Al celebrar su aniversario patrio número 214, un acto que se viene realizando desde el primer año es el Te Deum. En las diócesis chilenas el obispo invita a las autoridades civiles y de las fuerzas armadas a este acto de agradecimiento a Dios.
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Acto ecuménico ante autoridades nacionales
En Santiago, como en otras diócesis, tiene carácter ecuménico. Participan las autoridades del gobierno nacional, del Congreso y del Poder Judicial, altos mandos de las fuerzas armadas, gran cantidad de invitados. Allí, el arzobispo Fernando Chomalí invitó y exhortó “a que se piense en la posibilidad de un gran acuerdo nacional donde todos quienes tenemos responsabilidades en el país -públicas y privadas- nos escuchemos y dialoguemos”, cuando se refirió al problema de la seguridad y la corrupción.
Chomalí inició su alocución agradeciendo. “Lo primero que me surge como chileno en este día es una mirada agradecida de todo cuanto Dios nos ha regalado y de poder transmitir esperanza en el futuro”, exclamó. Agradeció a los trabajadores, los jóvenes, los profesores, los servidores públicos, los empresarios pequeños y grandes, los miembros de las fuerzas armadas y las policías, los miembros del clero, religiosas e integrantes de otras iglesias, los trabajadores de la salud y de la prensa, los pueblos originarios y migrantes extranjeros. A todos ellos llamó bienaventurados porque “con su trabajo diario han ido tejiendo y están tejiendo un Chile mejor, más bello y próspero, más justo y pacífico. Bienaventurados todos ellos porque serán llamados hijos de Dios”.
Lo que atenta contra la dignidad de la persona
Así como el trigo crece junto a la cizaña, Chomalí señaló que “el realismo nos obliga a mirar aquello que atenta en contra de la dignidad de la persona humana y su camino hacia la felicidad plena y, sobre todo a proponer caminos de salida”. Describió tres preocupaciones: los jóvenes, su soledad, desamparo y una cantidad importante que ni estudia ni trabaja. El trabajo, otra preocupación, señalando varias situaciones que muestran su deterioro y fragilidad, ante lo cual dijo que “el trabajo es sagrado porque lo realiza una persona” y recordó que es la clave de la cuestión social.
Entonces, abordó la inseguridad y la corrupción, como tercera preocupación. Describió situaciones cotidianas de inseguridad, de extorsión, de violencia y dijo que “si no hay una acción en conjunto de la sociedad el país corre el riesgo de convertirse en rehén del crimen organizado. Pronto ya será tarde”.
El arzobispo aludió a los graves escándalos recientes, diciendo que “ha sido doloroso para los chilenos ver como la corrupción se ha ido enseñoreando de lugares que por su naturaleza debiesen ser intachables. El pueblo de Chile está escandalizado al ver tanta avaricia y ansias de poder que no trepidan en sobornar, en valerse del cohecho para lograr sus objetivos, y en el tráfico de influencias. Qué daño a la fe pública, a la democracia, al Estado de Derecho le hacen los escándalos de corrupción y abusos de toda índole que vemos día a día. Duele que personas con poder en vez de servir a Chile se han servido de Chile y claramente han perjudicado a los más pobres”.
Agregó Chomalí que “no es el momento de solistas, de individualismos, de frases grandilocuentes ni de recriminaciones mutuas. Este es el momento de la humildad y la grandeza para actuar y que vuelva a ser un orgullo trabajar en el Estado y ser funcionario público”.
Gran acuerdo nacional
A continuación, expresó su llamado: “Por ello invito y exhorto a que se piense en la posibilidad de un gran acuerdo nacional donde todos quienes tenemos responsabilidades en el país -públicas y privadas- nos escuchemos y dialoguemos. La seguridad no es un tema meramente político, sino que es también ético, anterior a cualquier otro asunto. No puede ser una moneda de cambio para ser negociada por una ley u otra concesión. No hay desarrollo posible, ni una auténtica democracia en un país violento y con gérmenes de corrupción”, llamó el Arzobispo de Santiago ante las autoridades del Estado.
