Alberto Royo Mejía, promotor de la Fe del Dicasterio para las Causas de los Santos
Promotor de la fe en el Dicasterio para las Causas de los Santos

Antonio Rosmini: el santo prohibido


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El título lo tomo de un libro publicado en Italia en 2021. No es el primero ni el único, en la larga historia de la Iglesia, que primero fue condenado por sus afirmaciones teológicas y después ha llegado hasta la gloria de los altares. Esto escandalizó en su día y todavía hoy sigue escandalizando a algunos con especial facilidad para ver las cosas blancas o negras y la consecuente dificultad para ver los matices que se pueden dar entre ambos colores.



Lo que hace especial el caso que vamos a tratar hoy es que en torno a él se sucedieron las condenas, las absoluciones y la inquina de muchos que lo veían como un peligro para la Iglesia. En nuestros tiempos no son tan normales las condenas pero sí lo es la inquina de los que con facilidad ven heterodoxia en lo que no corresponde a sus ideas y no dejan de manifestarlo en los medios propios de la época, las redes sociales. De ellas se libró el buen Rosmini, que si hubiese vivido hoy le habrían llovido acusaciones en artículos, blogs, podcast, páginas web, foros y todo tipo de medios similares.

Antonio Rosmini nació en Rovereto, en la provincia y diócesis de Trento, el 24 de marzo de 1797, hijo de Pier Modesto y Giovanna dei Conti Formenti de Biacesa del Garda y fue bautizado en la iglesia parroquial de San Marco en Rovereto el 25 de marzo de 1797, la donde recibió la Primera Comunión y la Confirmación.

Infancia tranquila

Pasó su infancia en un ambiente tranquilo y económicamente desahogado, influido por el buen ejemplo de su madre, y pronto se manifestaron en él una notable seriedad moral y una apertura a los intereses culturales, combinadas con una marcada inclinación hacia la filosofía. A los 16 años reveló el comienzo de una verdadera aspiración ascética: la noche del 31 de diciembre de 1813, en su diario, anotó el descubrimiento de que la verdadera sabiduría reside sólo en Dios.

Antonio Rosmini

Antonio decidió entonces hacerse sacerdote, sin embargo tuvo que vencer la resistencia de su familia, que lo veía como el heredero de la familia. En 1816 se matriculó en la Universidad de Padua, dedicándose como estudiante a todo tipo de investigaciones filosóficas, científicas, históricas y literarias. Allí conoció a Niccolò Tommaseo, quien será su mejor amigo y le defendería fielmente durante toda su vida.

Heredero del patrimonio

En 1820, a la muerte de su padre, Antonio pasó a ser heredero de todo el patrimonio familiar; lo que complicó su relación con su hermano Giuseppe que llevó mal el que el primogénito heredase todo el patrimonio. Cosas de tiempos pasados que hoy son más difíciles aunque sigan abundando las consabidas peleas por las herencias. Tenía otra hermana, Gioseffa Margherita, la mayor de las tres: dotada de un alma sensible, se había dedicado durante mucho tiempo a la educación de las niñas pobres.

Una vez fallecido el padre, Antonio fue ordenado sacerdote el 21 de abril de 1821 en Chioggia. Ya antes, el 24 de febrero de 1820, cuando todavía era subdiácono,  había conocido a la marquesa Magdalena de Canossa (canonizada en 1988), acompañando a su hermana -que como hemos dicho admiraba su trabajo en favor de las niñas pobres- a visitarla en Verona. Con la entrada de Margarita, en octubre de 1824, en las Hijas de la Caridad que Magdalena había fundado, ésta aprovechó la ocasión para invitar al hermano para ayudarla en la fundación de la rama masculina, los Hijos de la Caridad. Don Antonio aceptó en un primer momento, pero después de un fructífero intercambio de cartas, ambos tuvieron claro que existían diferencias entre sus proyectos y la cosa no fue adelanta.

