El centenario
El papa Francisco ha visitado Bélgica (y Luxemburgo) en estos días. La ‘excusa’ ha sido el significativo 600 aniversario de la Universidad Católica de Lovaina ahora dividida en dos centros hermanados y no ha sido un viaje para hacerse presente en las instituciones europeas como cuando fue a Estrasburgo. El día 27 tuvo un encuentro con profesores universitarios en la ‘Promotiezaal’ de la universidad flamenca y el 28 otro con estudiantes universitarios en el Aula Magna de la francófona. Entre uno y otro día fueron creciendo las tensiones –como en los primeros actos en el país al tratar la cuestión de los abusos, que ha estado muy presente en las semanas previas–, especialmente al abordar “el papel de la mujer en la Iglesia”.
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Rápidamente tras el último encuentro la universidad señaló en un comunicado que “deplora las posiciones conservadoras expresadas por el Papa Francisco sobre el papel de la mujer en la sociedad”. La respuesta de Francisco ha venido en la rueda de prensa en el avión, cuando Francisco denunció que “esta declaración se hizo en el momento en que yo hablaba. Estaba hecha de antemano y esto no es moral”. Una intervención en la que destacó que “siempre” defiende “la dignidad de la mujer” y de la “fuerza” de lo femenino desde el principio mariano. “El ministerio mariano es mayor porque es un ministerio de unidad que implica, el otro [el principio petrino] es un ministerio de liderazgo”, reiteró.
Puede que estas palabras de Francisco sobre la dignidad de la mujer –así como los continuos gestos hacia las víctimas de los abusos y la denuncia de toda ocultación– no lleguen lejos en quienes le han criticado desde la opinión público o los medios –o incluso en el ateneo en el que renació el pensamiento tomista–. Ahora bien, ¿no deberán preguntarse las universidades hermanas que se dices “católicas” que implica este nombre en una sociedad con tantas peculiaridades secularizadoras como la belga?
El profesor
Cuando el papa Benedicto XVI llegó el 12 de septiembre de 2006 al Aula Magna de la Universidad de Ratisbona dentro de su visita a Alemania se podría pensar que jugaba en casa ya que volvía a impartir una nueva ‘lectio’ al ateneo en el que fue profesor. El título de su intervención recogía ese espíritu: “Fe, razón y la universidad: recuerdos h reflexiones”.
El discurso bastante lineal y ordenado, como era habitual en el pontífice alemán, se hizo famoso por una ejemplificación introducida en la presentación del diálogo entre el cristianismo y el pensamiento helénico. Ratzinger recogió un fragmento de un diálogo entre el emperador bizantino Manuel II Paleólogo y un pensador persa sobre las peculiaridades del cristianismo y el islam. En este contexto se incluye una intervención del emperador que dice, según califica el Papa, “con una brusquedad que nos sorprende, brusquedad que para nosotros resulta inaceptable”, lo siguiente: “Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba”.
Más allá del aula universitaria las palabras pasaron a ser del emperador al Benedicto XVI, levantando indignación y quejas diplomáticas. Aunque la polémica se quedó fundamentalmente en círculos diplomáticos y mediáticos hubo ataques a parroquias palestinas o fue asesinada una religiosa en Somalia. Por su parte el Papa invitó a los embajadores árabes y en la web del Vaticano se añadió una nota de disculpa por el malentendido. Por otra parte, el Instituto de Retórica de la Universidad de Tubinga le concedió al discurso el premio al mejor discurso de 2006. La diferencia entre leer y no leer el discurso, hecho que hacía que se desvaneciera la polémica.
La cancelación
No fue el último jaleo universitario de Benedicto XVI. Aunque Francisco visitó con éxito y sin polémica en febrero de 2007 la universidad romana Roma Tre. La experiencia de Ratisbona pareció influir en la decisión, en 2008, de suspender la visita a la Universidad La Sapienza de Roma –algo que levantó miedos ante la posterior visita de Francisco que eludió la principal universidad de la Ciudad Eterna para irse a la periferia–.
La Oficina de la Prensa de la Santa Sede señaló dos días antes que “debido al caso bien conocido de estos días en relación a la visita del Santo Padre a la Universidad La Sapienza, que por invitación del Rector Magnífico tendría que haberse celebrado el 17 de enero, se ha considerado oportuno postergar el evento. El Santo Padre enviará de todos modos el discurso previsto”. El caso tan conocido era que 67 profesores –de los 4.500 de la universidad– habían pedido que se anulara el acto ya que veían en el antiguo prefecto de Doctrina de la Fe a un “oscurantista y uno que en 1990 decía que el proceso de la Iglesia contra Galileo fue razonable y justo”. Algún grupo estudiantil había amenazado con poner la música a todo volumen en el campus durante el discurso papal. Solo unos pocos políticos lamentaron la intolerancia de la comunidad universitaria que ni siquiera citaba bien la declaraciones del asunto Galileo.
La universidad, dirá el texto remitido por el Papa que jamás se pronunció, “tiene la misión de mantener despierta la sensibilidad por la verdad; invitar una y otra vez a la razón a buscar la verdad, a buscar el bien, a buscar a Dios; y, en este camino, estimularla a descubrir las útiles luces que han surgido a lo largo de la historia de la fe cristiana y a percibir así a Jesucristo como la Luz que ilumina la historia y ayuda a encontrar el camino hacia el futuro”. ¿Profecía para Lovaina?