¿Quién fue la monja que marcó la vocación del papa Francisco en su infancia?

El Pontífice argentino recuerda a la Hermana Dolores, la catequista que le preparó para la primera comunión

El Papa con las Hermanas de San Felice da Cantalice y las Hijas de Nuestra Señora de la Merced

El papa Francisco sacó del baúl de los recuerdos esta mañana a una de la personas clave en su infancia. “¿Cómo olvidar a la querida Hermana Dolores, de quien tanto aprendí y a quien seguí visitando durante tanto tiempo?”, compartió esta mañana el pontífice argentino ante las Hermanas de San Felice da Cantalice  y ante las Hijas de Nuestra Señora de la Merced, a las que recibió esta mañana en audiencia con motivo de sus capítulos generales.



Durante su alocución, Francisco puso en valor la entrega de la hermana Dolores. “Precisamente en uno de vuestros colegios, en Buenos Aires, en el barrio de Flores, hace muchos años recibí los sacramentos de la iniciación cristiana” , recordó el Papa, refiriéndose a las Hijas de Nuestra Señora de la Merced. “Por esto doy gracias al Señor y a todas vosotras, porque mi actual servicio a la Iglesia es también fruto del bien que recibí, desde temprana edad, de vuestra familia religiosa”, añadió.

El pequeño ‘sí’

Así remató un mensaje en el que llamó a las religiosas presentes a ser “instrumentos en las sabias manos de Dios!”. “¿Quién es capaz de imaginar lo que el Señor extraerá de nuestro pequeño “sí”?, se preguntó el pontífice, animando a las consagradas a  “renovar vuestra adhesión a su voluntad, en fidelidad a los votos que habéis profesado y en docilidad a la acción del Espíritu”. “Entregaos a Él y dadlo todo, siempre, con generosidad”, remarcó.

Lo cierto es que fue un 8 de octubre de 1944, cuando el pequeño Jorge Mario Bergoglio recibió la primera comunión, después de la preparación recibida por la hermana Dolores. Según relata la hermana Alicia, “la hermana Dolores percibió en es niño algo especial”. El contacto entre Bergoglio y Dolores no se detuvo ahí, sino que forjaron una amistad que se mantuvo hasta el fallecimiento de la monja.

Tanto es así que Francisco no solo se hizo presente en el velatorio. Cuando las religiosas se disponían a cerrar la capilla durante la noche para irse a descansar y continuar con la despedida al día siguiente, el entonces arzobispo de Buenos Aires expresó un deseo a la comunidad. “El pidió que la dejaran abierta porque él se iba a quedar toda la noche”, recuerda la hermana Alicia. Y así fue, se quedó toda la noche velando “a su maestra de la vocación”.

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