Editorial

Cuando el Espíritu se mueve

Compartir

La nadadora Teresa Perales se ha convertido en la deportista paralímpica del planeta con más medallas en su palmarés. En total, 28 preseas que la igualan al ex nadador estadounidense Michael Phelps. El pasado 31 de agosto, en el marco de los Juegos Paralímpicos que se están celebrando en París, la española de 48 años lograba esta gesta incuestionable en la prueba de 50 metros espalda, en la que se colgó un bronce.



Perales se subió al podio tras una carrera que ella misma describe como “épica”, ya que es plenamente consciente de que nadó con algo más que el viento en contra. A la neuropatía que le paralizó las piernas con 19 años, se sumó hace tres una falta de movilidad en su brazo izquierdo. Esta circunstancia le ha obligado a aprender a nadar de nuevo con un solo brazo en tiempo récord y a cambiar de categoría por el visible agravamiento de su discapacidad.

Sin embargo, este hecho no ha supuesto una limitación para la esforzada aragonesa. Eso sí, como ella misma comparte en entrevista con ‘Vida Nueva’, sí le ha exigido “desprogramarme y reequilibrarme”, a la vez que romper con la idea de que “la seguridad va ligada a la felicidad”. O lo que es lo mismo, abandonar su particular ‘zona de confort’.

deportista paralímpica del planeta con más medallas en su palmarés

Su sana ambición le ha llevado a superar esta y otras tantas barreras con las que se ha topado en su vida cotidiana desde su silla de ruedas. Además, Perales es una mujer creyente, que no solo mira al cielo para poner su confianza en Dios, sino que aterriza los valores del Evangelio en su día a día, ya sea en la piscina, como madre, mujer y emprendedora. Prueba de ello son los innumerables reconocimientos institucionales que ha recibido. Pero, sobre todo, su compromiso social, que le ha llevado a poner en marcha su propia fundación, una entidad que tiene como ejes la inclusión, la inteligencia emocional y la solidaridad con los últimos.

Gesta vital

En medio de una sociedad del descarte, que arrincona a quien no cumple con los estándares de consumo y de unos ideales de perfección establecidos, el triunfo olímpico de Teresa Perales habla de la gesta vital. De quien se sabe mover con la misma libertad dentro del agua que fuera sin dejarse atrapar por paternalismo alguno. De quien sabe descubrir oportunidades a cada paso sin borrar la sonrisa de su rostro y de su corazón, a pesar de las dificultades personales y de los obstáculos externos. De quien es capaz de obrar, desde la entrega y el esfuerzo, el milagro de multiplicar medallas de oro, plata y bronce cuando apenas se cuenta con un cesto de panes y peces. De quien es capaz de encarnar la fe, la esperanza y la caridad a partir del más que sugerente lema con trasfondo cristiano de los Juegos Paralímpicos: ‘Espíritu en movimiento’.