Alberto Royo Mejía, promotor de la Fe del Dicasterio para las Causas de los Santos
Promotor de la fe en el Dicasterio para las Causas de los Santos

Akash Bashir: Pakistán se acerca a los altares con un rostro joven


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Akash Bashir podría convertirse en el primer cristiano de Pakistán en llegar a los altares. Y lo haría con un testimonio de entrega que la Iglesia desde los comienzos ha considerado el más perfecto, pero que además corresponde plenamente a la realidad sociológica de la comunidad cristiana en dicho país: fue asesinado por su fe. Con sólo 18 años, voluntario del servicio de orden de la iglesia de Saint John en Lahore, durante un atentado en 2015 abrazó al terrorista suicida que pretendía entrar en el templo, sacrificándose para salvar a los fieles. Nos llega la noticia que Akash está ya un paso más cerca del reconocimiento oficial de su martirio.



Su testimonio nos lleva a Pakistán, país musulmán en el que los cristianos son poco más de 4 millones en una población total de más de 212 millones. Además, en la lista de 2022 de los 50 estados donde es más difícil vivir para los cristianos, aparecía en octavo lugar, mientras que en la de 2024 aparece en el séptimo, después de Corea del Norte, Somalia, Libia, Eritrea, Yemen y Nigeria. Por tanto, su nivel de persecución se califica de extremo. La ONG internacional Puertas Abiertas, que elabora la lista cada año, explica que hay países en los que la amenaza para los cristianos proviene de la influencia de grupos extremistas, otros en los que es el gobierno el que los persigue y otros en los que son los ciudadanos de a pie los que se ensañan con ellos. La persecución se expresa, según los contextos, en actos de violencia, acoso, abusos, discriminación.

Persecución constante

Pues en Pakistán, los cristianos no se libran de nada. Además de los ataques a iglesias y otras estructuras religiosas por parte de grupos yihadistas, sufren las consecuencias de ser considerados ciudadanos de segunda clase, discriminados en todos los ámbitos de la existencia. Sufren frecuentes actos de intimidación y violencia, doblemente víctimas porque las autoridades a menudo no acuden en su ayuda, no aceptan las denuncias y no persiguen a los autores. Es también el caso de las mujeres cristianas, casi siempre menores de edad, que son secuestradas por hombres musulmanes y obligadas a convertirse al islam y casarse con el hombre que las ha secuestrado.

Un motivo de gran inseguridad son también las leyes contra la blasfemia, que exponen a los no musulmanes -sobre todo a las mujeres- a acusaciones casi siempre infundadas que, sin embargo, se traducen en meses y años de cárcel, mientras los abogados que los defienden intentan evitar la pena capital. La víctima más emblemática de esta ley fue Asia Bibi, una campesina católica, madre de cinco hijos, condenada injustamente a muerte en 2010 y cuyo caso provocó una reacción internacional tan fuerte, que en 2018 fue absuelta por falta de pruebas por el Tribunal Supremo de Pakistán.

Un ataque sin límite

El 15 de marzo de 2015, un domingo de cuaresma, dos atentados suicidas en Lahore golpearon dos iglesias, la iglesia católica de Saint John y la anglicana Christ Church, en Youhanabad, un suburbio de Lahore, Punjab, donde vive la mayor comunidad cristiana del país, más de 100.000 personas. La intención de causar el máximo daño era evidente. En ese momento, en efecto, las iglesias, muy próximas entre sí, y sus alrededores estaban abarrotados de fieles que habían acudido a asistir a los oficios dominicales.

Según testigos, los atacantes intentaron entrar primero por la entrada principal de los dos edificios y luego por una secundaria, donde no había personal de seguridad pues faltaban algunos porque se televisaba un partido de la Copa Mundial de cricket entre Pakistán e Irlanda. De hecho, una testigo presencial explicó: “No había seguridad en la iglesia, nuestra propia gente los detuvo en la entrada. Desde la azotea de mi casa vi trozos de carne, piernas y brazos volar por los aires. Mi hermano estaba dentro de la iglesia, pero está a salvo”. Hubo 17 muertos y 70 heridos, pero habrían sido muchos más, sin duda cientos, si los terroristas hubieran conseguido entrar en la iglesia.

