El domingo 13 de septiembre del 2015, en una misa celebrada en su pueblo natal de Tshitanini Thohoyandou a la que asistieron sus ocho hijos y su anciana madre, en la provincia sudafricana de Limpopo, fue declarado beato Tshimangadzo Samuel Benedict Daswa. Asesinado en 1990 a los 43 años, se trata del primer sudafricano que llegaba a los altares, como mártir de la fe.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En su carta a los fieles, el arzobispo de Ciudad del Cabo, monseñor Stephen Brislin, presidente de la Conferencia Episcopal de África Austral (SACBC), que abarca Botsuana, Suazilandia y Sudáfrica, describió al beato Daswa como “un católico laico comprometido, amante esposo y padre de una familia numerosa; un dedicado profesor y catequista voluntario, un miembro activo de la comunidad”.
Una moda creciente
Hasta aquí podría parecer una ceremonia de beatificación similar a otras muchas, si bien en este caso llenaba de alegría a la Iglesia local sudafricana. Por otro lado, el hecho que este primer beato fuera un mártir, tenía resonancias de primitiva cristiandad con la esperanza que se convierta en semilla de nuevos cristianos, como ha ocurrido en otros muchos países.
Pero el martirio de Benedict Daswa no es uno más como otros, sino que tiene unas connotaciones muy particulares que nos lleva a recordarlo con especial interés. Se trata de un mártir de la brujería y la superchería, que con su muerte mostraba su peor cara, la más contraria al ser humano.
No pensemos en un fenómeno aislado y poco frecuente. Leemos que más del 40 por ciento de la población mundial cree en el poder de la brujería, entendida como la capacidad de ciertas personas de causar daño intencionalmente a través de medios sobrenaturales. Los datos provienen de encuestas personales y telefónicas realizadas a 140.000 personas de 95 países por el Pew Research Center entre 2008 y 2017.
Dicho estudio refleja las diferencias de la extensión de dichas creencias según las diferentes culturas y mentalidades, pues mientras que en Suecia solo el nueve por ciento de los encuestados al azar cree en las maldiciones, en Túnez la cifra es del 90 por ciento. Por otro lado, se trata de un fenómeno en claro crecimiento, pues por ejemplo en Estados Unidos, país en el que en 1990 unas 8.000 personas se identificaban como fieles de la brujería pagana, en el año 2000 contaba ya con 134.000 y en 2014 éstos superaban el millón.
Las religiones tradicionales
La situación en África, tierra del beato Benedict Daswa, es muy particular ya que incluso después de más de un siglo de evangelización, las religiones tradicionales africanas siguen siendo un hecho en muchos países africanos. El Papa Benedicto XVI reconoció esta realidad en la exhortación apostólica postsinodal sobre la Iglesia en África, Africae Munus: “La Iglesia convive diariamente con los seguidores de las religiones tradicionales africanas. Con su referencia a los antepasados y a una forma de mediación entre el hombre y la Inmanencia, estas religiones son el terreno cultural y espiritual del que brotan la mayoría de los cristianos convertidos y con el que siguen teniendo contacto cotidiano”.
El Papa advertía en dicha exhortación de la importancia de la brujería en muchas de estas religiones tradicionales y, como consecuencia, en amplios sectores de la población, que muchas veces se mezcla con la fe cristiana creando graves desafíos pastorales: “La brujería, que se basa en las religiones tradicionales, está experimentando actualmente un cierto renacimiento. Viejos temores están resurgiendo y creando lazos paralizantes de sometimiento. La angustia por la salud, el bienestar, los niños, el clima y la protección contra los malos espíritus lleva a veces a la gente a recurrir a prácticas de las religiones tradicionales africanas que son incompatibles con las enseñanzas cristianas. El problema de la «doble afiliación» -al cristianismo y a las religiones tradicionales africanas- sigue siendo un desafío”.
Un niño ‘milagro’
Todo esto refleja el complicado contexto en el que vivió Benedict Daswa, al igual que muchos de sus coetáneos. Nacido como Tshimangadzo Samuel Daswa el 16 de junio de 1946 en Sudáfrica, fue el primer hijo de Tshililo Petrus Daswa (Bakali) y Thidziambi Ida Daswa (Gundula). Tshimangadzo significa “milagro” o “maravilla” en lengua venda, una de las once lenguas oficiales de Sudáfrica. La familia Daswa pertenecía a la comunidad étnica negra africana llamada los Lemba, o «judíos negros». Se trata de un grupo étnico bantú, nativos de Zimbabue y Sudáfrica con pequeñas ramificaciones en Mozambique y Malaui, que aseguran ser descendientes de los israelitas provenientes de un lugar llamado Sena hace cientos de años, y que luego se establecieron en cierta región del África oriental. Son unos 70.000 y siguen las tradiciones semíticas, como las restricciones alimentarias de tipo kosher, los ritos de circuncisión masculina y las estrictas normas contra los matrimonios mixtos, y tienen nombres de clan que suenan semíticos.
