Quizá en este tiempo de verano hayas participado en una barbacoa en familia o entre amigos. Y, quien más o quien menos conoce las pastillas que, con diferentes formas y composiciones -parafina, queroseno, madera-, sirven para acelerar el encendido de las mismas.
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De igual modo, transitamos un tiempo donde estamos en un continuo amago de “incendio social” y, donde muchos representantes públicos hacen de pastillas aceleradoras. Al menos, yo por todos lados descubro declaraciones que solo echan “leña al fuego” y que parecen alimentar la posibilidad de un estallido ciudadano de consecuencias impredecibles.
En el mejor de los casos sin que esa sea la intención, sino sólo la de subirse “a la ola” de corrientes de pensamiento. En el peor… como parte de mecanismos al servicio del poder (al respecto, es muy recomendable ver la serie que nos propone Fernando Vidal en su última entrada en esta revista.
Política que incendia
Por desgracia, la clase política está en la vanguardia de esa tendencia a “jugar con fuego”. Abundan, por doquier, políticos de todos los colores que alimentan la confrontación y agravan la grieta de la irreconciliación entre posturas. En otro texto mío ahondaba algo más en esas estrategias.
Es innegable que hay muchas cuestiones encima de la mesa política y social que tocan temas muy sensibles y polémicos. Y ante ellos, se hace difícil no prender la llama en los que piensan diferente. Sin embargo, eso no justifica tirar por la vía de lo más fácil.
Necesitamos políticos extintores
Porque, si algo me parece claro, es que las personas que se dedican a la política hoy en día deberíamos caracterizarnos por todo lo contrario: por sofocar los incendios, recuperar el espacio del encuentro y de la búsqueda de alternativas constructivas y horizontes de esperanza. Es cierto que, aún así, habrá que abordar situaciones complejas, pero para ella no faltarán quienes vivan con naturalidad lo de ser “pastillas para la barbacoa”.
Días atrás terminé de leer ‘Utopía para realistas’, de Rutger Bregman -más que recomendable también-. En su epílogo, el autor apuesta por hacer de la política no “el arte de lo posible” (definición de Bismark), sino de “hacer inevitable lo imposible”.
Y hoy, necesitamos que el entendimiento, la sanación de las heridas, la reconstrucción de la convivencia, la cohesión social, sean inevitables, por más que parezcan imposibles.
Y en ese camino los “políticos extintores” juegan un papel imprescindible.