Solo un voluntario

No era uno de los miembros del personal de seguridad, solamente un voluntario de orden, pero Akash Bashir vio el primer intento de entrada en la puerta principal y decidió rápidamente proteger la entrada lateral. Cuando se percató de que el hombre intentaba entrar en la iglesia con un cinturón de explosivos, lo detuvo en la puerta de entrada abrazándolo para frenarlo e intentando disuadirlo, sin éxito. “Moriré, pero no te dejaré entrar”, parece que fueron sus últimas palabras antes de que el terrorista detonase la bomba, matando a Akash y a otras dos personas. Casi al mismo tiempo, estalló la bomba en Christ Church, donde hubo muchas más víctimas. El grupo terrorista Tehreek-e-Taliban Pakistan Jamaatul Ahrar reivindicó posteriormente la autoría de los dos atentados pero nunca hubo represalias oficiales contra ellos por esta matanza.

Akash Bashir había nacido el 22 de junio de 1994 en Risalpur, en la provincia paquistaní de Nowshera Khyber Pakhtun Khwa. Vivía con sus padres y hermanos en un pequeño piso. Asistió al Instituto Técnico Don Bosco de Lahore -segunda ciudad en importancia del país- y pertenecía a las juventudes salesianas; también participaba en las actividades juveniles de la parroquia de Saint John en su barrio de Youhanabad, formando parte de los voluntarios del servicio de orden en dicha parroquia, que en las circunstancias tan delicadas del país adquiere una especial importancia.

Por los demás

En 2020 su madre contaba a Ayuda a la Iglesia Necesitada cómo surgió en él el deseo de ejercer este voluntariado: “Nos mudamos a Youhanabad en 2008. En noviembre de 2014, Akash se unió al grupo de voluntarios que velaban por la seguridad de nuestra iglesia. Todas las confesiones estaban reclutando a jóvenes tras el atentado suicida de 2013 contra la iglesia de Todos los Santos de la ciudad de Peshawar, en la provincia septentrional de Khyber Pakhtunkhwa. Solíamos ver a los manifestantes que pedían justicia para las víctimas del atentado contra la iglesia de Peshawar, Akash solía hablar de ello con sus amigos e insistió durante tres meses en que quería ayudar a vigilar la iglesia”.

La madre sigue narrando el horror de la muerte de su hijo: “Yo estaba lavando la ropa en casa cuando mi hijo se fue a la iglesia ese domingo,  iba vestido todo de blanco. Momentos después, escuché disparos y  en nuestra calle retumbaron las explosiones. En ese momento, recordé que había oído hablar a mujeres de las amenazas de muerte dirigidas contra la escuela de la Iglesia de Cristo (anglicana). Los estudiantes solían hablar de las cartas amenazantes que encontraban en el buzón. Las calles estaban llenas de gente. Al oír la segunda explosión, corrí con mi hijo menor hacia la iglesia católica. Busqué a Akash entre los chicos que estaban cerca de la puerta de la iglesia,  entonces lo vi tirado en la tierra. Su brazo derecho estaba casi arrancado. No podía creer lo que veía”.

Testimonio de perdón

Y una vez más, el testimonio del perdón. Después de su muerte, el padre de Akash declaró: “Yo conocía el servicio que estaba haciendo mi hijo. Él dio su vida para salvar a cientos de personas que estaban en la misa aquella mañana”. “Algunos me preguntaron: ¿Has perdonado a los que mataron a tu hijo? Y les digo: El Papa Francisco nos llamó a vivir un año de misericordia. Por esto y por amor a Jesús, hemos perdonado a todos los que nos persiguen y están en contra de nosotros, para que ellos encuentren el camino recto de Dios”.

Por desgracia, no todos habían tenido los mismos sentimientos de perdón del padre de Akash y así, en aquel ambiente de crispación, el mismo día de los atentados se produjo el linchamiento de dos hombres identificados como los presuntos autores, que murieron a manos de la multitud que protestaba tras los ataques a las iglesias. La respuesta de la policía fue detener a 200 personas, acusados de linchamiento de los dos musulmanes, de los cuales, encerró a 47 por 5 años. Dos de ellos fallecieron en prisión, 4 escaparon y 41 fueron absueltos por el tribunal antiterrorismo de Lahore, de los cuales eran 40 cristianos y un musulmán.

