Acaba de fallecer la hermana Paula, del convento carmelitano de Talavera la Real. Dios ha jugado mucho con ella en la vida y ella ha hecho lo propio con El, era su amigo y su amado, y se sentida tan amada que no podía hacer otra cosa que desear estar a su lado. Desde joven, lectora empedernida, se dio cuenta que todo aquello que leía en la novela sólo eran cuentos y comenzó a sentir que algo le llamaba y que era la “verdad”, se enamoró de ella y se fue a buscarla, y según la iba descubriendo se encontró con el AMOR, y desde ahí todo fue locura. Se emparejó con su persona, su palabra, su pan, su cruz y su mirada para siempre.
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No quiso intermediarios y se escondió con Él en el convento sencillo y callado de Talavera, nacido hace más de cuatrocientos años, el primero carmelitano en Extremadura. Hicieron la locura que sólo conocen los místicos, amar, amar y amar, sin más cortapisas y con toda libertad. Cuántas veces ha gritado esta hermana por ese patio divino que se sentía la mujer más libre del mundo entre esas paredes blancas, desde las que sólo se podía ver cielo.
Humor y entrega
Desde ahí, en la comunidad de sus hermanas, con la gracia, el humor y la entrega, se ha fue preparando para entregarse, servir y ser totalmente para Dios, sin reservarse nada para ella y avanzando en el deseo del encuentro definitivo y eterno… Cuánta vida oculta y profunda, cuanta sequedad y cuánto consuelo, sólo Dios y ella lo saben.
María como modelo ha ocupado su mirada y le ha enseñado a esperar con confianza, a servir con humildad, a escuchar con el silencio, a meditar con el corazón y a sonreír con el alma. La ha llenado de alegría para que ella pudiera alegrar, en la mayor finura podía recitar el poema más irónico y dicharachero, y con fuerza despreciaba todas las riquezas de este mundo y todos los amores que no son verdaderos. Sin envidiar nunca ninguna riqueza, porque aun con dolor y oscuridad, ella siempre tocaba el absoluto del deseo y la caricia del creador. Como María, fue sierva para ser reina, fue esclava para ser señora.
Hambre de Dios
Y ahora su encuentro con Cristo glorioso, no creo que haya en el mundo alguien que haya gritado tanto que quería irse con El, que no le hacía caso y la mantenía aquí. Ahí el juego le ha probado en la paciencia, ya va cargada de vida, de esperas y de impaciencias, porque en este amor, la iniciativa siempre la tiene el Señor, y sus amigos han de saber esperar. Pero como diría ella, hambre que espera hartura no es hambre ninguna, aquí recibió las señales, el gusto de lo encarnado y la prueba de la fraternidad en Cristo, ahora le toca el encuentro en la gloria, el descanso de lo eterno.
Ya está fundida en el amor verdadero, ahora la oración es cara a cara sin intermediario alguno, ahora la mirada es a solas, pero con toda la humanidad y toda la creación. Ya has entrado en la nueva creación, en el jardín de lo definitivo y de la alegría colmada. Ahora nos cubrirás con tu toca y tu manto y nos acariciarás con los dedos del mismo Dios que te toca y te abraza para siempre. Aquí nunca te olvidaremos y seguiremos deseando ir al cielo, como tú lo deseabas.