Durante el cónclave de 2013, cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio acababa de alcanzar el número de votos necesarios para asegurar su elección como próximo Papa, su amigo, un franciscano brasileño, el difunto cardenal Cláudio Hummes, abrazó a Bergoglio y le dijo: “No te olvides de los pobres”.
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Reflexionando sobre esa escena, pocos días después, el Santo Padre dijo: “Y así fue como el nombre de Francisco de Asís apareció en mi corazón. Para mí, él es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación […]. Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre… ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”.
Con este punto de partida, surge una pregunta: ¿Cómo podemos ser una Iglesia pobre y para los pobres? Al observar la realidad de este mundo, nuestra primera pregunta podría ser: ¿Es posible tal cosa?
El sueño de Francisco
Y, sin embargo, si vamos a seguir el sueño del papa Francisco –y aún más fundamentalmente, si vamos a tomar en serio el Evangelio–, entonces tenemos que decir: ser una Iglesia pobre y para los pobres es necesario si queremos hacer a Cristo plenamente presente en el mundo. Ser una Iglesia con y para los pobres es necesario si queremos tener algún éxito en la evangelización.
El objetivo principal de esta reflexión es poner ante nosotros el magisterio del papa Francisco sobre los pobres: recoger algunos temas destacados en su enseñanza sobre la pobreza y dejarnos guiar por estos principios en nuestra acción personal, social y eclesial.
Comenzaré con un recordatorio de los fundamentos bíblicos que informan nuestro enfoque de la pobreza como cristianos. Luego, destacaré algunos de los principios principales que Francisco nos da en su enseñanza sobre los pobres, especialmente aquellos que surgen de sus mensajes para las Jornadas Mundiales de los Pobres.
Problemas de hoy
Después de eso, abordaré las formas en que otros problemas contemporáneos, como la guerra, el cambio climático y la polarización, exacerban los problemas de los pobres. Por último, ofreceré una indicación de cómo podemos llevar el mensaje del Papa sobre los pobres a las circunstancias concretas de nuestra implicación social y eclesial.
Y entonces, antes que nada: ¿qué nos enseña el Nuevo Testamento a los discípulos sobre la pobreza y los pobres? Bien podríamos comenzar con una historia contada por san Pablo en su carta a los Gálatas, que recordé al considerar la exhortación del cardenal Hummes al cardenal Bergoglio.
Como Hummes le dijo a Bergoglio “no te olvides de los pobres”, así, a san Pablo –habiendo subido a Jerusalén y sido confirmado por los otros apóstoles en su misión hacia los gentiles– se le dijo: “Acuérdense de los pobres”, y Pablo escribió que es “lo que he procurado cumplir con solicitud”.
Pobreza evangélica
Este es un punto importante. Todo el mundo conoce a Pablo como el gran “Apóstol de los gentiles”, el misionero del Imperio romano, parte del “magisterio” temprano de la Iglesia y uno de los primeros “teólogos” de la Iglesia. Y, sin embargo, no debemos olvidar que, desde el comienzo mismo de la misión de la Iglesia de enseñar y predicar, esa misión se llevó a cabo en pobreza evangélica.
La pobreza no era un “extra” opcional, sino una característica esencial de la misión evangélica. A imitación de Cristo, el predicador debía ser pobre y debía prestar especial atención a los pobres. En pocas palabras, la pobreza está en el centro de la evangelización.
Pablo vivió el Evangelio de la pobreza trabajando con sus propias manos para mantenerse a sí mismo, en lugar de aceptar pago. He aquí un hombre que, en el primer siglo de la misión de la Iglesia, vivió la pobreza evangélica por el bien de los pobres, por el bien de todos los que necesitaban el mensaje salvador de Cristo.
Lo que Jesús enseñó
Pero debemos dar un paso atrás y recordar por qué los apóstoles consideraban que la atención a los pobres era tan esencial para su misión en primer lugar. Y, claro, la razón era la que el mismo Jesús les había enseñado: “‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’. Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’”.
San Pablo no estuvo presente para escuchar esas palabras de primera mano, pero Jesús le dio su propia lección privada en el camino a Damasco, cuando le imploró: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. El “me”, en este caso, eran los creyentes a quienes Saúl perseguía, lo que significaba que Cristo estaba presente en sus creyentes.
Cristo vive en los pobres y en los últimos. Este fue el mensaje radical y transformador de paradigmas que los discípulos recibieron del Señor. Fue un mensaje que cambió el mundo. Ninguna religión anterior había afirmado jamás que el Dios del universo existía, que estaba realmente presente, en los seres humanos que había creado.
Misterio de la Encarnación
Y no solo en los grandes y poderosos, sino especialmente en los más débiles, los más vulnerables, los más necesitados. Para los primeros cristianos, la presencia de Cristo en los pobres de este mundo era parte central del Evangelio que predicaban. Esta verdad era central en su mensaje, porque se basaba en el misterio de la Encarnación.
En virtud de la Encarnación, la misión de la Iglesia hacia los pobres se basa en algo aún más fundamental que el mandato de Cristo; se basa en la naturaleza humana que Cristo asumió. “La pobreza, para nosotros los cristianos –dice el papa Francisco– no es una categoría sociológica o filosófica y cultural: no”.
Dice que la pobreza es, ante todo, una categoría teológica, porque adoramos a un Dios que “se hizo pobre para caminar con nosotros por el camino”. San Pablo lo expresa cuando dice: “Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para haceros ricos con su pobreza”.
Sintonía con los pobres
Ante esta realidad, decir “quiero una Iglesia pobre y para los pobres” equivale a decir: Quiero una Iglesia en unión con Cristo… Quiero una Iglesia que toque la carne de Cristo… que viva con la realidad de su Encarnación. Es simplemente la naturaleza de la Iglesia, que es el Cuerpo y la Esposa de Cristo, ser pobre y vivir para los pobres.
La atención a los pobres –y, más que atención, la sintonía con los pobres– ha sido un sello distintivo del pontificado del papa Francisco. Sus gestos concretos han incluido reuniones con los pobres en sus viajes apostólicos, ofrecer comidas a las personas sin hogar y brindarles cuidado personal y recursos higiénicos en propiedades del Vaticano.
A esos gestos le ha añadido palabras. A partir de 2017, inauguró una Jornada Mundial de los Pobres anual, que se celebra cada mes de noviembre, con un mensaje publicado el 13 de junio, en la memoria de San Antonio de Padua. Estos mensajes son tan desafiantes como fundamentales para el Evangelio. En su Mensaje para la I Jornada Mundial de los Pobres de 2017, el Santo Padre dijo: “El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente, cuando se trata de amar a los pobres”. (…)
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Índice del Pliego
FUNDAMENTOS BÍBLICOS PARA EL ENFOQUE DE LOS CRISTIANOS HACIA LA POBREZA
TEMAS DEL MAGISTERIO DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA POBREZA
- La globalización de la indiferencia
- ¿Simple limosna o una vida compartida?
- Los pobres: ¿objetos o sujetos del Evangelio?
FACTORES CONTEMPORÁNEOS QUE EXACERBAN LA POBREZA
- Guerra
- Cambio climático
- Polarización ideológica
¿QUÉ PODEMOS HACER? INDICACIONES PARA VIVIR EL EVANGELIO PARA LOS POBRES
- Una espiritualidad “eucarística”: la presencia real de Cristo en los pobres
- La pobreza como consejo evangélico
CONCLUSIÓN