¿o no? Pero permanecerá el misterio y la mirada que suplica que el amor ha de seguir siendo más fuerte que la muerte. Esta muerte cruenta no ha acabado con el amor de la madre, sino que lo ha hecho definitivo y eterno. La vida solo merece la pena para amar, aunque eso te pueda destruir. Asi lo manifestaban las compañeras en el ritual de despedida.
El dolor de la indignación
Tú, Carmen creíste en el amor, y yo hoy no quiero quedarme en el dolor de la indignación y la acusación, las reflexiones emotivas, yo quiero quedarme con tu amor sacrificado, con tu enseña levantada para toda la humanidad, con el grito de que hay modos de vivir y de tratar que matan a los pequeños y los dañan para siempre y los hacen incapaces de recibir y dar un verdadero amor. No sabemos lo que habrá de misterio psicológico en este adolescente, los profesionales se acercarán con el deseo de aclarar, pero por favor no perdamos la mirada del amor que ella tuvo hasta el último momento, la imagino entregando su vida con el mayor dolor, pero sobre todo con el mayor amor.
Ahora toca elaborar el duelo, ocasión propicia para una reflexión profunda en la sociedad. Los educadores hablan de jóvenes –en este caso este hijo- que no saben encauzar los límites, el dolor, el fracaso, etc. La cuestión del sentido de la vida sigue siendo urgente y necesaria. Ellos son un altavoz de una sociedad cansada y desesperanzada en muchos casos. La madre lo es de una mujer esperanzada y enfrentada al dolor de la soledad y el desamparo con mucho amor, el que ha da dado a su hijo y también a su hija que ahora queda huérfana y en soledad. El interrogante es radical: ¿dónde y cómo me sitúo en este calvario viviente? ¿En qué dirección queremos vivir y educar en nuestra sociedad? Apostemos por Carmen y por su amor entregado para generar vida, aunque ella se haya encontrado de bruces con la muerte, porque mucho amó.