José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

¡Arranca la asamblea sinodal!


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Este próximo miércoles inicia la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que ha llevado como tema, desde el 2021, ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’. La reunión representa la continuidad de la Asamblea anterior, llevada a cabo del cuatro al 29 de octubre del pasado 2023.



Participan 368 miembros, de los cuales 96 no son obispos, y 45 mujeres con derecho a voto. Hay 70 expertos, divididos en facilitadores, teólogos y de comunicación. Me llama la atención en que en la presidencia aparecen dos sinodales de México: el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo de la capital mexicana, y sor María de los Dolores Palencia Gómez, C.S.J.

Recordemos que las asambleas sinodales, creadas por Pablo VI en 1965, en el marco del Concilio Ecuménico Vaticano II, son un órgano consultivo que ayuda al Papa en el gobierno de la Iglesia, formado por representantes de todos los obispos de mundo, más invitados especiales. Recordemos que la palabra sínodo significa ‘caminar juntos’.

Esta ocasión ha sido particular por su duración: cuatro años; por la composición de sus participantes: además de obispos y consagrados, muchos laicos y laicas; y por la ¡decepción’ que de seguro causará en algunos ambientes, pues difícilmente surgirá de esta reunión un cambio en los temas espinosos en los que la Iglesia se resiste a ceder: matrimonio de personas homosexuales, comunión de divorciados vueltos a casar, celibato sacerdotal opcional, etc.

El Papa Francisco, en el Sínodo de la Sinodalidad

Sínodo de los obispos- 23/10/2023. Foto: EFE/EPA/VATICAN MEDIA

Pero creo que las tres palabras-consignas de este sínodo: comunión, participación y misión, nos dan una precisa idea de lo que el papa Francisco desea de este evento.

Comunión. No la entiendo solo como trabajar en equipo. No. Es el respaldo efectivo y afectivo a los lineamientos trazados por el Papa y por cada obispo. Se podrá discutir con ellos, inclusive disentir, pero a final de cuentas, lo que se pretende es caminar juntos en pos de la misma meta: ser mejores discípulos de Jesús.

Participación. No se trata solo de permitirla, sino de promoverla, sobre todo en aquellos sectores de la iglesia, en especial laicos, mujeres y minorías, que han estado ancestralmente excluídos. Escucharlos con los oídos del corazón y con la apertura de quien está dispuesto a modificar las propias certezas.

Misión. Desde el Concilio quedó claro que la Iglesia necesitaba abrirse, no solo para que entrara el aire fresco de la sociedad, sino para salir también al encuentro con ella. Las puertas abiertas que ha solicitado el papa Francisco permiten, sí, que todos entren, pero que también salgamos en búsqueda de quienes no pueden ingresar.

Pro-vocación

No se detiene la ola -ya parece sunami- que exige la participación de las mujeres en el ministerio del presbiterado. En la reciente visita del Papa a Bélgica, el rector de la Universidad Flamenca de Lovaina, Luc Seles, en su discurso preguntó: “¿La Iglesia no sería más cordial si diera a las mujeres un puesto de relieve, incluido el sacerdocio?”. Francisco de Roma respondió con el texto preparado previamente por sus colaboradores, sin comentario alguno a ese cuestionamiento.