Después de referirse a las próximas elecciones previstas para octubre próximo, el Arzobispo concluyó su alocución relevando el rol de las Iglesias en el país. “Nos comprometemos públicamente a cumplir nuestra tarea de anunciar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de promover incansablemente la paz y de ayudar al débil y al necesitado. Las Iglesias al contemplar a su maestro Jesús, el mismo ayer, hoy y siempre, aspiran a que su horizonte sea el pobre, el humillado, el que no tiene voz, el que está cansado y agobiado. Sabemos que en Él encontraremos reposo. Siempre, cuando el bien de las personas se vea amenazado, alzaremos la voz por todos aquellos que no tienen voz. Desde los niños no deseados en el vientre de sus madres hasta los ancianos descartados que dan su último respiro. Hoy hablan por nosotros las obras sociales que acogen, amparan, cuidan y promueven al desvalido, al pobre, al abandonado”, dijo al concluir.
Mensaje potente
Concluida la ceremonia, periodistas entrevistaron a algunas autoridades. El ministro de la Secretaría General de la Presidencia, Álvaro Elizalde, dijo que “las palabras del arzobispo, sobre todo, promoviendo a la generación de acuerdos que nos permitan asumir estos desafíos, son muy importantes y muy valorables”.
Por su parte, la presidenta de la Cámara de Diputados, Karol Cariola, militante comunista, expresó que “el mensaje que él da es muy potente al decir que tanto el crimen organizado como la corrupción son flagelos fundamentales de nuestra democracia. Yo lo recojo y lo hago mío” y agregó que “yo me sumaría a este llamado (a un acuerdo nacional) que se ha hecho hoy a que todos los sectores políticos, seamos capaces de ponernos de acuerdo por el bienestar de los chilenos y chilenas. Y esas urgencias están en la seguridad, están en terminar con la corrupción y sacarlo como un flagelo del Estado”.
Nadie sobra
En Rancagua, el obispo Guillermo Vera llamó a vivir en una mayor unidad y solidaridad cotidiana en todas las comunidades. “En Chile nadie sobra, Chile necesita de sus niños y jóvenes, de sus adultos y mayores; y hoy también de los que nos han mirado como una tierra de esperanza y posibilidades. Chile, una mesa para todos”, exclamó el obispo.
Mientras en Concepción, su arzobispo, Sergio Pérez de Arce, llamó a que “la política debe transformarse, se requiere otra cultura política, otro modo de hacer política, porque Chile tiene grandes desafíos que abordar. Los chilenos siguen teniendo necesidad y deseos de cambio, siguen queriendo y necesitando más justicia, más seguridad, más eficiencia del Estado y más oportunidades para todos, y quieren menos desigualdad, menos corrupción y menos pelea política inútil”.
El obispo de Copiapó, Ricardo Morales, ante los hechos de corrupción recientes y los problemas de seguridad y la falta de equidad, invitó a las autoridades y a todos los participantes en el Te Deum, a “renovar nuestro compromiso por hacer de Chile un país más justo, más equitativo, donde el derecho no sea retórica vacía, sino una realidad viva, donde los hombres y mujeres de fe sepamos dar razón de la esperanza que nos anima”, dijo.
Esta Acción de Gracias es una enraizada tradición en Chile, como ocasión no sólo de agradecimiento a Dios, sino también de súplica por el país y de compromiso a intervenir para mejorar las situaciones preocupantes que se viven.
Ya en 1811, José Miguel Carrera, en ese momento máxima autoridad política del naciente país, solicitó a la autoridad eclesiástica de Santiago realizar una Acción de Gracias para conmemorar el primer aniversario de la Junta Nacional de Gobierno, creándose así la tradición que perdura hasta hoy y que se ha extendido a todas las diócesis del país, en algunas con participación de otras iglesias cristianas, dándole carácter ecuménico.