Nuestro héroe

Akash Bashir es el primer cristiano paquistaní para el que está en marcha la causa de canonización, y esto es motivo de gran alegría para los cristianos del país. Un gran panel delante de la iglesia que protegió con su vida recuerda su sacrificio. “Alabamos y damos gracias a Dios”, comentó monseñor Sebastian Shaw el 31 de enero de 2022, cuando comenzó oficialmente su proceso de canonización, “por este valiente joven que podría haber huido o intentado salvarse, pero se mantuvo firme en su fe y no dejó que el terrorista suicida entrara en la iglesia. Dio su vida para salvar a más de mil personas que estaban dentro de la iglesia para la misa del domingo”. “Es nuestro héroe”, dijo de él el padre Francis Gulzar, párroco de la iglesia de Saint John, “su valentía salvó a tanta gente e inspiró a los jóvenes cristianos de la localidad, muchos de los cuales se ofrecen ahora para servir como seguridad de la iglesia”.

Akash Bashir

Akash Bashir

El testimonio de Akash no fue en vano y los cristianos no dejaron de ir a la iglesia a pesar del peligro, todo un ejemplo para los que estamos acostumbrados a la facilidad de ir a las celebraciones sin ningún peligro y a veces no sabemos apreciarlo.

Templos repletos

Sobre esto, la madre explicaba en aquella entrevista de 2020: “Arsalan, mi hijo de 25 años, se ha unido al equipo de seguridad de la iglesia para reemplazar a su hermano. No se lo hemos impedido, pues no debemos evitar que nuestros hijos sirvan a la Iglesia, es su elección. Nuestras iglesias están ahora aún más llenas los domingos y el número de voluntarios para velar por la seguridad ha aumentado. La comunidad está ahora más unida y los clérigos a menudo visitan las iglesias de las demás confesiones como parte de programas ecuménicos”.

Como es sabido, la historia de la persecución contra los cristianos no acabó allí. Sin ir más lejos, la tarde del 30 de enero del 2022, sólo unas horas antes de que comenzara el proceso de canonización de Akash, dos pastores anglicanos de la Iglesia de Pakistán, fueron atacados cuando circulaban por la Ring Road, la carretera de circunvalación de Peshawaar, de regreso de los servicios litúrgicos dominicales. Dos hombres en motocicleta abrieron fuego contra ellos, matando a uno e hiriendo al otro. La noche del 30 de enero, los cristianos de diferentes confesiones se reunieron y rezaron en varias ciudades del país. El arzobispo de Karachi, monseñor Benny Mario Travas, expresó su cercanía a la Iglesia anglicana y pidió al gobierno que tomara medidas concretas contra la violencia que amenaza a las minorías.

En el punto de mira

La situación ha cambiado poco desde entonces, con demasiada frecuencia llegan noticias tristes de Pakistán. Por ejemplo, hace unos meses leíamos la siguiente noticia: “Una turba islámica arrasó 21 lugares de culto y numerosos hogares cristianos, y más de 1.000 cristianos tuvieron que dormir a la intemperie”. Sin embargo, quizás algo nuevo lentamente se esté abriendo paso, pues recientemente hemos leído que la Corte Suprema de Pakistán ha rechazado el informe del gobierno de la provincia de Punjab sobre la violencia anticristiana en Jaranwala, calificándolo de inapropiado y merecedor de rechazo al decir que es “digno de ser arrojado al basurero”. Dicho informe hacía referencia a un ataque a los cristianos en 2017 en la localidad de Jaranwala, tras acusaciones falsas de profanación del Corán. El informe de los investigadores, lleno de lagunas e inexactitudes, intentaba minimizar el alcance de la persecución, y la Corte Suprema no ha querido aceptar tal vergüenza, amenazando con represalias legales si no se presenta la verdad.

Akash Bashir

Akash Bashir no es el único paquistaní en proceso de canonización, hay otro más y también por la vía del martirio, se trata de un personaje conocido internacionalmente, el político católico y ministro federal del país para las minorías, Clement Shahbaz Bhatti. Fue asesinado a la salida de casa de su madre a sus 42 años, el 2 de marzo de 2011 en Islamabad, por un comando terrorista. El motivo fue el haber criticado públicamente las leyes paquistaníes contra la blasfemia, que como ha demostrado la historia reciente, han sido usadas con frecuencia como instrumento de persecución religiosa a las minorías del  país.