Juan Carlos Fuertes, misionero en Líbano: “Aunque colapse, Hezbolá renacerá una y otra vez”

Juan Carlos Fuertes, marista en Líbano

La situación es cada vez más crítica en Líbano tras la ofensiva desatada en las últimas semanas por Israel contra Hezbolá. La guerra se extiende por todo Oriente Medio y arrecian la violencia y el odio. Lo que se traduce en más muertes. Pero, como en todo drama humano, siempre hay fogonazos de luz. De uno de ellos da testimonio el misionero marista Juan Carlos Fuertes, que se entrega a fondo en el Proyecto Fratelli, una obra intercongregacional apoyada por Manos Unidas y en la que, desde 2015, maristas y religiosos de La Salle, al lado de la ciudad de Saida (la bíblica Sidón), ofrecen acompañamiento integral (desde la educación al ocio) a refugiados de los conflictos de la región, atendiendo hoy a sirios y palestinos, pero también a muchos desplazados del propio Líbano.



Como explica a Vida Nueva este religioso valenciano, está aquí tras haber dicho tres veces “sí”. Todo comenzó “en un colegio marista donde yo era alumno. Allí, los hermanos tenían una relación muy cercana y cordial con toda la gente. Eso me permitió, como a muchos otros, conocerlos muy bien. Un día recibí una invitación para ser uno de ellos. Yo dije que ‘sí’”.

En un barrio obrero

Más adelante, “cuando tenía 26 años, me llegó una segunda invitación: a participar en una comunidad marista en un barrio obrero para ser voluntario en un piso de acogida de Proyecto Hombre. Tras ese ‘sí’, yo diría que esta experiencia fortaleció mi vocación y le dio sentido. Me ayudó a sentir la voz de Dios, que escucha los gritos de los pobres y hace algo por ellos”.

Ante la tercera invitación, que suponía el gran impacto vital de dejarlo todo atrás y seguir una llamada para venir a Líbano a colaborar con la comunidad Fratelli y trabajar con refugiados sirios, “tampoco lo pensé dos veces y, sintiéndolo como un auténtico regalo, ofrecí mi último ‘sí’. Lo experimento como una oportunidad para ser hermano en las fronteras geográficas y existenciales de la vida. Y también como un paso más en el camino de la vida donde Dios, que está en el origen de mi vocación y me guía cada día, ha llenado mi vida de retos, de personas maravillosas y de bendiciones”. Todo un alud de vida y esperanza en medio del horror más absoluto.

PREGUNTA,- ¿Cuál es ahora mismo la situación en Líbano tras recrudecerse la escalada bélica de Israel?

RESPUESTA.- Es fácil imaginar la desolación de la gente. Después de casi un año de incertidumbre por los constantes bombardeos en el sur del país, con esporádicas incursiones en Beirut y otras zonas de Líbano, en cuatro días el conflicto se convirtió en una guerra abierta, dejando más muertos que en todo el año. A esto se añaden los más de medio millón de desplazados que han dejado el sur para buscar un lugar seguro donde vivir mientras se mantenga esta situación. Mientras tanto, siguen los ataques, tanto en el sur como en Beirut y el valle de la Bekaa.

Con todo ello, aumentan el miedo de la gente, la inseguridad ante los ataques y la incertidumbre de qué va a pasar. Por otra parte, las necesidades crecen entre las personas que dejaron sus casas y que se encuentran sin nada en centros de acogida o en la calle. Se necesita ayuda humanitaria (alimentos, mantas, colchones, material higiénico…), así como apoyo psico-social.

P.- Desde el Proyecto Fratelli, en el que religiosos maristas y lasallistas os volcáis desde hace tiempo con refugiados, ¿cómo estáis implementando vuestra ayuda en un momento en el que muchos libaneses son desplazados en su propio país?

R.- Las necesidades entre la población libanesa han ido en aumento desde el año 2018, cuando comienza una crisis sin precedentes en el país. Se dice que se encuentra entre las diez mayores crisis del mundo desde el siglo XIX. Nuestro proyecto surge como una respuesta a la crisis de los refugiados tras las guerras de Irak y de Siria. Y, en efecto, en nuestros programas siguen participando sirios, aunque también palestinos y libaneses.

Cuando se termine el conflicto, tendremos que hacer una nueva evaluación de necesidades, porque, desde el lunes 23 de septiembre, el panorama ha cambiado enormemente. Mientras tanto, nuestro centro se ha puesto al servicio de instituciones eclesiales como Cáritas, así como de espacios de acogida de la zona, para colaborar tanto con ayuda humanitaria como con recursos educativos.