Tshimangadzo tenía tres hermanos menores y una hermana: Thanyani Mackson, Muvhulawa Calson, Thinavhuyo Mavis y Humbulani Innocent. Nuestro joven trabajó cuidando el rebaño antes de ir a la escuela, que empezó en la escuela primaria de Vondwe en 1957, a la que siguió la secundaria en el instituto de Mphaphuli. Tras la muerte accidental de su padre, le tocó mantener a sus hermanos y lo hizo pagando su educación mientras trabajaba. En el trabajo, ayudó a pagar la educación de sus hermanos y les animó constantemente a que se enorgullecieran de sus estudios.
Reuniones de catecismo
Tshimangadzo se acercó al catolicismo a través de un amigo que conoció cuando vivía en Johannesburgo con un tío suyo, a través suyo intuyó un modo diferente de concebir la vida, la sociedad, la familia. Poco a poco se fue interesando por nuestra fe y comenzó a asistir a reuniones de catecismo todos los domingos con su amigo, que lo acompañaba. Tras dos años de instrucción, Daswa fue bautizado el 21 de abril de 1963 por el sacerdote Augustine O’Brien y tomó el nombre de «Benedict» por inspirarse en san Benito de Nursia, eligiendo también como lema de su vida el «Ora et labora» benedictino. Fue confirmado por el abad obispo F. Clemens van Hoek tres meses después, el 21 de julio de 1963.
Después de su bautismo, Benedict acudió a la Escuela Normal de Venda para obtener el título de maestro de primaria, matriculándose en 1968 como alumno por correspondencia y graduándose en 1973. Acabados los estudios, ejerció de maestro y catequista, trabajó con adolescentes y ayudó a familias que pasaban penurias económicas. Preocupado por los estudiantes más pobres, les ofrecía trabajo en su gran huerta con el fin de ganar dinero para libros y uniformes escolares. Su devoción por la escuela y sus estudiantes fue impresionante, ya que construyó nuevas aulas, introdujo jardines escolares, y fomentó la participación de los estudiantes en el atletismo y la música. Estaba muy dedicado al bienestar de sus estudiantes, y era conocido por visitar a familias que estaban experimentando problemas, incluso por ir a buscar a los alumnos que decidían faltar a clase.
Muy respetado
Era un joven muy respetado en su comunidad local y se hizo famoso por su honradez, veracidad e integridad. Ayudó a construir la primera iglesia de su zona y el 1 de enero de 1979 llegó a ser el director de la escuela en la que impartía clases, la escuela primaria de Nweli. Leemos que en una ocasión convenció a un padre que quería casar a su hija con un hombre mayor para que permitiera a la niña completar su educación.
Benedict se casó con Shadi Eveline Monyai (fallecida en 2008) en 1974, y la pareja tuvo un total de ocho hijos, entre ellos Lufuno (nacido en 1977), que era el mayor, Benedicta (nacida en 1990), Helen y Faith. El joven esposo ayudaba a su mujer en las tareas domésticas, algo inaudito en aquella época en su zona, para su familia construyó personalmente su casa de ladrillo y la valoraba hasta el punto de organizar la fiesta del «Día de la Familia Daswa» cada 16 de diciembre, en los que se intercambiaban regalos y se celebraba una comida. Trabajó duro en su huerto de 2 acres, desarrolló un sistema de riego eficiente y vendió los productos a los mercados locales para mantener a su familia. Leemos en su proceso de beatificación que antes de acostarse, su familia se reunía para leer un versículo de la biblia, orar, cantar, y recitar el Acto de contrición.
Liderazgo pastoral
Fue elegido presidente del primer consejo pastoral de su parroquia. Enseñaba el Catecismo tanto a adultos como a niños, visitaba a los presos y buscaba a los que se habían alejado de su fe católica. Se dedicó especialmente a los jóvenes, ayudándolos con retiros, salidas deportivas y seminarios vocacionales.
Benedict también fundó un equipo de fútbol llamado Mbahe Eleven Computers, que abandonó cuando sus miembros, después de varias derrotas, quisieron utilizar “muti” (medicina) para ganar partidos. Entonces creó un nuevo equipo, Mbahe Freedom Rebels. Era también un miembro activo de su pueblo, actuando como secretario del consejo tradicional local, valorado por todos y el jefe local lo tenía como consejero personal.
