Tribuna

Abrazar es parar

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La desmesura en la que se vive a través de las redes y los medios alimenta el sin tiempo, el no puedo, el no llego o el ahora se me complicó. Hay motores de búsqueda cada vez más rápidos porque casi nadie soporta una espera de segundos o un audio de más de un minuto. Es vivir en la descarnada experiencia de la instantaneidad y ser extranjeros del propio calendario, reloj o vivencia interior.



Lo peor es que el desorden se avala con la vida diaria y no es posible atrapar ni siquiera los propios sueños porque pareciera que se nos están adormeciendo con los sueños de otros.

No se soportan los procesos necesarios para cumplir con una enfermedad, con una dieta, con los tiempos requeridos para la incorporación de conocimientos, para un adiestramiento físico o una rutina espiritual. No se sostiene lo que se define como el curso de vida de la persona.

Dejar para después

Se imponen preguntas muy simples. ¿Cuántas veces en la semana dejamos para después algo? ¿Cuántas veces es posible medir la importancia de lo que se deja para después? ¿Qué es eso que se puede dejar para después porque el vendaval de las rapideces diarias lleva por delante a cualquier persona o asunto?

Ante la muerte de un ser amado, ante las tantas muertes, ante las nuevas y escandalosas desapariciones, ante la pobreza de quien tiene que optar entre comida o medicamentos, ante la insistencia de las violencias cotidianas, ante las necesidades de los chicos y chicas que ya presentan vacíos de sentido en sus vidas, ante los suicidios en dosis homeopáticas y muchas situaciones más… ¿qué es lo que se deja para después? ¿Cuándo es el momento para ocuparse de todo eso si hay un tiempo que nos lleva por delante sin medida y no somos capaces de parar?

Cuando muere un ser amado ¿qué dejo para después si en realidad me quedé sin tiempo para decirle más y más qué tanto lo amaba? O ante la casi muerte por covid que padecieron tantas personas, ¿qué pueden querer dejar para después si ya experimentaron que puede haber un tiempo final que está cerca a cada paso?

Sin demora

Lo único sin demora es abrazar. Y mirar a los ojos. Y sostener las distancias con el amor. Darse tiempo y no dejar para después nada que impida que el otro reciba el amor que, como don de Dios, puede llegarle a través nuestro.

Y para abrazar, hay que darse tiempo. Hay que parar. Porque se abraza pecho contra pecho, fuerte y apretado o suave y distendido. Se abraza con todo el ser puesto ahí, sin asco a los olores, ni a las mugres. Se abraza parando para que suceda el encuentro.

Abrazar 1

Por etapas

Y las etapas de un abrazo son lentas y deseadas, calmas, como en cámara lenta. Están escritas por Dios. Sólo hay que dejarse llevar. Primero las ganas de ese encuentro porque es necesario, porque nos inquieta si se hace esperar. Una preparación silenciosa y amorosa nos impulsa. Porque como dice el Principito: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a ser feliz. A medida que se acerque la hora me sentiré más feliz”. Es bueno vestirse de gala para ese encuentro de encontrados. Luego, cuando estamos cerca, a metros de distancia, la mirada cobra aliento y se estaciona unos instantes para verse y decir sin palabras ese todo que tiene la dicha.

Y ahora sí, parados, quietos en la emoción que desborda, viene el abrazo con los brazos, con las manos, con los corazones que saltan del pecho y confunden los latidos y las esperanzas y los sueños. Sí, como enamorados. Porque estamos enamorados de un Dios enamorado.

Dios Amor

Y Dios que es Amor, todo Amor, puro Amor y sólo Amor, también está pidiendo que paremos porque nos quiere abrazar. Porque lo estamos necesitando y para enseñarnos a abrazar con su amor.

Parar para mirar y ver las realidades que nos circundan y abrazarlas. Parar para dar un abrazo a través de una llamada o una carta. Parar para dejarnos ser y sentir con esa otra persona tan amada por Dios.

Dice Ernesto Cardenal en su libro La Vida en el Amor que “el amor de Dios ha creado al mundo y lo sigue creando a cada instante en el proceso de su evolución”. Cada persona, en su altísima libertad y su innata dignidad, es co-creadora a cada instante en el proceso de su propia vida. Y esto incluye a los otros y a la creación en su totalidad.

Y se empieza por parar para abrazar, para poder abrazar sin parar.