Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Dichosos ustedes, ay de aquellos


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Si hay algún personaje estirado en la historia es Jesús, muchos en su nombre han hecho una gran cantidad de cosas contrarias a lo que dijo, predicó y vivió, porque parte de la tentación recurrente en el hombre es hacer pequeños dioses a su medida.



El tema no es tanto alardear en creer en Jesús, sino en cómo se traduce eso en acciones y comportamientos del día a día. El mismo evangelio ofrece la clave, “por sus frutos los conocerán” (Mt 7, 15), de tal manera que no es un asunto decir, sino de obrar.

Culto

Del dicho al hecho

Recientemente un personaje de la política latinoamericana salió por los medios de comunicación y redes digitales en un culto con cristianos, los cuales le condecoraron con una especie de estola con el nombre del país, sin embargo, la violencia, la represión, la violación sistemática de los DDHH en ése lugar, que gobierna el político, se distancia drásticamente de un auténtico cristianismo.

De allí, la propuesta de plantear de qué lado estaría el Señor ante el dantesco escenario de pobreza, migración, violencia, persecución y todos esos males que sabemos y padecemos en Latinoamérica. Preguntarse de qué lado estaría, por quién tomaría partido, a quien estaría acompañando.

Y la respuesta está en el mismo evangelio, en sus palabras, en un discurso célebre, muy popularizado, pero poco comprendido en la sencillez compleja de Dios, que no utiliza grandes tratados para darse, para manifestarse, para hacerse presente: Las bienaventuranzas.

Felices, bienaventurados ustedes

“Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios”. Los pobres, y no solo los que materialmente no tienen, sino los condenados a no tener oportunidades, los que no son tomados en cuenta, los que parecen no tener valor, los invisibles, los que no van a las cumbres importantes de política, economía y medio ambiente, los que viven en su realidad precaria cotidiana.

“Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados”, no solo el hambre material, que existe, es real, sino hambre de justicia, de verdad, de reivindicación. Aquellos que trabajan por lo que corresponde, y no reciben lo que por derecho merecen; los que trabajan por la paz, los derechos humanos, la democracia, que quieren saciar la precariedad de su pueblo, ante el despilfarro de los poderosos, de los déspotas, de los de cuello blanco, que no se quitan a los pobres de la boca, para que sigan siendo pobres, esos populistas que todos conocemos.

“Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán”. Y vaya que hay llantos en nuestro herido continente; lloran por la violencia; lloran por la injusticia; lloran por la represión; lloran por que se les arrebata el futuro, lloran las madres; lloran los hijos; lloran los discapacitados; lloran los jóvenes autistas acusados de terrorismo; lloran ante el verdugo; lloran ante los jueces; lloran ante los que pudiendo hacer algo, no hacen nada, pero lloran; con la esperanza en Aquel que prometió, que reirán.

“Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan”. Si, dichosos, los que sobran, los que estorban, los que no son políticamente correctos, los que no caben en la ecuación de intereses, los que no caben en los negocios de petróleo. Los perseguidos, por sus ideas, por querer un país distinto, por no someterse, por no doblegarse, por ser dignos, ante los indignos.

Ay de ustedes

En frente de estos, los dichosos de Jesús, en Jesús, la verdadera tristeza, la verdadera oscuridad disfrazada de incandescencia con un brillo artificial, con rezos vacíos, con rituales simulados, los que usan el nombre de Dios en vano, que solo creen en ellos mismos.

Si, ay de los que creen que lo tienen todo; el poder, el dinero, el reconocimiento, ricos en consuelo; que se hartan de lo efímero, que se ríen del sufrimiento causado por ellos, o por su omisión, que igual les hace culpables; los alabados, los que compran like, los que viven de los aplausos de la amenaza. ¡Ay de ustedes, ay de esos, ay de aquellos!

Mientras tanto, toca seguir cultivando la esperanza, mostrarle a los dichosos que Jesús les acompaña, que no les abandona, que ése Jesús ha vencido el mal, ha vencido el mundo, y que con él, sus pobres, sus perseguidos, los maltratados por su nombre, también vencerán.

Dichosos ustedes y ay de aquellos.


Por Rixio G. Portillo. Profesor e investigador Universidad de Monterrey