Editorial

Cualquier rendija abre la puerta a los abusos

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Las acusaciones fundadas de abusos a varias mujeres contra el Abbé Pierre, considerado el ‘ángel de los pobres’ en Francia como fundador de los Traperos de Emaús, pone de relieve, una vez más, que la lacra de los abusos no puede considerarse, ni mucho menos, un asunto cerrado o que pueda despacharse sin más.



Máxime cuando, casi a la vez, ha trascendido que, ya en 1956, el Vaticano tenía la intención de expulsar del sacerdocio a Marcial Maciel, pero que finalmente todo se paralizó porque se consiguieron tapar los primeros escándalos vinculados al fundador de los Legionarios de Cristo.

Muro pintado con una imagen del Abbe Pierre

No se puede bajar la guardia

En ambos casos, se trata de personalidades arrolladoras, con un liderazgo férreo, que invitaban a no cuestionar y justificar cualquier aberración cometida, en favor del aparente bien que estaban generando a otros tantos, más incluso allá de la Iglesia.

De ahí que, ahora más que nunca, no se pueda bajar la guardia ni atenuar lo más mínimo esa tolerancia cero contra los abusos de poder, de conciencia y sexuales. Cualquier rendija que se deje abierta se convierte en un signo de complicidad con los depredadores y un mazazo para cualquier víctima, esto es, una profanación de tierra sagrada.

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