“¡Los pueblos quieren la paz!”, el grito de Francisco a los 80 años del desembarco de Normandía

El Pontífice envía un mensaje al obispo de Bayeux, en cuya catedral se han reunido diferentes autoridades civiles, religiosas y militares

El papa Francisco se ha sumado a las conmemoraciones sobre el 80 aniversario del desembarco de Normandía con un mensaje a Jacques Habert, obispo de Bayeux, en cuya catedral se han reunido diferentes autoridades civiles, religiosas y militares para recordar que este acontecimiento el 6 de junio de 1944 contribuyó decisivamente al final de la Segunda Guerra Mundial y al restablecimiento de la paz.



Un esfuerzo colectivo

Para el Papa “la memoria de los errores del pasado sostuvo la firme voluntad de hacer todo lo posible para evitar que estallara un nuevo conflicto mundial abierto”. Lamentando que hoy los hombres “tienen poca memoria”, el pontífice propone la imagen de las tumbas de los soldados en la población francesa como recuerdo del “colosal e impresionante esfuerzo colectivo y militar realizado para obtener el retorno a la libertad”. El Papa recuerda que los soldados “en su mayoría muy jóvenes y muchos que vinieron de lejos y dieron heroicamente su vida” en los bomardeos, por lo que el desembarco de Normandía evoca “el desastre que representó aquel terrible conflicto mundial en el que tantos hombres, mujeres y niños sufrieron, tantas familias fueron destrozadas, tantas ruinas se causaron” y “sería inútil e hipócrita recordarlo sin condenarlo y rechazarlo definitivamente”, añade.

“Si durante varias décadas el recuerdo de los errores del pasado sostuvo la firme voluntad de hacer todo lo posible para evitar que estallara un nuevo conflicto mundial abierto”, prosigue el Papa denunciado que “es preocupante que a veces se vuelva a considerar seriamente la hipótesis de un conflicto generalizado” y “que los pueblos se acostumbren lentamente a esta eventualidad inaceptable”. Por ello reclama Francisco: “¡Los pueblos quieren la paz! Quieren condiciones de estabilidad, seguridad y prosperidad, en las que cada uno pueda cumplir serenamente su deber y su destino”.

Apelando “a los hombres que quieren las guerras, a los que las inician, las alimentan sin sentido, las prolongan inútilmente y se aprovechan cínicamente de ellas”, el pontífice implora que “Dios ilumine sus corazones”, y “ponga ante sus ojos la procesión de desgracias que provocan”. “Querer la paz no es cobardía”, insistió recalcando que Los pobres, los débiles, los ancianos, las mujeres y los niños, reiteró, son siempre las primeras víctimas de estas tragedias.

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