El poder del curandero
¿Cómo acabó mártir un hombre así, a manos de sus propios vecinos? En enero de 1990, la zona de Venda, en el norte de Sudáfrica, sufrió lluvias y relámpagos inusualmente intensos. Los rayos cayeron en varias cabañas de la zona, que se quemaron completamente, y tal desastre llevó al jefe de la aldea de Mbahe a convocar a su consejo para debatir sus preocupaciones, ya que muchos aldeanos no consideraban que se tratara de un fenómeno natural. Como hemos dicho, Benedict era secretario del consejo, pero en dicha ocasión no pudo participar en el debate. El consejo llegó a la conclusión de que alguien tenía que ser responsable de aquel tiempo nefasto y que, por lo tanto, había que consultar a un curandero tradicional para identificar al culpable, estableciéndose una cuota por familia de cinco rands sudafricanos para pagar la consulta al curandero.
En aquella época, Benedict era director de una escuela primaria, un cargo que en muchos entornos rurales de África infunde gran influencia y respeto. Muchos acudieron a él para saber su opinión y abiertamente explicó que para él se trataba de un fenómeno meteorológico natural, se manifestó en contra del recurso a la brujería y se negó a pagar los honorarios, con lo que se ganó inmediatamente enemigos.
Coche apedreado
La noche del 2 de febrero de 1990 (el mismo día en que el presidente sudafricano F.W. de Klerk anunció la liberación incondicional de Nelson Mandela), Benedict fue atacado por una turba de jóvenes mientras intentaba limpiar una carretera de árboles caídos. La turba empezó a apedrear el coche que conducía y le hirieron. Sangrando, escapó a pie y encontró una casa donde esconderse, pero al final la dueña de la casa, temiendo por su seguridad, reveló su paradero a la turba. Tras encontrar a Benedict, la violenta muchedumbre cantó y coreó mientras se burlaba de él, le golpeó con porras, le vertió agua hirviendo y lo dejó muerto. Al parecer, sus últimas palabras recordaron a las de Cristo en la cruz: «Dios, en tus manos recibe mi espíritu».
Es interesante que el beato Benedict Daswa fuera secretario del mismo consejo que finalmente tomó las decisiones que desembocaron en su martirio. Sirvió a su comunidad como tal, pero fue claro a la hora de distinguir los elementos que estaban en contradicción directa con su fe cristiana.
Conversión materna
El funeral tuvo lugar el sábado 10 de febrero. La procesión fúnebre comenzó en la casa de Benedict y luego procedió a la iglesia Nweli. Los celebrantes llevaban ornamentos rojos para indicar su creencia de que él había muerto a manos de sus atacantes por odio a su fe. Su madre más tarde se convirtió al catolicismo y ahorró su pensión para comprar una lápida para su hijo asesinado, bajo la cual años después reposó también su querida esposa Shadi Eveline. Posteriormente los restos del futuro beato fueron trasladados con honores a la iglesia de Nweli, el 24 de agosto de 2015.
El obispo Joao Rodrigues, de la diócesis de Tzaneen, afirmó en ocasión de su beatificación que Benedict “vivía en un espíritu de libertad fundado en la verdad de Jesucristo”. “Su fe en Cristo le liberó del miedo a la brujería, a los espíritus malignos y a todo lo relacionado con estas fuerzas oscuras. De hecho, la vida y la muerte del beato Benedict dan testimonio de que la brujería y todas las formas de adivinación son inútiles y una carga sin sentido que esclaviza el espíritu humano jugando continuamente con nuestros miedos e ignorancia”.
Un nuevo comienzo
Tras la misa de beatificación, el vicepresidente sudafricano Cyril Ramaphosa dio las gracias a la Iglesia y a la familia Daswa, señalando que “el día en que Sudáfrica vio un nuevo nacimiento, un nuevo comienzo (se refería a la libertad de Mandela), la familia Daswa lloraba a su hijo”. El vicepresidente instó enérgicamente a los sudafricanos a “decir no a la brujería, decir no a los asesinatos rituales”, muy comunes en el país.
El Papa Francisco también elogió el testimonio del beato Daswa durante sus palabras en el Ángelus del domingo tras su beatificación. Alabó la “gran coherencia de Daswa, asumiendo con valentía actitudes cristianas y rechazando hábitos mundanos y paganos”. Su testimonio, añadió el Papa, “se une al estimonio de tantos hermanos y hermanas nuestros -jóvenes, ancianos, niños- perseguidos, expulsados, asesinados por confesar a Jesucristo”.