Sociedad de sacerdotes

En el invierno de 1826, don Antonio se trasladó a Milán, a la Piazza San Sepolcro, no lejos de donde vivía su primo Carlo Rosmini. Trabó importantes amistades, como la que mantuvo con el escritor Alessandro Manzoni y con el conde y benefactor Giacomo Mellerio. Fue en la casa del conde donde, en 1827, conoció a un sacerdote alemán, don Giovanni Battista Loewenbruck, que tenía la intención de fundar una “sociedad” de sacerdotes. Poco después se encontró el lugar exacto donde establecerlo: en Domodossola, una hermosa localidad del Piamonte. Don Antonio comprendió que había llegado el momento esperado: el nombre que eligió fue el de “Instituto de la Caridad” y en cuanto a sus finalidades, tendría como base la profesión de la caridad “universal”, es decir, la caridad espiritual, intelectual y corporal, para el bien de los demás.

Hasta aquí, una vida parecida a la de muchos otros fundadores, pero fue entonces cuando empezaron los problemas, y no precisamente con la institución que había fundado, sino muy diferentes. En 1829 el Papa Pío VIII aprobó el proyecto de la nueva comunidad pero, conocedor de sus capacidades intelectuales, animó al Rosmini a dedicarse a la escritura, «para llevar a los hombres con la razón y a través de ella conducirlos a la religión». Podría tener una influencia benéfica en muchas conciencias sacudidas por las teorías surgidas de la Revolución Francesa y la Ilustración, del orden impuesto por Napoleón Bonaparte, de la Restauración, del clima anticlerical imperante.

Primera obra filosófica

Sin embargo, ya en 1823 fue mirado con recelo por el gobierno austriaco, bajo el cual cayó el actual Trentino: en Rovereto, ese año, de hecho, había pronunciado un discurso para el difunto Papa Pío VII, declarando su amor por ‘Italia. En 1830 publicó su primera obra filosófica, «Nuevo ensayo sobre el origen de las ideas».

Mientras los hermanos crecían en número, don Antonio también se encontró liderando un grupo de mujeres jóvenes, a las que conoció don Giovanni Battista Loewenbruck durante sus viajes misioneros. Eligió un convento abandonado en Locarno, Suiza, como nuevo hogar para ellas, después de haberlas enviado a formarse con las Hermanas de la Providencia, fundadas en Francia por el sacerdote Jean-Martin Moyë (beatificado en 1954) y renacidas, después de la revolución francesa, en Portieux.

Muy querido

Don Antonio fue nombrado párroco-arcipreste de Rovereto. Ingresó en la parroquia de San Marco el 5 de octubre de 1834, donde se hizo muy querido por gran parte de sus fieles.  Allí fundó un oratorio para niños y adultos, y visitó regularmente escuelas y hospitales. Pasaba horas en el confesionario, a pesar del dolor de estómago que lo acompañaba desde hacía  tiempo.

Antonio Rosmini

Abrió una casa del Instituto de la Caridad también en Trento pero, debido a la abierta hostilidad de los austriacos hacia él, tuvo que cerrarla en 1835 y regresar a Milán. En 1838 el Papa Gregorio XVI aprobó el Instituto de la Caridad y las Hermanas de la Providencia, nombrando Superior General a don Antonio Rosmini. Mientras tanto, sus religiosos partieron a misiones en Inglaterra, cooperando en la restauración de la jerarquía católica; de allí pasaron a Irlanda.

Pensamiento moderno

Don Antonio continuó su labor como escritor, que tendía a conciliar el pensamiento tradicional con los logros del pensamiento moderno. En 1839 publicó el «Tratado de la conciencia moral», que contienen los fundamentos de su pensamiento filosófico.  Comenzaron entonces las primeras objeciones a su pensamiento de los opositores: acusaban que sus doctrinas eran contrarias a la fe y a la moral. La polémica, tras su intervención personal, continuó con la defensa por parte de sus amigos y discípulos. El propio Papa tuvo que intervenir imponiendo silencio a Rosmini y al general de los jesuitas, su contradictor. El escritor Alessandro Manzoni, que lo conoció en 1826, lo definió y defendió: «Una de las cinco o seis mayores inteligencias que la humanidad había producido después de siglos».

