Tribuna

Jürgen Moltmann: esperanza que brota de la cruz

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El pasado 3 de junio falleció en Tubinga Jürgen Moltmann (1926-2024), uno de los teólogos alemanes más influyentes del siglo XX, no solo en el ámbito teológico, sino en la vida de las comunidades e iglesias cristianas debido al fuerte componente experiencial y práctico de su teología.



Nació en Hamburgo el 8 de abril de 1926. Perteneció a la tradición reformada y, después de enseñar teología en las universidades de Wuppertal y Bonn, ejercitará su magisterio teológico en Tubinga de 1967 a 1994.

Su teología nació de la decisiva experiencia de Dios que vivió cuando fue hecho prisionero después de la II Guerra Mundial (1945-1948). Aquí experimenta a Dios como poder de esperanza y como presencia solidaria en medio del sufrimiento, constituyendo el germen de los dos temas centrales de sus primeros años de elaboración teológica, que se plasmarán en sus dos primeras obras, probablemente las más influyentes y significativas de su teología: ‘Teología de la esperanza’ (1966) y ‘El Dios crucificado’ (1972). Este sentido de participación en el sufrimiento y la culpa colectiva del pueblo alemán le acercarán después a una gran sensibilidad por el pueblo judío (teología después de Auschwitz) y otros pueblos oprimidos (teología de la liberación).

Comprensión dialéctica

Su idea teológica central, que aparece ya en sus primeras obras y que se convertirá en el catalizador de todo su pensamiento teológico, es la interpretación dialéctica de la cruz y resurrección de Cristo, asumida después en la singular y radical perspectiva trinitaria de sus obras posteriores. Esta comprensión dialéctica de la muerte y resurrección de Cristo integra tanto su ‘Teología de la esperanza’ como ‘El Dios crucificado’.

No es posible una palabra de esperanza que no esté atravesada por la cruz y el sufrimiento; ni un logos de la cruz que no esté preñado de la esperanza que otorga la resurrección. Su teología es muy cristocéntrica en su inicio, aunque poco a poco se va a ir moviendo hacia una perspectiva más trinitaria, ya iniciada en ‘El Dios crucificado’ y profundizada después en ‘Trinidad y Reino de Dios’ (1980); y hacia una perspectiva pneumatológica, iniciada también en ‘La Iglesia, fuerza del Espíritu’ (1975) y elaborada más sistemáticamente en su obra ‘El Espíritu de la vida’ (1991).

Tres principios metodológicos

El teólogo de Hamburgo desarrolló su teología a partir de tres principios metodológicos: la dimensión pública de la teología; su esencial dimensión práctica; y la necesidad de un diálogo constante con otras tradiciones cristianas (ortodoxa y católica) y otras corrientes de pensamiento secular (marxismo, ciencia).

La aportación más significativa de su teología está en sus dos obras fundamentales que se han convertido en clásicos del siglo XX: ‘Teología de la esperanza’ y ‘El Dios crucificado’ y desde donde luego ha afrontado los grandes temas de la tradición cristiana: desde la creación (‘Dios en la creación’, 1985) hasta la escatología (‘La venida de Dios’, 1996).

Dos obras de referencia

Más allá de las aristas y los acentos discutibles para una teología católica, siguen siendo dos obras de referencia de la teología cristiana del siglo XX para la teología del siglo XXI. Quizás él ha sabido decirnos como nadie que el Dios crucificado, que ha asumido el dolor de la creación padeciendo él mismo el sufrimiento de los hombres, es el Dios de la esperanza que alienta el compromiso de los seres humanos en la lucha por la liberación de toda injusticia y de todo mal que existe en nuestro mundo y que, a la vez, nos invita a caminar gozosamente hacia aquel que vendrá a consumar definitivamente nuestra historia en la nueva creación de los nuevos cielos y la nueva tierra que todos esperamos y anhelamos.

A este Dios que viene lo encomendamos y le pedimos que a nosotros nos dé el coraje, junto con la fe y la razón, que él tuvo para anunciarlo y testimoniarlo en el mundo.