Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Corpus Christi: ser Eucaristía


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Este jueves se ha celebrado en algunos lugares el Corpus Christi, y en la mayoría se va a celebrar este domingo. Lejos queda aquello de que “tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el jueves de la Ascensión”.



Queda solo –porque es imposible cambiarlo– el Jueves Santo; y no reluce demasiado porque en muchos países, incluso de tradición cristiana, es un día de trabajo. Para la Iglesia misma no es un día de los llamados “de precepto”.

Pero, para mí, Corpus y Ascensión son festividades de una gran importancia, tanto a nivel sentimental como espiritual.

El día de la Ascensión hice mi primera comunión, acontecimiento que me marcó para siempre; marcó un antes y un después en mi vida. Ese día se formalizó, digámoslo así, mi amistad con Jesús, amistad que perdura hasta ahora y que ha ido siempre a más.

Y el día del Corpus era, en mi casa, el santo de mi padre: ¡la fiesta mayor de la familia! Mi padre se llamaba Salvador, y el Corpus era conocido como “el día del Señor”. Los franceses van más lejos y hablan de la Fête-Dieu, la fiesta de Dios.

En la procesión del Corpus era tradición que desfilasen, entre otros, todos los niños que habían hecho la primera comunión ese año, normalmente durante el mes de mayo. Tuve ese privilegio: volver a vestir el traje de primera comunión y participar, por primera vez, a los 9 años, de un momento espiritualmente fuerte.

La Eucaristía es, ante todo, alimento. Cristo se nos da hecho alimento para que tengamos vida eterna. Comemos y bebemos porque, como dice el refrán, “con pan y vino se hace el camino”. Y somos caminantes, peregrinos, pueblo en marcha necesitado de fuerzas.

Pero la Eucaristía es también presencia: “Quédate con nosotros, que la tarde está cayendo”. Jesús se queda entre y con nosotros, como compañero (que es el con-pan, el que come el pan con nosotros).

La procesión

Por estos dos motivos, los cristianos, además del Jueves Santo (día de la institución de la Eucaristía), celebramos también el día del Cuerpo y de la Sangre de Cristo: porque lo necesitamos como alimento durante nuestra peregrinación y porque le queremos siempre presente en nuestra vida, en la privada y en la pública; por eso la procesión.

Celebración, banquete, presencia, adoración… todo para que la Eucaristía se convierta en estilo de vida. ¡Seamos personas eucarísticas!

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