Prejuicios fuera: Francisco, en Indonesia, es testigo de un islam y un cristianismo que se abrazan como hermanos

El Papa, con el imán de Yakarta

El mosaico religioso de Indonesia está dominado indiscutiblemente por la religión musulmana, que profesan casi el 90% de sus 280 millones de habitantes; el porcentaje restante se lo reparten entre protestantes (7%) y católicos (3%), más unas ínfimas minorías budistas o hinduistas. Pero este no es un estado islámico; todo lo contrario, como lo demuestran su régimen de tolerancia y diálogo interreligioso y la secular convivencia pacífica entre los seguidores del profeta Mahoma y los de Jesús de Nazaret, solo interrumpida en contadísimos y muy aislados incidentes.



La jornada de hoy ha sido el reflejo perfecto de esa realidad con la visita de Francisco a la Mezquita de Istiqlal (palabra árabe que se significa ‘independencia’) y la firma de una declaración conjunta islamo-católica “para promover la armonía religiosa por el bien de la humanidad”.

Mezquita obra de un cristiano

Desde primeras horas de la mañana, una multitud muy festiva ha invadido la inmensa superficie que rodea la mezquita más grande del sudeste asiático, proyectada por un arquitecto cristiano en 1954 e inaugurada a finales de los años 70 por el primer presidente Sukarno. Es una construcción colosal que puede albergar a 120.000 fieles, rematada por una cúpula y un minarete cuya altura evoca las suras del Corán.

A las nueve de la mañana (en España, las cuatro de la madrugada del jueves 5), el Papa atravesó el portón principal de la mezquita, donde fue recibido con un abrazo fraternal por el gran imán, el profesor Nasaruddin Umar. Los dos se dirigieron a la entrada del llamado “túnel de la amistad”, un pasaje subterráneo que une la mezquita con la no distante catedral católica y que, además de su carácter altamente simbólico, ofrece aparcamiento a los vehículos de quienes visiten cualquiera de los dos templos. Después de unas breve palabras de ambos, el Santo Padre bendijo la estructura, que será abierta al público el próximo mes de octubre.

Siempre acompañados por el calor de todos los presentes, el papa y el gran imán llegaron a una gran tienda donde estaban congregados los obispos indonesios, el séquito papal al completo, numerosos dignatarios musulmanes (con el ministro de Asuntos Religiosos a la cabeza) y algunos líderes de las otras religiones.

Sin radicalismo ni extremismo

Antes de su entrada, el dirigente de la mayor comunidad musulmana de Indonesia, Marsudi Syuhud, nos declaró a un grupo de periodistas que “en Indonesia no existen ni el radicalismo ni el extremismo religioso; aquí todos tenemos relaciones amistosas y fraternas. El vandalismo y el terrorismo proceden de otros países, en concreto de Oriente Medio”.

Una vez que el papa y el gran imán ocuparon sus asientos en el estrado, comenzó la ceremonia: una graciosa joven cantó algunos versos del Corán y a continuación se dio lectura a la lectura de la parábola del buen samaritano en el evangelio de san Lucas.

La lectura y la firma de la declaración conjunta fue precedida por una alocución del gran imán subrayando la importancia de este hecho para el diálogo interreligioso. “Como puede verse en los acontecimientos de los últimos años -se dice al inicio del documento-, nuestro mundo está afrontando claramente dos graves crisis: la deshumanización y el cambio climático”.

El papa Francisco, en el encuentro con los pobres en Yakarta

Salvaguardia de la dignidad

Sobre la primera de estas crisis, “caracterizada sobre todo por la violencia y los conflictos difundidos que con frecuencia provocan un número alarmante de víctimas, el papel de la religión debe incluir la promoción y la salvaguardia de la dignidad de toda vida humana”. Para los autores del documento, “la actual crisis ambiental se ha convertido en un obstáculo para la convivencia armoniosa de los pueblos”.

“Los valores compartidos de nuestra tradiciones religiosas -prosigue la declaración- deberían ser promovidos para derrotar la cultura de la violencia y de la indiferencia que aflige nuestro mundo. En efecto, los valores religiosos deberían orientarse a la promoción de una cultura del respeto, la dignidad, la compasión, la reconciliación y la solidaridad fraterna para superar la deshumanización y la destrucción ambiental”.

En otro pasaje se afirma que, “puesto que existe una única familia global, el diálogo interreligioso debería ser reconocido como un instrumento eficaz para resolver los conflictos locales, regionales e internacionales, sobre todos los provocados por el abuso de la religión

Respeto recíproco y amor mutuo

Tomando la palabra Bergoglio, después de mostrar su felicidad por visitar “la mezquita más grande de Asia”, glosó algunos de los conceptos de la declaración apenas firmada, animando a los fieles de todas las religiones “a construir sociedades abiertas cimentadas en el respeto recíproco y en el amor mutuo, capaces de aislar las rigideces, los fundamentalismos y los extremismos, que son siempre peligrosos y nunca justificables”.

Se refirió después a la necesidad de “cuidar las relaciones” entre los diversos credos, con el deseo de que, como el túnel, se creen conexiones y enlaces, evitando que, porque “las doctrinas y los dogmas de cada experiencia religiosa sean diferentes”, olvidemos que “lo que realmente nos acerca es crear una conexión entre nuestras diferencias, ocuparnos de cultivar lazos de amistad, de atención, de reciprocidad… La unidad nace de los vínculos personales de amistad, del respeto recíproco, de la defensa mutua de los espacios e ideas ajenas”.

Finalmente, Bergoglio destacó que “Indonesia es un gran país, un mosaico de culturas, etnias y tradiciones religiosas; una riquísima diversidad que se refleja también en la variedad del ecosistema y del ambiente circundante. Y, si es cierto que poseen la mina de oro más grande del mundo, sepan que el tesoro más valioso es la voluntad de que las diferencias no sean motivo de conflicto, sino que se encuentren armónicamente en la concordia y el respeto recíproco”. Palabras estas últimas que fueron acogidas con un estruendoso aplauso.

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