José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Las presbíteras y obispas: ¿también serían clericalistas?


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No lo sé. El que las damas tengan acceso al ministerio del presbiterado, que inclusive sean obispas y hasta puedan recibir el birrete cardenalicio, no les exime en forma automática de caer en la tentación del tan extendido clericalismo.



Y es que los clérigos varones no han asumido esta lacra por razón de su género. También ellas podrían convertir su servicio ministerial en una oportunidad para aprovecharse del poder que le es concomitante, y exigir privilegios, prebendas e impunidades como lo hacen sus contrapartes masculinas.

Imaginemos a una diaconisa o presbítera que comienza a saborear las mieles de los halagos por parte de la feligresía, que su obispo la valora y la coloca en parroquias ‘importantes’, que recibe jugosos donativos gracias a sus excelentes homilías en las bodas de postín: ¿no correrá el riesgo de irse habituando a tal estilo de vida y de exigir, por lo mismo, reconocimientos, homenajes y mayores ingresos económicos? Y en el peor de los casos: ¿no se sentiría impune, con una suerte de fuero eclesiástico, si llegase a cometer algún delito?

Como es evidente que sí, que correría ese riesgo, que estaría proclive a sucumbir ante tales tentaciones: ¿entonces habrá que negarle eternamente la posibilidad, el derecho?

mujeres y la virgen

Tales argumentos ‘ad hominem’ son los que algunos utilizan para insistir en el celibato sacerdotal obligatorio: como son tantas las dificultades económicas, familiares, de pareja -atención: son las mismas que enfrentan todos los matrimonios-, es mejor mantener la obligatoriedad celibataria en vez de enfrentar tales retos.

No creo que las mujeres, por el solo hecho de serlo, estarían inmunes ante el clericalismo. Tendrían, eso sí, herramientas diferentes a las de los varones para enfrentarlo, pues creo que, en su mayoría, son más dadas a comprender el poder como servicio, y no como ejercicio de privilegios y honores.

En la base de la cuestión, entonces, está la concepción del poder, tan asociado ahora al machismo clericalista, y que pudiera refrescarse con el arribo feminista a los ministerios eclesiales, hasta ahora reservado al sector masculino del pueblo de Dios.

Pro-vocación

Qué bueno que los empresarios mexicanos se acaban de reunir con sus obispos… “para construir un México con justicia, seguridad y paz, y reconstruir el tejido social y mejorar las condiciones de vida de los mexicanos”. Ojalá, también, dejen de presionar a los jerarcas católicos para que se pongan belicosos frente al gobierno, mientras ellos cuentan sus ganancias cada vez mayores.