Francisco ha convocado el décimo consistorio de su pontificado para el próximo 8 de diciembre. Los nombres de los 21 nuevos cardenales reflejan una vez más el empeño del Pontífice argentino por acabar con el eurocentrismo, rebajar la presencia del lobby italiano y reivindicar la universalidad eclesial.
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En este sentido, resulta paradigmática la elección del misionero franciscano belga Dominique Joseph Matheiu, que se convertirá en el primer purpurado de la historia de Irán, dando voz y voto en su persona a un pueblo donde los católicos son una ínfima minoría y están llamados a convertirse en puente de fraternidad en medio de la violencia y las limitaciones a los derechos y a las libertades religiosas. Otros rincones geográficos que se ven reconocidos con birreta son Costa de Marfil, Indonesia, Japón o Filipinas.
Especialmente significativo es el hecho de que, en la lista que el Papa hizo pública tras el rezo del ángelus del 6 de octubre, se incluyan cinco pastores latinoamericanos. Ellos representan un relevo generacional con respecto a la primera hornada de purpurados designados por Jorge Mario Bergoglio hace una década y que ahora comienzan a ser eméritos.
La elección de Jaime Spengler, Luis Cabrera Herrera, Vicente Bokalic, Fernando Chomalí y Carlos Castillo, que están materializando ya en sus diócesis un liderazgo eclesial que respira Evangelio, contagia sinodalidad, apuesta por la transparencia, dialoga con el mundo de hoy y resitúa a los más vulnerables en el centro de la misión. Como el propio Castillo comparte con ‘Vida Nueva’, “la Iglesia no tiene una forma antigua a la que hay que volver, tiene un fundamento al que hay que ir siempre. La conversión no es ir al pasado, la conversión es ir al fundamento”.
Rompiendo fronteras
Desde ese volver a Jesús de Nazaret, se reconfigura un Colegio Cardenalicio más plural que nunca, como también lo atestigua el cupo de colaboradores estrechos del Obispo de Roma que son reconocidos en este consistorio y que hablan de una entrega sencilla y discreta en tareas que exigen una donación artesanal y una lealtad incorruptible. Tampoco pasa desapercibido que hasta 11 de los 21 neocardenales pertenezcan a una congregación religiosa, acabando así con un veto que durante décadas alejó de la Capilla Sixtina a todos aquellos que portaban a su vez una mitra y un carisma.
Transcurridos más de 11 años de su elección, cuatro de cada cinco purpurados ya han sido designados por Bergoglio. Se revitaliza el Colegio Cardenalicio, que se convierte además en el más amplio de la historia al alcanzar los 141 miembros, rompiendo con cualquier frontera física y cultural imaginable. Y, sobre todo, hace más católica que nunca a una Iglesia que sale al encuentro, desde la Capilla Sixtina, a las periferias reales y existenciales.