El gobierno piamontés de Carlo Alberto, en un momento difícil de la primera guerra de independencia italiana contra el imperio austríaco, decidió enviar a Rosmini como plenipotenciario del Papa Pío IX a Roma. El Pontífice, en agosto de 1848, lo acogió con afecto y estima, anunciándole la púrpura cardenalicia para el mes de diciembre siguiente. Sin embargo, en noviembre estalló la guerra por la conquista de los estados pontificios: Pío IX, obligado a huir a Gaeta, pidió a Rosmini que lo siguiera, cosa que don Antonio hizo, pero ya no volverá a plantearse el hacerle cardenal por la tormenta que se levantó a su alrededor y la ferocidad de los contrincantes del teólogo.

Esas “heridas”

De hecho, poco antes se había publicado el libro “De las cinco llagas de la Santa Iglesia”, que don Antonio había comenzado a escribir en 1832. En él advertía de los peligros que, a su juicio, amenazaban la unidad y libertad de la Iglesia: la distancia del pueblo de Dios de la liturgia; la mala educación y formación del clero; la división de los obispos entre ellos; el nombramiento de obispos dejado en manos del poder político; la gestión de los bienes eclesiásticos. Si bien denunció esas “heridas”, que puso en paralelo con las infligidas al cuerpo de Cristo en la Cruz, indicó al mismo tiempo los remedios.

Pero con la siempre presente hostilidad de Austria, el clima que lo rodeaba era ya totalmente desfavorable. El gobierno borbónico de Nápoles no lo quería en sus tierras, mientras que las audiencias papales que pedía se vieron obstaculizadas. En efecto, el propio Papa, preocupado por las sombras que se cernían sobre sus doctrinas, en 1849 le exhortó por escrito a “reflexionar, modificar, corregir o retractar las obras impresas”. Sin embargo, a pesar de su voluntad de corregir, dos de sus libros fueron incluidos en el Índice de Libros Prohibidos en junio de 1849, para su desgracia. Una grave sombra de sospecha, no sólo en el ámbito científico, cayó sobre Rosmini y sobre la vida de las casas del Instituto de Caridad que había fundado.

Duda doctrinal

En ese período oscuro, todavía siguiendo al Papa en Nápoles, escribió la “Introducción al Evangelio según Juan con comentario”. A causa de la situación de duda doctrinal y con dos libros condenados, se hacía incómoda su presencia cerca del Pontífice: éste le dejó libre para regresar a Stresa en 1849, para reunirse con sus hermanos. En su retiro continuó dirigiendo las dos Congregaciones y compuso su obra más importante, “Teosofía”.

En cuanto a lo que le había sucedido, estaba cada vez más convencido de que todo era obra de la Providencia: «Yo, meditando en la Providencia, la admiro; admirándola, la amo; amándola, la celebro; celebrándola, le agradezco; agradeciéndote, me lleno de alegría. ¿Y cómo haría de otra manera si sé por la razón y por la fe, y lo siento en mi interior, que todo lo que Dios hace, quiere o permite, lo hace por una razón eterna, infinita, esencial? ¿Amor?», le escribió a un sacerdote amigo.

Horas de discusión

Mientras tanto, sus adversarios comenzaron a atacarle de nuevo, acabando por provocar un examen en profundidad de todas las obras de Rosmini por parte de Pío IX. El examen duró cuatro años: el fundador estaba angustiado no tanto por sí mismo, sino por el daño que estaban sufriendo las dos congregaciones. El examen finalizó en 1854: tras cinco horas de discusión, el Papa dudó entre varias soluciones, incluido un breve pontificio y la publicación abierta de la sentencia. Teniendo en cuenta los diversos aspectos de la situación y la extrema delicadeza del asunto, Pío IX decidió que la Congregación redactara la sentencia de sobreseimiento de las acusaciones, y que se comunicara in secretis y no públicamente, lo cual no ayudó a mejorar la fama del Rosmini. El Decreto llamado “Dimittantur” fue comunicado oralmente al fiscal de Rosmini en Roma, Don Bertetti, el 10 de agosto. En él las obras de Rosmini fueron absueltas, pero los panfletos difamatorios no fueron condenados.