Nosotros, como Proyecto Fratelli, pretendemos abrir nuestro centro lo antes posible y llevar adelante nuestros programas. Como espacio socioeducativo, entendemos que la mejor ayuda que podemos prestar son todos los proyectos educativos y psico-sociales que llevamos adelante para niños, jóvenes y adultos. Esto está siendo ya muy necesario entre la población tanto refugiada como local.

Juan Carlos Fuertes, marista en Líbano

Juan Carlos Fuertes, marista en Líbano

Clamor del cardenal Raï

P.- El cardenal Raï ha sido muy contundente al condenar el ataque de Israel a Líbano. ¿Se teme una invasión territorial al nivel de la que ya hubo en 2006? ¿Y qué podría pasar en ese caso?

R.- Las noticias internacionales van en ese sentido apuntando a que Israel ya tenía preparado un plan para invadir Líbano, lo que ha empezado a hacer en parte. Su objetivo es hacer que el norte de su país sea un lugar seguro para que los ciudadanos israelíes puedan volver a sus hogares. Y en ello se ha centrado hasta ahora, avisando repetidamente de que, si no se respetaba la resolución 1701 de Naciones Unidas por la vía diplomática, la harían respetar por la militar. Si tienen ya un plan preparado, lo van a ejecutar. Lo hemos visto en Gaza.

Las consecuencias ya las estamos viendo. Desde el 7 de octubre del pasado año, con el ataque de Hamás a Israel, hubo 90.000 desplazados en Líbano. Pero, en un solo día, al empezar los ataques a nuestro país, la cifra ascendió a medio millón… Y hoy está en torno al millón. Naciones Unidas tenía un plan de emergencia que contemplaba una situación de guerra abierta que iba a durar tres meses y que generaría ese millón de desplazados. Estaban preparados para ello. Pero todo esto es un golpe más para un país sumido en una crisis multifacética sin salida a la que, si no hay una solución en breve, se le puede sumar una tragedia humanitaria. Líbano no puede aguantar mucho más.

P.- Ante la realidad de desgobierno que sufre el país, ¿cómo puede el pueblo libanés hacer ver que Hezbolá no lo representa? Aún más, ¿es factible que esta organización paramilitar pueda llegar a desaparecer por el rechazo de la sociedad que dice defender y no tanto por el intento de Netanyahu de acabar con ella?

R.- Desde fuera, se puede ver de una manera clara. Si Hezbolá es un problema, que los ciudadanos se deshagan de él. Pero Hezbolá no es una realidad nueva tan sencilla de entender. Es cierto que hay una gran parte del país que no la apoya ni soporta lo que está haciendo. Pero cuenta con una organización compleja y, sobre todo, con la adhesión de miles de personas.

La existencia de esta milicia chiíta habla de la imposible relación entre Israel y el sur del Líbano. Pone de manifiesto que para cada una de las partes no habrá descanso hasta que la otra desaparezca. Y esto miles de personas lo tienen grabado a fuego en lo más íntimo de su ser. Además, se han preparado durante mucho tiempo para ser enemigos y entrar en confrontación. Todo esto no se termina con una guerra ni con el rechazo de una parte del país.

Mucha gente se pregunta por qué tuvo Hezbolá que meterse en una guerra en la que no tenía nada que ver y ha arrastrado al país al borde del abismo. Esto ha hecho que perdiera una popularidad que ya se había resquebrajado bastante. Pero cabe recordar que muchos reconocieron durante años que ellos fueron los que detuvieron a Israel en la guerra de 2006, cuando su ejército entró por tierra.

El problema del país no es el desgobierno. Líbano no ha resuelto los problemas que ha tenido desde años atrás. La guerra civil de 1975 a 1990 dejó muchas heridas en la población y una división casi irreconciliable durante décadas. No hay un sentimiento de nación. La gente se debe más a su partido o a su confesión religiosa que a su país. Una nación, además, que no da nada a cambio y que deja a las personas desprotegidas. Sin servicios públicos adecuados de salud, educación, transporte… Solo el ejército goza de respaldo mayoritario de la población.

Y luego está la corrupción, que ha convertido “la Suiza de Oriente Medio” que era Líbano en un erial sin futuro. Políticos de todos los colores se han llevado el dinero del país sin ningún tipo de consideración. Por eso, la idea “Hezbolá” no va a desaparecer con facilidad, aunque maten a sus dirigentes o su partido se derrumbe o su organización colapse. Da igual. Renacerá una y otra vez porque vive en un país empobrecido que tiene un enemigo del que defenderse: Israel.

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