¿Por qué anhelamos vivir?


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Hace unos días vi en un afiche publicitario en la calle el anuncio de una tónica en el que se podía leer: “Esta vida pide otra”. Luego he descubierto que ese es justamente el título de un disco de 2008 de un tal Tachenko, al que no tengo el gusto de conocer. En todo caso, la frase me parece muy interesante para reflexionar un momento sobre ella.



En efecto, leída en clave publicitaria de una tónica, “Esta vida pide otra” apunta a la fiesta, al estar bien y a tratar de alargarla lo más posible, bebiendo, precisamente, otra tónica (con o sin misterio, eso es cosa del consumidor) y, se supone, estando con los amigos. Pero, leída en clave trascendente, la expresión remite directamente a la posibilidad o necesidad de una vida más allá de esta, lo cual nos pone en la tesitura de pensar si estamos ante una alabanza a esta vida o más bien lo contrario. Porque, en efecto, el pensamiento de una vida más allá de esta puede venir exigido por el deseo de prolongar la bondad de esta vida vivida o, por el contrario, de subsanar el fracaso que supone una vida malograda que demanda otra que pueda ostentar verdaderamente tal nombre.

Retribución intramundana

En la Escritura, como se sabe, la creencia en una vida mas allá de esta viene requerida, en cierta manera, por el fiasco que, en la realidad, se vive con la idea de la retribución intramundana, aquella que afirmaba que Dios retribuía las acciones del ser humano conforme fueran estas: con castigos si eran malas y con bienes si eran buenas. Pero en la vida –y todos lo sabemos– no siempre funcionan así las cosas; más bien al revés: a los malos les va bien en la vida, mientras que los buenos tienen que padecer.

Jóvenes en las fiestas de san Fermín en Pamplona (Navarra)

En todo caso, el deseo de vida se empezó a expresar en algunos salmos con la convicción de que, si Dios era Dios de vida, no podía dejar a sus fieles tirados en la muerte. Y así hasta llegar a algunos libros bíblicos, más bien tardíos, como Daniel o 2 Macabeos, donde ya se habla claramente de resurrección, como anhelo convencido de una vida más allá de esta. (En el libro de la Sabiduría se emplea una imagen distinta, aunque con la misma finalidad: la inmortalidad del alma.)

Han acertado los publicistas de la tónica al adoptar como reclamo esa frase que pide más vida después de esta, porque ese es el deseo del ser humano, tanto si le va mal como si le va bien. Porque las personas estamos hechas para la vida.