Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.369
Nº 3.369

El factor religioso en la regeneración democrática

Amin Maalouf advertía en 2009 que “el siglo XXI empezaba con notables síntomas de sufrir serios desajustes intelectuales, económicos, financieros, climáticos; y se preguntaba si había alcanzado el techo de su incompetencia moral, pero todavía este período podía llevarnos a elaborar una visión adulta de nuestras identidades, de nuestras creencias, de nuestras diferencias y del destino del planeta que compartimos”. A los quince años, en ‘El laberinto de los extraviados’ (2024), reconoce que “nos hallamos ante una inmensidad desconocida en la que todo podría ocurrir, incluso lo inimaginable”.



Cuando el destino del planeta está en juego y las guerras destruyen a los pueblos más débiles, cuando el horizonte está poblado de incertidumbres, broncas y algaradas, “existe la necesidad –afirma Amartya Sen, en ‘La idea de la justicia’– de ir más allá de las voces de los gobiernos, los mandos militares, los dirigentes empresariales y otros en posición de influencia, que tienden a ser escuchados con facilidad a través de las fronteras, para prestar atención a las sociedades civiles y a las gentes más débiles en diferentes países del mundo”.

Invitación presidencial

La Presidencia del Gobierno español ha invitado al país a una regeneración democrática, que es demandada –con desigual intensidad– desde la política, es exigida desde la cultura, y es requerida por las organizaciones sociales; a esta tarea son invitados expresamente los partidos políticos y sindicatos, los grupos sociales y colegios profesionales, las organizaciones solidarias y las universidades, los restaurantes y los gimnasios…

¿Será conveniente que el factor religioso participe en la conversación nacional sobre la regeneración democrática? El papa Francisco lo da por supuesto: “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la secreta intimidad de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional” (EG 183). Y el presidente del Gobierno no lo cree necesario quizá porque piensa que están suficientemente representadas por algunas agencias ultraconservadoras, por los órdagos irracionales y antievangélicos proferidos por algún jerarca, o por ciertos grupos atávicos que, en nombre de una fe ideologizada, siembran discordias, acusaciones y trifulcas.

Actor, no espectador

El factor religioso no es un simple espectador ni un mero huésped, sino un actor, por acción o por omisión, de las turbulencias sociales y también de la convivencia, Así lo entendió el filósofo de la esperanza, Ernst Bloch, en el contexto de las guerras mundiales. En el interior de los pueblos bullen el potencial de lo profético, lo cantor, lo curativo y lo organizativo. Si calla lo profético, los pueblos quedan sin vigías; si calla lo cantor, quedan sin motivación; si decae lo curativo, llegan los cansancios; y si faltara lo organizativo, impide caminar juntos. En la regeneración democrática, estos cuatro potenciales están llamados a convertir las tensiones actuales en factores de emancipación.

Así lo argumentaron, a principios del siglo XXI, el filósofo del laicismo europeo, Jürgen Habermas, y el teólogo cristiano Joseph Ratzinger, al proponer la necesidad de que la fe y la razón colaboraran en la producción y configuración del derecho y en la administración justa del poder; ambas tradiciones “se necesitan mutuamente y están llamadas a reconocerse, aprender, limitarse y purificarse”; se llamó la “necesaria correlacionalidad”. Recientemente, desde la genealogía de la razón, Habermas ha propuesto descubrir huellas comunes que perviven actualmente: de carácter religioso en la razón secular, y de carácter secular en la razón religiosa.

Síntesis fe-razón

En nuestra época hay un clamor general que convoca a superar el dualismo y la abstracción. Es un cambio de rasante propiciado por las ciencias: “Somos testigos –constata el físico Fritjof Capra– del fuerte interés por el tratamiento holístico de la salud”. Es necesario superar “la impactante disparidad entre el desarrollo del poder intelectual, el conocimiento científico y la destreza tecnológica, por un lado, y la sabiduría, la espiritualidad y la ética, por el otro”. Propiciado, igualmente, por el humanismo, según sostiene Jeremy Rifkin: “La tarea intelectual urgente de la era global consiste en crear una nueva síntesis que una la fe, la razón y la empatía en una potente alianza que permita que cada una de ellas sea una puerta que se abre a las demás”.

Dietrich Bonhoeffer fue el teólogo que percibió con mayor radicalidad los apremios de lo común en la lucha compartida con la Resistencia –lo que él llamo los agentes seculares de la gracia– contra el régimen nazi; y hacia el final de su vida constata que la presencia de Cristo está más en la obstinada rebeldía de sus camaradas seculares de la Resistencia, que conspiraban contra Hitler, que en “la Iglesia confesante”, que se arrodillaba ante el Führer. “En épocas anteriores, la Iglesia podía predicar que, para hallar a Cristo, toda persona ha de empezar por tomar conciencia de su condición de pecador, como hacen el publicano y la prostituta. En nuestro tiempo, por el contrario, se debe más bien afirmar que, para hallar a Cristo, toda persona debe primero tratar de volverse justo, como aquellos (cristianos y no cristianos) que luchan y sufren a causa de la justicia, la verdad y la humanidad”.

Confundirse con lo humano

La teología actual reconoce –en palabras de José María Castillo– que, en “Jesús de Nazaret, Dios se nos ha dado a conocer fundido y confundido con lo humano”. En él se expresa, desvela y densifica el Espíritu creador que actúa desde el principio de los tiempos. Él nos enseñó a pensar la trascendencia de Dios por los caminos de la humanidad; nos trasciende porque se identifica con todo lo que es sufrimiento y desamparo en este mundo (Mt 25, 31-46), en él queda superada cualquier forma de dualismo. (…)

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Índice del Pliego

UN NUEVO MARCO

NUEVOS SURCOS

HUMANISMO RENOVADO

ENSAMBLAJES E INTERACCIONES

CONFLICTO Y COOPERACIÓN

ESTABILIDAD Y EMANCIPACIÓN

DERECHOS Y RESPONSABILIDADES

MÉRITO Y GRACIA