José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

¡Pues si no es gripa!


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Hace muchos años, 25 para ser exacto, coordinaba un grupo de refexión bíblica, integrado por personas homosexuales. Eran jóvenes profesionistas que, además de estudiar las Sagradas Ecrituras, compartían sus experiencias, casi siempre de rechazo, en sus ambientes familiares y laborales.



Cierto día se presentó una dama, fingiendo ser lesbiana, quien al momento en que se compartían los testimonios reveló el verdadero propósito de su presencia: orar por los miembros del grupo para que se convirtieran y, gracias a sus plegarias de interseción, sanaran de su terrible enfermedad.

Uno de los muchachos, el más extrovertido y platicador, se dirigió a la piadosa dama con estas palabras, esbozando previamente una pícara sonrisa: ¡pues si no es gripa, hermana… esto no se corrige con oraciones, más aún, no se quita nunca!

Los esfuerzos de la visitante eran compartidos, desde entonces, por las llamadas ‘Terapias de Conversión’, surgidas en el siglo XIX en los campos de concentración nazi -se utilizaba la testosterona- con el fin de corregir la orientación homosexual en algunos de los prisioneros.

gente paisaje

También lo practicaban algunas congregaciones religiosas, y de ser un ‘tratamiento’ con raigambre supuestamente espiritual, pasó a convertirse en una verdadera tortura, denunciada por la ONU en el 2022, que de acuerdo con su informe las definía como “actos violentos, con agresiones físicas y psicológicas”.

El papa Francisco, el pasado 10 de este mes, expresó un no rotundo a tales prácticas, en el transcurso de una conversación privada con un grupo de obispos españoles. Ya hace tres años la Santa Sede había condenado estos instrumentos ‘sanadores’.

Ante la acusación a un hombre que hacía terapias de reconversión sexual, hace algunas décadas, en la comunidad valenciana de España, un obispo lo ha defendido afirmando que solo acompañaba espiritualmente a los denunciantes.

Más allá de si tales correctivos eran parte de ese acompañamiento o no, en el fondo hay una concepción de la homosexualidad muy superada, desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la quitó de su catálogo de enfermedades mentales, en 1990, y que todavía no asumen algunos prelados.

Ojalá acepten que, heterosexuales u homosexuales, y las demás variantes en el abanico de las preferencias sexuales, podemos atemperar, desbocar, canalizar, sublimar, compartir amorosamente, desfogar, sacramentalizar o contener nuestros impulsos sexuales, pero no cambiarlos radicalmente como si fueran una enfermedad curable. Que recuerden lo expresado por aquel joven: ¡pues si no es gripa!

Pro-vocación

En el verano del año pasado, el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de mi ciudad, Monterrey, México, presentó la exposición Tiempo Suspendido, de Bill Viola. Era una videoinstalación de 15 obras que invitaban a la reflexión sobre la condición humana, sus alegrías y tristezas, gozos y sufrimientos, a través de su propuesta filosófica. Asistí a la muestra con mis compañeras del curso de filosofía que facilito, y una de ellas dijo: ¡qué obra tan espiritual! Viola acaba de fallecer el 12 de este mes. Descanse en paz el creador que ralentizó el tiempo.