El patriarca Sako, en su regreso a Bagdad: “No somos una Iglesia extranjera en Irak”

Hace un año, el presidente iraquí recortó sus atribuciones como patriarca caldeo y se autoexilió en Erbil

Regreso del patriarca Sako a Bagdad

Después de un año de autoexilio como “misionero” en un monasterio en Erbil, en la región autónoma del Kurdistán, el cardenal Louis Raphael Sako ha sido reconocido nuevamente de un modo pleno por el Gobierno de Irak como “patriarca de los caldeos”, en el sentido de que el Ejecutivo acepta también que es “el responsable último de los bienes y dotaciones de la Iglesia caldea”. Una vez que el primer ministro iraquí, Muhammad Shiaa al-Sudani, ha firmado el decreto, el purpurado ha aceptado volver a Bagdad.



Su regreso triunfal a la capital se culminó el miércoles 12 de junio, cuando presidió una festiva y emotiva eucaristía en la iglesia de Mar Gorgis, rodeado de una multitud de sacerdotes y fieles. En su homilía, el líder eclesial caldeo dio “gracias a Dios por poner fin a esta difícil etapa de injusticia”. Algo que ha sido posible por “la valiente iniciativa” de Al-Sudani, cuya decisión “devuelve la confianza a los cristianos, que han sido puestos a prueba más de una vez desde la caída del régimen anterior”, en referencia a Sadam Hussein, derrotado por Estados Unidos dos décadas atrás. Ahora, en ellos “se reaviva su esperanza de un futuro mejor”, por lo que esperan que “su país siga apoyándolos”.

Descendientes de Gilgamesh

Y es que, como reivindicó el patriarca, pese a ser minoría, “no somos extraños en esta tierra bendita”. Todo lo contrario: los cristianos son “descendientes de quienes fundaron la civilización mesopotámica”. Lo que pasa por ser “descendientes de la epopeya de Gilgamesh, con sus profundas implicaciones humanas; de Hammurabi, el autor de la primera ley de la historia humana; y de Abraham el Caldeo, el padre de los creyentes en el Dios único”. En definitiva, “nuestra Iglesia es una de las más antiguas y no es extranjera”.

Además de que “nuestra lealtad siempre ha sido absoluta con el país y le hemos dado mucho. Somos uno de los colores del hermoso tejido iraquí, que debe preservarse”. Por tanto, “queremos que el Gobierno nos trate según el principio de ciudadanía e igualdad, respete nuestra representación y recupere nuestras casas y propiedades confiscadas”. Solo así, los que se han ido podrán “regresar a sus tierras, invertir y crear oportunidades laborales”.

Regreso del patriarca Sako a Bagdad

Conflicto con Rashid

Se ha solucionado así una crisis que se inició en julio de 2023, cuando el presidente de la República, Abdul Latif Rashid, revocó el decreto emitido en 2013 por el anterior jefe de Estado, Jalal Talabani, por el que el Estado iraquí reconocía a Sako como patriarca de la Iglesia caldea con plenas atribuciones. Entonces, pese al estupor por una decisión que “no tiene precedentes en la historia de Irak”, la aceptó y entendió que lo mejor era salir de Bagdad.

Eso sí, desde su nuevo destino, el cardenal no dudó en afear al Gobierno su “silencio” y el que se hubiera mantenido por completo al margen del paso dado por el presidente de la República. Aunque el contexto era complejo y el propio Rashid, a través de un comunicado, quiso reiterar que Sako “sigue gozando del respeto y del aprecio de la Presidencia de la República como patriarca de la Iglesia caldea en Irak y en el mundo”. Entonces, ¿dónde radicaba el problema? En el hecho de que el mandatario no buscaba tanto cuestionar su autoridad religiosa (que, en última instancia, es consciente de que corresponde a la jurisdicción de la Santa Sede), sino en dejar claro que consideraba que no era atribución suya el control de los bienes y propiedades ligados a la Iglesia local.

Movimiento Babilonia

Para contextualizar esa lucha soterrada en clave espiritual (y política), hay que apuntar que, un año atrás, desde la comunidad cristiana se denunció que los auténticos impulsores de esta medida de Rashid fueron los miembros del llamado Movimiento Babilonia, una facción teóricamente católica, pero que, en la práctica, está conformada en su mayoría por chiítas próximos al régimen islamista de Irán.

De hecho, el propio Sako ha venido denunciando todo este tiempo que Teherán busca desplazar a los cristianos de la Llanura de Nínive, que es en la práctica su último reducto en el país, para conseguir que la mayoría opten por la diáspora y así hacerse ellos con el control de la zona. Pero, un año después, y coincidiendo con la muerte, semanas atrás, del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, que falleció en un accidente de helicóptero, parece que esta partida de ajedrez la ha ganado el tenaz patriarca Sako.

Diez años del Estado Islámico

La comunidad cristiana de Irak es cada vez menor y más debilitada en Irak. De hecho, si en 2003 había millón y medio de cristianos en el país, en solo dos décadas, la cifra se ha reducido en dos tercios, quedando apenas medio millón de fieles, concentrados en buena parte en la Llanura de Nínive. El primer gran varapalo fue la guerra que acabó con la caída de Sadam Hussein. La siguieron muchos años de inestabilidad, pero la gran prueba, de la que se cumplen estos días 10 años, estaba por llegar: la proclamación, en junio de 2014, del Estado Islámico (conocido también como Califato, ISIS o Daesh) en la ciudad iraquí de Mosul.

Lo primero que hizo este grupo terrorista suní fue exigir lealtad al islam y condenar a muerte a aquellos ciudadanos que no se convirtieran a él. En los años siguientes, efectivamente, muchos cristianos fueron asesinados y bastantes otros se sumaron a la diáspora.

Fotos: Patriarcado Caldeo.

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