Don Antonio, sin embargo, se acercaba ya al final de su vida: la enfermedad hepática que le había acompañado durante toda su vida se agravó, provocándole meses de enfermedad. Mientras su cuerpo se consumía en un dolor implacable, su espíritu se refinaba en el sufrimiento. A su lado acudieron amigos, admiradores, discípulos, personas que querían demostrarle el cariño, la estima y el agradecimiento que sentían, pidiendo una bendición, una buena palabra de su parte. A Alessandro Manzoni, que acudió a verlo, le dio una última instrucción: «Adora, guarda silencio, disfruta». Murió el 1 de julio de 1855, a los 58 años.

Recelo y desconfianza

Pero el recelo y desconfianza ante sus obras no acabó con su muerte. Los opositores de Rosmini trabajaron a través de los periódicos culturales de la época para asegurarse de que la noticia de la sentencia absolutoria no se difundiera, y cuando esto resultó imposible, comenzaron a circular interpretaciones reduccionistas o adecuadas a sus propios fines. Tras un breve período de aparente calma, cuando comenzaron a publicarse algunas de sus obras póstumas, el conflicto se reavivó, alcanzando paulatinamente tonos cada vez más duros, especialmente en torno a la afirmación de un contraste sustancial entre Rosmini y santo Tomás de Aquino. Además de las polémicas llevadas a cabo en las revistas culturales de ambos partidos, se publicaron diversos estudios y libros, a favor o en contra de Rosmini.

En 1888 se examinaron las dos últimas obras, aún no publicadas en el momento de la investigación anterior: fueron condenadas por el Santo Oficio con el decreto “Post obitum”, junto con 40 Proposiciones tomadas de sus escritos anteriores, por no considerarse consonantes con la verdad católica. De este modo oficialmente se le consideraba heterodoxo después de la muerte, lo que no había ocurrido en vida. Sin embargo, los dos censores que estudiaron sus obras coincidieron indirectamente en creer que Rosmini había pretendido mantener todas las verdades católicas, sin negar ninguna, y que era más bien su sistema el que era inaceptable. No terminó aquí la polémica, por un lado los oponentes, aprovechando el Decreto, seguían sosteniendo que todo el sistema rosminiano estaba gravemente infectado de errores contra la fe, mientras que sus partidarios se esforzaban por demostrar cómo estas proposiciones no reflejaban los verdaderos pensamientos del difunto.

Ortodoxia de pensamiento

Tuvo que pasar más de un siglo hasta que el 5 de junio de 1990 el entonces Padre General del Instituto de la Caridad envió a la Congregación para la Doctrina de la Fe la documentación relativa a los «Nuevos elementos de evaluación destinados a precisar la posición exacta de Rosmini en relación a las 40 Proposiciones condenadas en el Decreto “Post obitum” ». En agosto siguiente, se creó una comisión de estudio con la tarea de reexaminar la llamada “Cuestión Rosminiana”, relativa a la demostración de la ortodoxia de su pensamiento.

El resultado positivo de la Comisión permitió redactar la «Declaratio» del 19 de febrero de 1994, que autorizó el inicio de las fases preliminares de la causa de beatificación de Antonio Rosmini. Entre los trabajos de dicha causa, se pidió expresamente al Postulador que insertara, en la biografía documentada, las Proposiciones condenadas por el entonces Santo Oficio, con la demostración de que las teorías contenidas en ellos no eran genuinamente rosminianas. El capítulo en cuestión también debería haber sido entregado a la Congregación para la Doctrina de la Fe. El 1 de julio de 2001, en el 146° aniversario de la muerte del Siervo de Dios, se publicó la “Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el valor de los decretos doctrinales relativos al pensamiento y a las obras del Rev. Sacerdote Antonio Rosmini Serbati” que dice: «El significado de las Proposiciones, así entendidas y condenadas por el mismo Decreto, no pertenece en realidad a la posición auténtica de Rosmini, sino a las posibles conclusiones de la lectura de sus obras».

Como consecuencia, el 3 de julio de 2001 se emitió la autorización para la continuación de la causa de canonización. La Sesión Ordinaria de los Cardenales y Obispos miembros de la Congregación finalmente reconoció que el Siervo de Dios Antonio Rosmini había ejercido en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y afines. El 26 de julio de 2006 el Papa Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto con el que se le declaraba Venerable y, tras la aprobación de un milagro, la celebración de la beatificación tuvo lugar en el Palazzetto dello Sport de Novara el domingo 18 de noviembre de 2007.