Increíble, portentoso espectáculo el que ofrecía esta tarde la interminable explanada de Taci Tolu de Dili, donde el papa Francisco ha presidido una Eucaristía. Según datos oficiales, han asistido 700.000 personas, es decir, la mitad de la población de Timor Oriental, nación que se proclama la más católica del mundo por considerarse fieles de la Iglesia de Roma el 96,7% de sus habitantes.
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Hace treinta y cinco años, el 12 de octubre de 1989, Juan Pablo II celebró en este mismo lugar una Santa Misa presenciada por 70.000 fieles. Pero, entonces, Timor Oriental solo contaba con 700.000 ciudadanos y a causa de la invasión de Indonesia reinaba una cierta atmósfera de terror.
Según se nos ha informado, ya en la noche del lunes al martes comenzaron a llegar grupos compactos de personas deseosas de ocupar un puesto lo más cercano posible al altar.
Baño de multitudes
Hoy mismo, todo el trayecto desde la Nunciatura a la explanada ha sido un constante trasiego de multitudes, una marea de gentes de todas las edades y condiciones sociales que querían participar en la solemne ceremonia.
Hay que decir que las condiciones meteorológicas eran muy duras: se habían sobrepasado los 35 grados y el porcentaje de humedad era muy alto. No obstante, nadie abandonó su puesto e intentaban combatir el calor con decenas de miles de paraguas, el uso intensivo de abanicos y con agua.
Al Papa no pareció afectarle el acoso solar, tal vez porque el altar estaba refrigerado. Leyó su homilía en español y fue traducida al tetum y al inglés, lenguas oficiales de Timor.
El impulso de los jóvenes
En ella reflexionó sobre el texto del profeta Isaías donde Dios hace brillar su luz salvadora a través del don de un hijo: “Esta realidad se revela hermosa en Timor, porque hay muchos niños; ustedes son un país joven en el que cada rincón la vida se siente palpitar y bullir. Y la presencia de tanta juventud y de tantos niños es un don inmenso, de hecho renueva constantemente la frescura, la energía, la alegría y el entusiasmo de su pueblo”.
Luego hizo una interpretación de dos joyas tradicionales de esta tierra: el ‘Kaibauk’ y el ‘Belak’. La primera “nos recuerda que, con la luz de la Palabra del Señor y con la fuerza de su gracia, también nosotros podemos colaborar con nuestras opciones y acciones al gran designio de la salvación”. La segunda “nos habla de paz, de fertilidad y de dulzura, a la vez que simboliza la ternura de la madre que con los delicados reflejos de su amor vuelve resplandeciente lo que toca por la misma luz que, a su vez, recibe de Dios”.
Mañana por la tarde dará comienza la cuarta y última etapa de este viaje con una estancia de día y medio en la ciudad-estado de Singapur.