Los obispos denuncian que, si la “madre tierra” es contaminada y “devastada”, se hace “mortal para los más pobres”

  • Mensaje de la Conferencia Episcopal Española ante la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación
  • Puesto que “somos vulnerables”, “todos necesitamos de todos y todos aguardamos la misma plenitud de salvación”

Los obispos denuncian que, si la “madre tierra” es contaminada y “devastada”, se hace

De cara a la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación, que tendrá lugar el 1 de septiembre y con la que dará comienzo el llamado Tiempo de la Creación (hasta el 4 de octubre), la Conferencia Episcopal Española, a través de la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social, ha hecho público hoy un mensaje titulado ‘Esperanzar y actuar con la creación’.



En dicho texto, los obispos apelan a “la esperanza como una lectura alternativa de la historia y de las vicisitudes humanas; no ilusoria, sino realista, fruto de un Evangelio vivido; del realismo de una fe que ve lo invisible; y del antropocentrismo situado en la salvación de nuestra casa común y de quienes habitamos en ella, desde una opción por la ecología humana e integral”.

El hombre, custodio

En este sentido, se reconoce que “la visión cristiana del mundo destaca la posición central del hombre dentro de la creación y su relación con el entorno natural”. Por ella, “el ser humano está llamado a cuidar de la ‘casa’ natural, pero sin considerarse como el centro absoluto del universo, a la vez que reconoce su interdependencia con otros seres vivos y el medio ambiente del que él mismo forma parte”.

De ahí que haya que tener siempre presente “la bondad de los demás seres creados, que existen no solo en función del ser humano, sino también con un valor propio y, por tanto, como dones que le han sido confiados para ser custodiados y cultivados”.

Desde esta perspectiva, “no es irrelevante para nosotros que desaparezcan tantas especies o que la crisis climática ponga en riesgo la vida de tantos seres”. Al contrario, puesto que “al ser humano, dotado de inteligencia y amor y guiado por el Espíritu de Dios, se le ha concedido el don de poder realizar el bien y desde él conducir a todas las criaturas de vuelta a su Creador”, no se puede desfallecer en dicha tarea, siendo el “punto común de llegada” el mismo “Dios, en esa plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todas las cosas”.

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Llamada de san Pablo

Acudiendo a san Pablo, que en sus cartas “nos invita a escuchar un gemido universal”, hay que tener en cuenta que este apela a “un todo cósmico que ansía la salvación y que en la actualidad sufre aguardando un parto tan sorprendente como novedoso. Este gemido, fruto del pecado y su dolor, afecta a toda la realidad creada y se hace presente trasversalmente en toda la historia”.

En “el hoy”, este “drama” se expresa en el “sufrimiento en las injusticias del mundo”. Tanto “en las guerras fratricidas que la humanidad soporta” como “en la creciente contaminación” de la “madre tierra”, “violentada y devastada” hasta el punto de que “se vuelve así inhóspita y, en muchos casos, mortal para los más pobres y débiles de la humanidad”.

Para los pastores españoles, “la teología de la creación nos recuerda primero que todo fue creado por amor y que en ese mismo amor está la plenitud de toda la creación y, a la vez y en segundo lugar, nos sitúa como criaturas, y en cuanto tal, nos presenta ante nuestros ojos la verdad de que somos vulnerables y, por eso mismo, todos necesitamos de todos y todos aguardamos la misma plenitud de salvación y de novedad”.

Aunque “la última palabra sobre todo es de Dios, la cual es un sí a la vida fundamentada en su amor”, lo que hoy le corresponde a “la Iglesia”, a “cada uno de nosotros y nuestras comunidades”, es “convertirse para ser testimonio de esperanza en medio del dolor y la oscuridad”.

Hacia una verdadera conversión

De este modo, “conducidos por la gracia del Espíritu, nos sentimos llamados a una verdadera conversión centrada en la propuesta viva y sincera de nuevos estilos de vida en lo personal, lo social, lo político y lo económico, así como en la espiritualidad y vivencia de lo trascendente y de lo religioso”.

Como concluyen los obispos, “nuestra fe nos compromete a no dejar en la intemperie de una naturaleza desgraciada a las próximas generaciones y comprender que no habrá paz verdadera sin cuidar las relaciones entre nosotros, con la naturaleza y con Dios”.

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