¿Hay que pagar por los delitos de otro?


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Al parecer, en el municipio pontevedrés de Mondariz han vandalizado una estatua dedicada al actor Sancho Gracia, es decir, le han echado pintura roja por encima. ¿La razón? Protestar por los actos de su nieto, el conocido Daniel Sancho, condenado en Tailandia a cadena perpetua por el asesinato y descuartizamiento del médico colombiano Edwin Arrieta. El ayuntamiento de Mondariz ha decidido retirar la estatua, supongo que por si acaso.



El hecho me ha recordado algunas páginas de la Escritura, donde precisamente se subraya la responsabilidad personal frente a un concepto “comunitario” de la persona. En efecto, en Israel, durante muchos años, funcionó la idea de que la persona era, en realidad, una especie de extensión del grupo. Es lo que explica que Dios pudiera castigar o recompensar los pecados o las buenas acciones de una persona en sus hijos o nietos.

Daniel Sancho, hijo del actor Rodolfo Sancho acusado de asesinato en Filipinas

Sin embargo, la “modernidad” llegó a Israel con Jeremías y Ezequiel. Jeremías anuncia un tiempo futuro de plenitud: “Ya llegan días –oráculo del Señor– en que sembraré en Israel y en Judá simiente de hombres y simiente de animales. Del mismo modo que estuve atento para arrancar y arrasar, para destruir, deshacer y maltratar, así de atento estaré para edificar y plantar –oráculo del Señor–. Aquellos días ya no se dirá: ‘Los padres comieron agraces y los hijos tuvieron dentera’. Cada cual morirá por su pecado, quien coma agraces tendrá dentera. Ya llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva” (Jr 31,27-31). Así, la alianza nueva parece llevar implícita también una responsabilidad personal: las consecuencias de comer agraces –uvas verdes– no las sufrirá alguien distinto de quien las haya comido. Aquí decimos: “Que cada palo aguante su vela”.

Propia responsabilidad

Ezequiel cita el mismo refrán que Jeremías: “Me fue dirigida esta palabra del Señor: ‘¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel?: Los padres comieron agraces y los hijos tuvieron dentera. […] Si ese hombre [justo] engendra un hijo violento y sanguinario, que comete contra su prójimo alguna de estas malas acciones (que su padre no había cometido), que participa en los montes en las comidas y deshonra a la mujer de su prójimo, oprime al indigente y al pobre, roba, no devuelve la prenda empeñada, honra a los ídolos y comete acciones detestables, presta con usura y acepta intereses, ciertamente no vivirá. Por haber cometido todas esas acciones detestables, morirá irremediablemente y será responsable de su propia muerte’” (Ez 18,1-2.10-13).

La responsabilidad personal, pues, no solo es signo de modernidad, sino también señal de fe adulta (y no reñida con la dimensión comunitaria).