Hasta la intensa lluvia que cubrió la desembocadura del Miño a primera hora de este sábado, 20 de julio, se ha hecho presente en la ciudad fronteriza de Tui y en su catedral fortaleza dedicada a Santa María para la misa de ordenación episcopal e inicio del ministerio de Antonio Valín Valdés, el nuevo obispo de la diócesis de Tui-Vigo. La celebración ha estado presidida por el arzobispo de Santiago de Compostela, Francisco José Prieto, que ha sido el ordenante principal junto al nuncio apostólico Bernardito C. Auza; y el obispo de León, Luis Ángel de las Heras, que fue quien le nombró vicario general siendo el titular de Mondoñedo-Ferrol.
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Además, en la celebración han participado el cardenal Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo emérito de Valladolid; y los arzobispos de Mérida-Badajoz, de Braga en Portugal y los eméritos Julián Barrio y Santiago Agrelo. También estaban el resto de obispos de las diócesis gallegas, el de Porto (Portugal) y los recientes obispos auxiliares de Madrid, José Antonio Álvarez Sánchez y Vicente Martín Muñoz. Además de los fieles y sacerdotes de la diócesis, no han faltado autoridades civiles y militares como la corporación municipal de Tui en pleno o el presidente del Parlamento de Galicia.
Alegría profunda
El encargado de dar la bienvenida al nuevo obispo, al comienzo de la celebración ha sido el obispo saliente, Luis Quinteiro Fiuza, ya emérito y hasta ahora administrador apostólico de la diócesis. “En este momento de mi vida, al recibir con profunda alegría a nuestro nuevo pastor, siento más que nunca la importancia de la docilidad a la acción divina en mi vida y en la vida de la Iglesia”, señaló en su alocución. En su última intervención quiso dar “infinitas gracias a todos por vuestra ayuda en estos años compartidos y por vuestra fidelidad al evangelio; os pido perdón por tantas franquezas y por mis errores”.
Por su parte, el nuncio hizo “llegar el saludo y el afecto” del Papa y agradeció la labor de Quinteiro a quien deseó “el Señor le premie con creces su largo ejercicio episcopal” y felicitó a Valín deseando “que lleve a término la labor episcopal” en la diócesis “con los ojos puestos en Cristo Buen Pastor” para que Él “esté más presente en la vida de los fieles”. También recordó que el “obispo no está solo en su tarea” y le pidió que se empeñe en el “fomento de las vocaciones sacerdotales” para esta Iglesia que es madre y casa de todos. “Que el Señor bendiga al nuevo obispo de Tui-Vigo”, deseó finalmente.
Entre los ritos de esta misa estacional está la presentación de la bula de consagración con el nombramiento firmado por el papa Francisco, quien afirma del nuevo prelado: “Estimamos tus cualidades humanas y sacerdotales, así como tu probada capacidad en la resolución de las tareas que a Nos nos parecen una exigencia del trabajo pastoral en el ejercicio de este ministerio”. Por ello, pide después al nuevo obispo: “queremos que instruyas al clero y al pueblo de esta comunidad eclesial, a la que de todo corazón exhortamos a que te tenga por maestro y guardián respetabilísimo”.
Servidores de todos
En su homilía, Prieto apuntó, citando a Benedicto XVI, que “seguir al Señor no consiste, en primer lugar, ensacrificios y renuncias. Es, ante todo, un encuentro transformador con una Persona, que da un nuevohorizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. “Hemos de alumbrarnos con aquella luz de la fe suficiente para caminar, sembrar con aquella esperanza que nos pone en pie y fortalecernos en aquella caridad que ni cansa ni se cansa”, apuntó. El arzobispo de Santiago definió la tarea del obispo como “nunca dueños de nada ni de nadie, sino servidores de todos, dispuestos a lavar los pies cansados y abrazar los corazones desgastados”.
Por ello, destacó recurriendo a Francisco, “tenemos, por lo tanto, un tesoro de vida y de amor que no engaña, ni se puede manipular ni nos desilusiona, y que debemos redescubrir cada día: se nos ha confiado un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva”. Como la samaritana junto al pozo, añadió, “hemos de sentarnos junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas, de modo que puedan encontrarlo, porque sólo su Espíritu es el agua que da la vidaverdadera y eterna”; una salvación “que hemos de extender sobre las heridas de tantos apaleados yolvidados en las orillas de la historia y de la sociedad a causa de nuestras injusticias y de nuestras indiferencias”.
“Nos hemos de reconocer y ser reconocidos en nuestras Iglesias locales, en esta Iglesia hermana de Tui-Vigo: en los rostros de nuestros hermanos sacerdotes, en los fecundos carismas de la vida consagrada, en la vocación propia de los fieles laicos: catequistas, voluntarios de la acción socio-caritativa, profesores, colaboradores en la vida parroquial, en los distintos ámbitos de la pastoral diocesana, en tantos grupos y movimientos de apostolado; en los niños y jóvenes, en las familias, y en nuestros mayores”, reclamó.
