Se siente una enorme paz estar aquí, es uno de mis lugares favoritos, parece que el tiempo se detiene y que nada importa solo el hecho de estar arrodillado frente a ti Señor, sin distractores, estamos tú y yo, como dos amigos que se han reunido para dialogar en silencio, porque todo lo que sucede en mi mente y corazón ya lo sabes, de sobra lo conoces.
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Las palabras en tu presencia adquieren una nueva dimensión al no ser pronunciadas, son pensadas y hacerlo de esta manera aumenta la concentración, se eligen con cuidado, sin derroche, las palabras necesarias y las que reflejen lo que siento y lo que deseo que escuches.
Estoy frente a ti Jesús Eucaristía y mi corazón se emociona, la vida se pausa y dejo de sentir el transcurrir del tiempo. Mis anhelos, dificultades y alegrías se mezclan de muchas formas, hay tanto que decir, que a veces es complicado ordenar mis ideas, es normal cada vez que estoy frente a ti, surgen susurros y alientos al seleccionar mis palabras, me cuesta trabajo controlar las emociones que surgen en mi interior.
Nos da fortaleza y nos sostiene
Tú me das una paz absoluta, estar aquí hace que me sienta tan bien, es mi alma la que descansa y se goza, soy yo quien se sorprende de saberme necesitado de estos momentos, cerca de ti. Ya lo decía San Francisco de Asís: “Cuando no puedo asistir a la Santa Misa, adoro el Cuerpo de Cristo con los ojos del espíritu en la oración, lo mismo que le adoro cuando le veo en la Misa”.
Es oración, adoración, entrega y encuentro, tan solo es quererlo y desearlo con amor sincero, lo demás llegará por añadidura. Es estar con Dios mismo, el creador de todo y al mismo tiempo admirar la sencillez y humildad de estar en ese pequeñísimo pedazo de pan, sin ninguna pretensión, estar cerca de nosotros, demostrando tanto amor, único sin límites, así sin más nos ama.
Repentinamente, surgen lágrimas en mis ojos, de alegría y emoción, todo se mezcla. Es un encuentro personal y místico, nuestro Dios se hace presente en ese momento, visible a nuestros ojos, presencia divina y sutil. Nos da fortaleza y nos sostiene en los momentos más difíciles de nuestras vidas, quienes confiamos sabemos que nunca nos defraudará, que nos escuchará y sin duda nos dará las fuerzas necesarias para enfrentar lo que a nosotros mismos nos costará entender.
En adoración eucarística
Su amor es una fuente inagotable de todo aquello que necesitamos. En profundo silencio, agradezco este tiempo y en este hermoso lugar donde he escrito esta reflexión en adoración eucarística, elevo mis sinceras oraciones por ti querido lector, a quien agradezco que semana a semana leas estas líneas que viajan desde lo más profundo de mi corazón para compartirte mis vivencias y pensamientos siempre inspirados en la sencillez del amor de Dios.
Elevo mis plegarias para ti, pienso en ti y agradezco tu lectura en este lugar tan íntimo frente a la presencia sublime de Dios. Ha llegado el momento de despedirme, de esperar un nuevo encuentro para volver a estar en su presencia y así sin palabras, en silencio, le doy gracias por tanto y por todo lo que me acontece, esperando reunirme una vez más con el amor de los amores.
“Les dijo Jesús: ‘Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed'”. Juan 6, 35.