Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Provocar escándalos… por amor


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Soy una mujer afortunada donde las haya. Tengo la inmensa suerte de poder dedicarme a algo que me apasiona y que disfruto y, encima, haber podido convertirlo en profesión. La pasión por la Escritura me viene de antiguo, hasta el punto de que algún alumno de mi “otra vida”, como docente de Secundaria, ya me tildó en su momento de ser una “friki” de la Biblia. Me encanta eso de poder introducir a los aspirantes a teólogos por los recovecos de los textos bíblicos, aunque a veces implique que a más de uno se le rompan los esquemas. Resulta inevitable generar más de una desilusión al enseñar que no todo lo que está escrito sucedió tal y como se cuenta, sin que ello suponga, ni mucho menos, que sea falsa la experiencia creyente que se expresa ni lo que se dice de Dios y de su salvación. Esta consideración, que resulta imprescindible para comprender el fondo de la tradición bíblica, siempre genera más de un escándalo entre el auditorio, al menos en diminutivo y al comienzo de la andadura.



Discernir

Al hilo de esta experiencia, tengo la sensación de que el complejo arte del discernimiento también entra en juego en esto de generar o no escándalo en los demás. De hecho, en el mismo evangelio encontramos unas palabras muy duras de Jesús para quién “escandalice a uno de estos pequeños que creen” (Mc 9,42) y, unos capítulos más adelante, comparte con los discípulos su convicción absoluta de que “todos os vais a escandalizar” ante la pasión (Mc 14,27). Pablo, que en Corinto tuvo que enfrentarse al problema de si era conveniente comer o no carne sacrificada a ídolos, planteó un criterio que nos puede dar luz: lo importante es poner el bien del otro por encima del propio. El problema suele ser cuando confundimos este hacer el bien con mantener al otro en la zona de confort de sus ideas y no ayudarle a desplegar su mejor versión. Se trata de algo parecido a lo que sucede con esos niños a los que, a golpe de satisfacer siempre todos sus caprichos, se les atrofia esa capacidad de acoger la frustración que tanto ayuda a crecer.

Dios Amor Respondamos Siendo Amor

Con frecuencia nuestro problema es, más bien, que nos confundimos al nombrar lo que impulsa nuestras acciones. Así, llamamos “no querer escandalizar” a lo que, en realidad, es huir del conflicto y evitar enfrentarse con ese inconfesable miedo a no encajar con lo que el otro espera, a no ser aceptados o a tener que lidiar con el desconcierto ajeno. Vamos, que quizá nos resguardamos detrás de la falsa pretensión de mantener la paz, al menos esa que abunda en los cementerios y que carece de vida, para resultar políticamente correctos ante los demás. El problema es que esta actitud, no solo expresa que nos interesa más nuestra propia comodidad que el bien del otro, sino que acalla nuestra conciencia y silencia la voz de Aquel que se empeña en animarnos a avanzar hacia “la otra orilla” (cf. Mc 4,25) mientras seguimos plantados en el mismo sitio. Quizá provocar algún que otro escándalo, como ese que a veces sufren mis alumnos, sea un pequeño acto de amor al prójimo ¿no?