Para la eucaristía que ha puesto punto final y solemne al breve pero muy intensa estancia del papa Francisco en Singapur se ha escogido el Estadio Nacional una estructura tecnológicamente a la vanguardia en lo que a instalaciones deportivas se refiere. Las cincuenta mil personas que han participado en ella habían sido acomodadas en sus gradas y en el amplio terreno de juego protegidas por una cúpula gigante y refrigerada, a pesar de lo cual el calor era bastante intenso.
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A las cuatro y media de la tarde, después de recorrer en un coche cerrado los diecisiete kilómetros que separan el centro deportivo del centro de esta gigantesca ciudad, Francisco dio una vuelta al ruedo entre un vocerío expresión de la excepcional emoción que sentían todos los presentes. Hizo detener el cochecito de golf en que se desplazaba para saludar y besar a un nutrido grupo de enfermos, jóvenes criaturas y ancianos en sillas de ruedas o acompañados por su cuidadores a los que repartió rosarios y caricias.
Celebración en inglés
A las cinco dio comienzo el rito eucarístico, celebrado en inglés, con el canto del Ave María de Fátima puesto que la liturgia recordaba el Santísimo Nombre de María; guiado por un potente coro y orquesta la multitud se sumó a la plegaria mariana.
En el comienzo de su homilía el Santo Padre reconoció “la belleza de esta ciudad y las grandes y osadas arquitecturas que contribuyen a hacerla tan famosa y fascinante comenzando por el impresionante complejo del Estadio Nacional en que nos encontramos”, pero añadió que “en el origen de estas imponentes construcciones – como en cualquier otro proyecto que deja su huella positiva en este mundo- no está en primer lugar, como muchos piensan, el dinero. Ni la técnica, ni siquiera la ingeniería- todos medios útiles- sino en definitiva el amor, ‘el amor que construye’”.
Amor sobre el odio
“Si algo bueno existe y permanece en este mundo- redondeó su pensamiento- es sólo porque en múltiples y variadas circunstancias el amor ha prevalecido sobre el odio, la solidaridad sobre la indiferencia, la generosidad sobre el egoísmo”, comentó. Justo después, dijo que “si no fuera así nadie habría podido hacer crecer una metrópolis tan grande, los arquitectos no habrían hecho proyectos, los obreros no habrían trabajado y nada se habría podido realizar…nada que sea perdurable – concluyó esta parte de su alocución- nace y crece sin amor”.
A partir de ahí, destacó que “a veces la grandeza y la imponencia de nuestros proyectos pueden hacernos olvidar esto, engañándonos al pensar que podemos ser los autores de nosotros mismos, de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestra felicidad; sin embargo , al final la vida acaba por devolvernos a la única realidad, la de que sin amor no somos nada”.
Con Juan Pablo II
Más adelante quiso citar la homilía que pronunció San Juan Pablo II en la Misa que celebró en noviembre de 1986 en el Estadio Nacional de entonces y en la que el papa polaco afirmó que “por eso el amor se caracteriza por un profundo respeto a todos los hombres, independientemente de su raza, de su credo o de cualquier aspecto que les pudiera hacer diferentes de nosotros”.
En la parte final de su homilía mencionó como ejemplo a María “cuyo Dulce Nombre celebramos hoy” y a San Francisco Javier, que fue recibido en estas tierras en numerosas ocasiones, la última en julio de 1552 poco antes de morir. Del santo navarro recordó una carta que le escribió a San Ignacio en la que afirmaba que su deseo era “ir a todas las universidades gritando como hombre que tiene perdido el juicio …a los que tienen más letras que voluntad para que se sientan impulsados a hacerse misioneros por amor a sus hermanos”.
Múltiples credos
En un lugar destacado se encontraban representantes de otras Iglesias cristianas: evangélicos, luteranos, anglicanos, coptos y de otras religiones presentes en Singapur, el país del mundo con mayor presencia de credos religiosos.
Todavía mañana, antes de emprender viaje de regreso a Roma, Bergoglio tiene previsto reunirse con los obispos y sacerdotes, con un grupo de ancianos y enfermos de la Casa de Santa Teresa y con jóvenes que, como confirman las estadísticas, constituyen la mitad de la población de Singapur.