Sin complejos
También recordó al nuevo obispo que “solo en Cristo que es camino podemos ser verdaderamente ‘synodoi’, compañeros en el peregrinar eclesial y sinodal”. “Somos sinodales solo desde Cristo y con Cristo. Una sinodalidad no solo pensada, sino sobre todo vivida, nos descubre que todo el pueblo de Dios, peregrino hacia la casa del Padre, es un pueblo de muchos rostros y carismas, un pueblo de bautizados en el que, desde lo primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar”, reivindicó. Por ello aconsejó directamente al nuevo obispo: “procuremos dejar atrás los refugios de las rutinas que nos acomodan o los fundamentalismos de cualquier signo que nos atrincheran y nos ciegan. No des, no demos espacio al punto de las quejas, o de los resentimientos, sino, más bien, a preguntarnos se estamos dispuestos a mirar el futuro en clave de Evangelio” siendo, añadió “humildes y testimoniales, pero no acomplejados”.
El Papa, prosiguió, “nos invita a realizar un acompañamiento atento de las situaciones de las personas, hecho de escucha respetuosa, paciente y compasiva. El futuro se llama pequeño rebaño; el reto no es ser muchos, sino ser significativos (evangélicamente hablando). Somos resto, pero no residuo. Este es nuestro tiempo, un tiempo de gracia en el que Dios sigue haciendo su obra en nosotros y a través de nosotros”. Para ello, añadió, “hace falta un cambio de sensibilidad espiritual: generar y educar una capacidad de escucha al Espíritu que nos permita distinguir lo que es de Deus y lo que no es de Deus, sino más bien de nuestros perjuicios y recelos”.
Finalmente, recordó que “la Iglesia ‘en salida’ ha de ser un sueño hecho realidad, realidad de Evangelio en el corazón del mundo y de los hombres para mostrarles el camino de vida y salvación que Dios quiere para cada uno de nosotros”. “Tenemos una tarea común con la sociedad en la que habitamos: construir juntos espacios de convivencia y humanidad. Los hombres y mujeres de este tiempo, especialmente los que más sufren los golpes de las crisis y de las guerras que todavía nos amenazan, merecen todo nuestro esfuerzo y empeño. Compartamos el deseo de trabajar juntos, desde lo respeto y el diálogo, en favor del bien común”, apeló.
El sueño para la Iglesia
“No es fácil combinar la aventura de una nueva llamada, la responsabilidad de la respuesta en este momento que nos toca vivir y los sentimientos del propio corazón. Fueron días complejos pero llenos del desafío de dar la vida por la causa del evangelio”, confesó el nuevo obispo titular en su primera alocución a los diocesanos sobre los “sentimientos encontrados” vividos en estas semanas desde su nombramiento el pasado 25 de mayo.
Para Valín este “Dios cercano y amoroso es quien, en el momento presente de mi vida, me llama a este ministerio de comunión y me pide expropiarme por completo para encarnarme en esta Iglesia de Tui-Vigo”, añadió con “ilusión” porque sabe que este “nuevo envío” lo “viviré con vosotros día a día, intentando construir de manera sinodal el reino de Dios, juntos, ayudándonos unos a otros”.
El prelado destacó que “en este momento estamos invitados a levantarnos, salir y caminar, rompiendo con tantas fatigas, monotonías, rutinas y sentimientos que nos oprimen y no nos dejan crecer ni mirar al futuro con esperanza. Estamos invitados a recuperar la alegría de quien se siente amado, tal como es; recuperar la esperanza en medio de un mundo tan fluctuante e inseguro”. “Estamos invitados a dar una nueva mirada a cada uno de nosotros, a la Iglesia y al mundo; la mirada que tenía y tiene nuestro Maestro, que siempre va más allá porque ve con el corazón, como nos recordó el ‘Principito’”, añadió. “No podemos dejar de soñar”, reiteró, como Jesús “poniendo los pies en la tierra, en la realidad que cada día viven nuestros hermanos, y que en muchos casos es una realidad difícil y necesitada de una palabra de ánimo y de muchas obras”.
“Esta nueva manera de mirar con el corazón nos lleva a la urgencia del amor de Dios: nos corresponde, hoy y ahora, proclamar ese amor con palabras y obras, involucrándonos en la realidad más desfavorecida de la sociedad y del mundo para ayudar. Transformarlo”, reclamó el obispo que ha elegido como lema “Nos apremia la caridad de Cristo” –de hecho, es antiguo alumno de las Hijas de la Caridad de su población natal, Ribadeo–. “Esa urgencia de la caridad es la que transformará el mundo, la que lo salvará”, sentenció.
“Necesito que soñeis conmigo de esta manera, os necesito a todos y todas en este esfuerzo, y que nunca nos cansemos de soñar. De esta manera juntos haremos un mejor camino, apoyándonos y animándonos unos a otros. En este compromiso quiero estar con vosotros, en medio de vosotros, como un hermano más que se suma a la larga tradición de esta Iglesia”, apuntó encomendándose a san Rosendo y al obispo Gonzalo –santos de Mondoñedo– y al beato Pedro González Telmo “a quien espero ver pronto proclamado santo” –de hecho, fue incluido entre los santos en el canto de las letanías y no entre los beatos como es el caso de los sacerdotes Manuel Gómez González o Salvador Fernández mártires oriundos de la diócesis–, destacó antes de agradecer a los presentes y a quienes han formado parte de su vocación –en su recuerdo a los familiares ausentes se emocionó–.