Renovar la vida cristiana: ¡Una tarea pendiente de muchos bautizados!


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San Juan Eudes (1601-1680) fue un renovador de la vida cristiana en el siglo XVII. Uno de sus grandes maestros, el cardenal Pedro de Bérulle (1575-1629), una figura de renombre en Francia, desarrolló tres ejes en su espiritualidad que posteriormente terminaron en la constitución de la denominada Escuela Francesa de Espiritualidad (o escuela berulliana): la devoción al Verbo Encarnado, el cristocentrismo místico y el sacerdocio de Jesucristo.



Este cardenal fundó el Oratorio (1611) con el propósito de exaltar la santidad y dignidad del estado sacerdotal y ofrecer a los presbíteros un medio propicio para cumplir los compromisos de su ordenación. Así respondía a varios males de su tiempo: los beneficios eclesiásticos, la falta de residencia de los pastores en sus diócesis, la poca preparación doctrinal y la falta de celo apostólico.

Graves descubrimientos en las misiones

Las consecuencias de estos males en el clero se constataban en las realidades encontradas en las más de cien misiones que desarrolló san Juan Eudes: ignorancia religiosa, prácticas supersticiosas, alejamiento de los deberes fundamentales de la fe. La forma más clara de evangelización de estos desafíos fueron las misiones. Recordemos que en este tiempo tenemos a san Vicente de Paúl y a Juan Jacobo Olier, grandes misioneros, que con un contenido fundamental descubrían nuevos caminos para formar a los cristianos: predicación, catequesis, conferencias a grupos eclesiales, controversias con los protestantes, atención a los marginados y enfermos, los apestados y a los más desfavorecidos.

Todo terminaba con compromisos y señales de auténtica conversión por medio de la confesión, donde se reconocían pecadores y necesitados de la misericordia de Dios. San Juan Eudes propuso varios recursos para las misiones: El predicador apostólico (1685), El buen confesor (1666) y el Catecismo de la misión (1642)

El problema de fondo: ¡Renovar!

Poco a poco, sobre todo a la luz de las misiones, san Juan Eudes descubrió que el problema de fondo era una auténtica renovación de la vida cristiana, haciendo de la vida de Jesucristo la vida misma del cristiano: “El objetivo de la Iglesia en todas sus funciones es la formación de Jesús”, aseguró en una de sus obras fundamentales denominada Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas (1637).

Evidentemente que esta formación de Jesús tiene como punto de partida la consideración de haber sido creados por Dios y para su gloria, realidad que hemos confirmado con nuestro bautismo y que se hacía necesario reafirmar. Seguramente hoy también nosotros debamos prestar mayor atención a estos compromisos bautismales para encontrarnos con Jesús, formarlo y hacerlo vivir y reinar en nosotros.


Por P. Hermes Flórez Pérez, cjm. Eudista del Minuto de Dios

Foto: Pixabay